Piedras de colores

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Mis colores favoritos son el azul y el marrón. Ambos en sus muchas tonalidades. De azul turquesa a ocre amarillo. Casi toda mi ropa, mis ojos y mi pelo son marrones y/o azules. Hay quien me ha dicho que el marrón es un color anodino. A estos les digo que intenten ver un paisaje de meseta castellana desde un alto: marrones campos arados recién humedecidos por la lluvia, pequeñas colinas onduladas de arcilla versicolor, parches ocres aquí, más anaranjados allá, bermellón en otros lugares, iluminadas por el sol del atardecer, con un fondo de nubes oscuras de tormenta. Que vean esa escena y que luego vuelvan a contarme que los marrones son anodinos. Si tuviéramos que cartografiar la imagen no es de extrañar que, de toda la paleta de colores, eligiéramos los anaranjados, ocres y amarillos para representar la terrible estepa castellana.

TEXTO POR MARTA PÉREZ-FOLGADO
ILUSTRADO POR ANA ROSA GONZÁLEZ BLANCO
ARTÍCULOS
GEOLOGÍA
4 de Diciembre de 2017

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Y en efecto, de dichos colores se pinta el Terciario en los mapas geológicos. ¿Habéis tenido alguna vez un mapa geológico en las manos? Independientemente de la mucha información que contienen suelen ser muy vistosos. Los antiguos, los de los siglos XVIII y XIX, son verdaderas obras de arte. Los primeros mapas geológicos, que en realidad no eran tales, podríamos datarlos en el siglo XVI, cuando Agricola, en De re metallica, dibujó afloramientos rocosos y les añadió, con trazos, características valiosas de las rocas que veía, como la composición y dirección de vetas minerales. Más adelante se dieron cuenta de que los tipos de suelo se pueden representar encima de un mapa topográfico con diferentes trazos y tramas, y de ahí a representar formaciones rocosas ya había un paso, que no tardó en darse. Estos primeros mapas eran en blanco y negro, con líneas y zonas sombreadas para distinguir los diferentes tipos de rocas, hechos a mano. Tenían el problema que una vez acabados eran muy difíciles de leer e interpretar de lo abigarrados que resultaban. El gran salto se produjo al pasar al color, tanto en utilidad como en belleza. Se empezaron a cartografiar las piedras de colores, algunas de ellas tal y como las veían los ojos de los naturalistas que los producían. Probablemente, sea Christian Lommer, profesor en la Escuela de Minas de Freiberg (Alemania) el primero en producir un mapa geológico en color, en 1768, mientras estaba de viaje de trabajo por Sajonia. Eligió el rojo para el granito, color que se usa hoy en día. Lamentablemente, solo se conserva un ejemplar original del mismo. En los siguientes años se produjeron valiosos mapas coloreados para uso de los terratenientes de la época que deseaban conocer la distribución de recursos en sus tierras en estos primeros años de revolución industrial, y que podían permitirse pagar sus altísimos precios. Tened en cuenta que se pintaban a mano, con acuarelas, sobre un mapa topográfico producido en imprenta.

En los siguientes años se produjeron valiosos mapas coloreados para uso de los terratenientes de la época.

Continuando en Alemania, Abraham Werner, el conocido geólogo adalid de la equivocada corriente del neptunismo y también profesor en Freiberg, intentó sistematizar el uso de los colores en los mapas geológicos. Para elegirlos le pidió ayuda nada menos que a Goethe, que además de ser el conocido autor de Fausto, había desarrollado una teoría de los colores que, pese a no resultar exitosa en lo científico le había granjeado cierta fama en los círculos intelectuales alemanes. El esquema de colores de Goethe y Werner, ambos personajes tremendamente conocidos en su época, influyó durante décadas en la elaboración de los mapas geológicos del continente europeo. El color que eligieron para las calizas, el azul, también se usó a menudo en la cuna de la geología como ciencia moderna: Gran Bretaña.

