Los ancestros de Forrest Gump, hijos del viento

Portada móvil

«Antes de abandonar la ciudad, los generales de Atenas enviaron un mensaje a Esparta. El mensajero fue un ateniense llamado Filípides, un corredor profesional de larga distancia… Filípides llegó a Esparta un día después de haber salido de Atenas y pronunció su mensaje ante el gobierno espartano. "Hombres de Esparta —fue su mensaje—, los atenienses os piden ayuda y os ruegan que no permanezcáis de brazos cruzados mientras la ciudad más antigua de Grecia es aplastada y sometida por un invasor extranjero; Eretria ya ha sido esclavizada, y Grecia se debilita por la pérdida de una buena ciudad"» Heródoto (484 - 425 a. C). Historia VI, 105.

TEXTO POR DANIEL MORENO
ILUSTRADO POR DERRENGUETA
ARTÍCULOS
DEPORTE | EVOLUCIÓN | HISTORIA
14 de Diciembre de 2017

Tiempo medio de lectura (minutos)

Así contaba el poeta griego Heródoto las andanzas del corredor ateniense, las cuales habían ocurrido alrededor de cincuenta años antes de que fuesen inmortalizadas en tinta, o lo que fuese que utilizaban en aquellos tiempos, durante la primera guerra Médica hacia el 490 a. C.

Según los historiadores, fue enviado a Esparta desde Atenas, justo antes de que el ejército ateniense partiese para enfrentarse a los persas desembarcados en las llanuras de Maratón. Confusiones iniciales otorgaron en un principio a Filípides el honor de correr la primera maratón de la historia cargado con su equipo de combate, cubriendo los escasos cuarenta kilómetros que separan Maratón de Atenas y muriendo al finalizar. 

Pero en realidad parece ser que este mensajero se pateó bastante ligero los más de doscientos treinta kilómetros y casi tres mil metros de altitud acumulada que hay entre Atenas y Esparta en poco más de un día. La maratón propiamente dicha se la zamparon entera el grueso del ejercito ateniense, el cual, después de derrotar al ejecito persa que los superaba en número de más de diez a uno, tuvo que volver a marchas forzadas a Atenas, pues parte del ejército persa había escapado en sus naves para rodear por mar el cabo Sunión y atacar la desprotegida Atenas en unas diez horas. Pero no, porque los atenienses, un ejército de infantería pura con hombres pertrechados con alrededor de 20 kilos de equipo de combate, se habían desandado los cuarenta kilómetros de camino desde Maratón en menos de ocho horas. Los persas, al verlos frente al puerto, decidieron dejar la movida para otro día y se dieron la vuelta. Los espartanos llegaron solo para aplaudir.

Ya solo la marcha del ejercito ateniense se puede considerar una proeza, superando los desplazamientos de las levas de infantería Romana. Pero la hazaña de Filípides parecía sacada de la más pura mitología, una exageración. Sin embargo, resulta que tamaña carrera podría tener más de verdad que de fantasía. Más de dos milenios después, al otro lado del mundo, se documenta la existencia de un pueblo, los Rarámuri, descendiente de los indígenas que habitaron en su día la región que hoy demarcan el sur de Nuevo México y Arizona, el norte del estado mexicano de Chihuahua y el este de Texas. Unas gentes que hoy habitan las Barracas del Cobre, una región al norte de México. Una de sus más arcanas tradiciones son las rarajípari o «carreras de bolas» donde los hombres patean una esfera llamada komakali durante lo que pueden llegar a ser 200 kilómetros de carrera durante cerca de dos días.  

Entre los Rarámuri («gente de pies ligeros»), tanto hombres como mujeres, corren en sandalias que ellos mismos se fabrican por mero placer. Su estilo de vida los lleva a recorrer distancias documentadas que superan los 100 kilómetros con facilidad y los mejores corredores llegan a superar los 250 kilómetros en menos de dos días.  Pero va y resulta que son excepcionales, pero no únicos. Dejando al margen historias de antiguos mensajeros y héroes esporádicos de difícil verificación, nos encontramos que en el último cuarto de siglo ha surgido con fuerza una moda que va más allá del mero correr y que ya existía como afición minoritaria desde mediados del siglo veinte: las carreras de ultradistancia por todo tipo de ambientes y geografías. Siempre excediendo los 50 kilómetros y con frecuencia los 100 o los 150, y abordando desniveles acumulados que superan con facilidad los dos mil metros de altura.   

Y lo más sorprendente es la gran cantidad de gente de todas las partes del mundo que se enfrenta a distancias de más de 150 kilómetros hoy en día. Muchos no solo las corren, sino que además las terminan en tiempos inferiores a las 24 horas. Solo con echar un ojo a la última clasificación oficial de la Ultratrail del Mont Blanc (una de las más famosas en Europa) con más de 165 kilómetros y 10 000 metros de desnivel positivo, ya se ve que los 30 primeros clasificados bajan de las 24 horas. Pero es que el último, el finalizador numero 1688, entró por debajo de las 47 horas. Algunos de ellos son corredores de élite pagados por grandes marcas, dedicados en cuerpo y alma al arte de correr. Pero la mayoría son gente que se cuenta entre las vidas normales, que compagina entrenamiento, trabajo y familia.

Así pues, a principios de los años ochenta, ante pruebas crecientes de la inaudita capacidad humana para las carreras de resistencia por desiertos, llanuras o montañas, varios trabajos científicos fueron dando forma a la llamada «hipótesis de la carrera de resistencia».  Esta teoría sostiene que un contingente importante de evidencias paleontológicas y ecológicas y de estructura corporal, eficiencia energética y fisiología humana apuntan a que el género humano evolucionó para correr largas distancias en ambientes cálidos. Usando esta habilidad para cazar presas o hacerse con carroña durante el calor del medio día cuando la mayoría de los carroñeros y depredadores más grandes y fuertes permanecían en letargo. Distanciándose así de otros primates de vida arbórea o selvática y depredando a otros mamíferos salvajes como cérvidos, bóvidos y équidos de pequeño y mediano tamaño. Ya que estos solo pueden mantener el galope unos pocos minutos y suelen ser incapaces de mantener una velocidad media elevada constante, colapsando si son perseguidos persistentemente durante largo rato.

El género humano evolucionó para correr largas distancias en ambientes cálidos. Usando esta habilidad para cazar presas o hacerse con carroña durante el calor del medio día cuando la mayoría de los carroñeros y depredadores más grandes y fuertes permanecían en letargo.

Sin embargo, el ser humano siempre se ha visto a sí mismo como un animal débil físicamente. Incluso hoy día perdura en el pensamiento popular la idea de que cualquier animal de cuatro patas es más apto para correr que nosotros. Esto es cierto si hablamos de velocidad punta. Pero la realidad en datos muestra que —salvando algunas razas de perros, caballos y camellos que han sido criadas específicamente para ello— no hay muchas especies de animales salvajes terrestres que puedan vencer en una carrera de larga distancia a un humano medio bien entrenado durante unos pocos meses. Aun después de milenios donde nuestra supervivencia como especie no ha dependido de nuestra capacidad para correr, pero teniendo en cuenta los números, se podría decir que casi cualquier persona, dentro de unos márgenes de salud y forma física, se podría poner un día a correr para emular a Forrest Gump con altas probabilidades de no hacer el ridículo.

N. del A.

La capacidad cardiovascular media de un adulto sano entre los 30 y los 40 años es suficiente para correr una maratón en unas 4 horas de media. Sin embargo, afrontar estos o mayores kilometrajes con garantías de salud e integridad conlleva un entrenamiento previo bastante exigente que puede llevar de meses a años dependiendo de la persona y su nivel de actividad física previa. Además, hay que tener en cuenta que cada individuo es diferente (a veces muy alejado de la media, por arriba o por abajo) y que correr es un arte donde hay otros factores importantes además de la capacidad cardiovascular. El peso, la biomecánica, la estructura corporal, la composición muscular y la técnica de carrera son algunos de ellos. Por ello yo os recomendaría que si habéis de aficionaros a hacer el Forrest Gump, primero visitéis a un médico para descartar anomalías cardiacas y esqueletomusculares que pudiesen empeorar con volúmenes de ejercicio altos. Y además, que empezaseis a entrenar muy poco a poco y si puede ser supervisados por un profesional cualificado que os diga cómo hacerlo adecuadamente, porque no es tan fácil como parece (no os quedéis con lo primero o lo segundo que leáis en internet). Ello evitara lesiones y penas innecesarias. Dicen que los Rarámuri corren siempre con una sonrisa franca de felicidad en el rostro. Corred para divertiros, no para sufrir.

Para saber más

Clase en videoconfrencia impartida en 2016 por Loren J. Samons, Profesor de estudios Clasicos, Boston University
UTMB Mont-Blanc
— Cristopher MacDougall. Nacidos para correr. Debate. 2011.
— Perfiles topográficos y trazador trayectos en mapas de Strava
— Carrier, D. R. et al. The Energetic Paradox of Human Running and Hominid Evolution (and Comments and Reply) Current Anthropology Volume 25, Number 4, Aug. – Oct., 1984. ↩
— Bramble, D. M. & Lieberman, D. E. (2004) Endurance running and the evolution of Homo. Nature 432, 345–352. doi: 10.1038/nature03052

Deja tu comentario!