El esquema de colores de Goethe y Werner, ambos personajes tremendamente conocidos en su época, influyó durante décadas en la elaboración de los mapas geológicos del continente europeo.

Pasemos el Canal de la Mancha

Ahora no queda más remedio que citar unos cuantos nombres y fechas, pero tranquilos, va ser rápido e indoloro: William Smith (1815), George Bellas Greenough (1819), Charles Darwin, (circa 1840), Henry Thomas De la Beche (1831) y Casiano de Prado (1853). Ya está. ¿A que no ha sido para tanto? Ahora vamos a justificar su inclusión en este artículo.

William Smith (no confundir con Willard Carroll Smith Jr) fue el autor del primer mapa geológico a escala nacional (más concretamente, de «Inglaterra, Gales y parte de Escocia»), publicado en 1815. Su gran novedad fue usar el contenido en fósiles de las rocas para ayudar a identificarlas, además del color, la dureza y el buzamiento. El mapa presenta gradaciones de color cerca de los límites de las capas, no para que quedara más bello (que lo consigue) sino para ayudar a indicar el buzamiento. Pinta las diferentes calizas de distintos tonos de azul y las areniscas de tonos marrones. Se puede ver la leyenda de colores a la izquierda del mapa. En 1819, G. B. Greenough publica otro mapa más detallado pero muy parecido, leyenda de colores incluida, en el que por lo visto había estado trabajando antes de que W. Smith publicara el suyo. No usó los fósiles y en algunas partes era un claro plagio, aunque tenía mejor cartografía. Mala suerte, George.

Primer mapa geológico a escala nacional creado por William Smith. Créditos: Cartographia

En la Biblioteca de la Universidad de Cambridge se conserva un documento único: un mapa geológico de la Patagonia pintado a mano por el mismísimo Charles Darwin, alrededor de 1840. Se piensa que iba a ser incluido en uno de los volúmenes de su libro Geology of the voyage of H.M.S. Beagle, pero no fue así. Darwin, que era un apasionado de la geología, por no llamarle directamente geólogo, identificó siete unidades geológicas, aunque los colores que usó no tienen que ver con los anteriormente utilizados por otros naturalistas. A excepción, quizás, del rosa fuerte/rojo para los granitos y otras rocas ígneas.

En la Biblioteca de la Universidad de Cambridge se conserva un documento único: un mapa geológico de la Patagonia pintado a mano por el mismísimo Charles Darwin, alrededor de 1840.

Mapa geológico de la Patagonia dibujado por Charles Darwin. Créditos: Scielo.org

En 1831, H. T. De la Beche usa la base de colores de Greenough para, pagándolo de su bolsillo, realizar el mapa geológico de la hoja 22 del mapa topográfico, a escala de una pulgada a una milla (1:63.360), que correspondía al SE de Devon y una parte de Dorset. Este primer mapa incluía la ciudad de Lyme Regis, donde vivía Mary Anning. De la Beche era un buen tipo: se había hecho conocido por su ilustración Duria Antiquior, en la que representaba los fósiles encontrados por Mary Anning y que transformó en litografía para venderla y ayudar a la famosa buscadora de fósiles a sobrellevar sus penurias económicas.

Duria Antiquior, acuarela de Henry Thomas De la Beche. 1830. Créditos: dominio público.

Pero volvamos a los mapas. A raíz de esa cartografía geológica, la Sociedad Geológica Británica le encarga a Henry De la Beche continuar realizando el mapeo geológico de Inglaterra, ya de manera oficial y por primera vez. Estaba claro que había que ponerse de acuerdo en un esquema de colores. De la Beche hace una propuesta en 1832, identificando dieciseis formaciones rocosas. Él no pudo acabar en vida la cartografía de todo el Reino Unido, pero ya estaba la puerta abierta para que otros terminaran su trabajo. Con el transcurso de los años se fue pasando de pintar a mano sobre mapas topográficos (que a su vez fueron mejorando considerablemente al introducir las curvas de nivel) a hacer series impresas. Los primeros mapas geológicos británicos usaban los mismos colores de acuarelas que usaban los pintores y artistas de la época, pero con el tiempo, el Geological Survey, creado en 1835, negoció con una firma la producción de pigmentos especialmente formulados para los mapas geológicos, entre los que se podían encontrar «colores geológicos» como calciferous sandstone. Estas pastillas se produjeron hasta 1959 para el mantenimiento de mapas geológicos antiguos sin publicar.

La Sociedad Geológica Británica le encarga a Henry De la Beche continuar realizando el mapeo geológico de Inglaterra, ya de manera oficial y por primera vez. Estaba claro que había que ponerse de acuerdo en un esquema de colores.

Como es de imaginar, en otros países también se iniciaron series de cartografía geológica más o menos estandarizada, España incluida. En nuestro caso, el autor del primer mapa geológico español fue un ingeniero de minas, Casiano de Prado, quien en 1853 publica el Mapa en bosquejo de la Comunidad de Madrid, al amparo de la Comisión para la Carta Geológica de Madrid y General del Reino, creada pocos años antes, en 1849. Y como ya venía siendo habitual, pinta de colores rosados los granitos y rocas similares.

Mapa geológico de Madrid. Créditos: dominio público. Obtenida de los fondos de la Biblioteca Nacional de España.

Aquella primera leyenda oficial de colores de De la Beche en 1832 se fue refinando según los estudios de campo fueron más precisos y se avanzaba en el conocimiento geológico. Algo importante se fue abriendo paso: aunque todo el artículo hemos estado hablando de piedras de colores, y así era en los mapas antiguos, los colores fueron pasando de representar rocas a representar edades, sobre todo para las rocas sedimentarias y metamórficas, tal y como se sigue haciendo ahora. Las ígneas plutónicas siguieron con sus colores rosados y rojos, independientemente de su edad. Además, se fueron añadiendo símbolos alfanuméricos para ayudar a identificar las cada vez más numerosas formaciones. Para final de siglo las leyendas ya tenían otro aspecto completamente diferente.

Mapa geológico de España. Créditos: Dominio público. Autor: Joaquín Ezquerra del Bayo. Fuente: Frochoso Sánchez, M. y Sierra Álvarez, J. (2004). «La construcción de los mapas geológicos españoles del siglo XIX: Observación, conceptuación y representación». Ería (Universidad de Oviedo) 64-65: pp. 221-259. ISSN 0211-0563.

El autor del primer mapa geológico español fue un ingeniero de minas, Casiano de Prado, quien en 1853 publica el Mapa en bosquejo de la Comunidad de Madrid.

¿Y en la actualidad? ¿Han conseguido los geólogos de todo el mundo ponerse de acuerdo en unos colores estandarizados para los mapas? Pues no exactamente. El Servicio Geológico de los Estados Unidos tiene su propia paleta de colores, adaptada desde el primer estándar que publicaron, en 1881. En España, los mapas de la serie MAGNA del IGME utilizan los de la Carta Cronoestratigráfica Internacional. Y ambas paletas de colores no coinciden del todo. En la norteamericana, por ejemplo, el Jurásico va en tonos de verde, mientras que España y otros países se representa en tonos de azul, y, sin embargo, los que van en diferentes tonos de verde son el Cámbrico, el Ordovícico y el Cretácico. Todos estos colores quedan perfectamente identificados por sus códigos CMYK o RGB, de manera que al imprimirlos se consiga el tono exacto que se precisa, lejos ya de aquel aspecto difuso y único, decimonónico y bello, que le da una acuarela pintada a mano. Por ejemplo, el color del piso al final del cual ocurrió la caída del meteorito, y que marcó el final del Mesozoico, el Maastrichtiense, es el 5/0/45/0 en código CMYK, y el 242/250/140 en RGB. Un verde claro como de hierba seca para mis ojos profanos.

Por cierto, tanto en los mapas americanos como en los españoles se representa el Terciario con colores naranjas (el Paleógeno) y amarillos (el Néogeno), parecidos a los de la estepa castellana de la imagen mental que abría este artículo.

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