Pero, ¿quién es Superman?

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¿Es un pájaro? ¿Es un avión? ¿No será un chemtrail? ¡Pues no!, se trata de Superman, Kal El, el hombre de acero o Clark Kent. Cualquiera de estos apelativos nos vale. Pero ¿por qué nadie reconoce a Clark bajo el disfraz de Superman? ¿Será por el caracolillo a lo Lola Flores? Ese gran misterio de la humanidad lo desvelaremos en unos instantes, valiéndonos de la neurociencia y una curiosa alteración mucho más prevalente de lo que imaginas.

TEXTO POR JAVIER FRONTIÑÁN RUBIO
ILUSTRADO POR ENERI MATEOS
ARTÍCULOS
NEUROCIENCIAS
18 de Diciembre de 2017

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La ecuación es sencilla: personas con superpoderes (o no) que ocultan su identidad para transformarse en épicos superhéroes cuyo objetivo es salvar al mundo para luego volver a casa por la noche y llevar una vida normal. Así de sencillo. Se esconden detrás de un antifaz, máscara, casco, etc., y todo tipo de atuendos peculiares que ocultan sus facciones porque si su identidad se desvela, sus archienemigos lo aprovecharán para atacar a sus seres queridos. Aunque no todos ocultan su rostro, el caso que nos ocupa es especialmente relevante. Todo amante del cómic alguna vez se ha preguntado: ¿por qué nadie puede ver que Clark Kent es Superman y viceversa?

Aunque muchos piensen que no hay una respuesta clara, debemos remontarnos a 1978 en el cómic 330 del hombre de acero cuando se dio una respuesta a esta gran pregunta. De hecho, se apoyaron en la neurociencia para explicar algo aparentemente inexplicable. Y, no, no tiene nada que ver con llevar los calzoncillos por fuera. Para encontrar respuesta debemos fijarnos en otro componente de su outfit kyptoniano. Las gafas del hijo de Krypton, hechas de poderosos cristales kryptonianos, producen ni más ni menos que prosopagnosia. Básicamente, todo aquel que mira a Clark Kent cuando lleva las gafas no es capaz de asociar sus perfectas facciones con las de Superman. Pero, ¿qué es la prosopagnosia?

Para entender esta alteración, primero tenemos que hacer una reflexión sobre nuestro cerebro. Nunca somos conscientes de la complejidad que subyace a algunos procesos desarrollados por nuestro cerebro, como es el caso del reconocimiento de caras. Cada vez que nos cruzamos con alguien, nuestra perfecta máquina neuronal se pone en marcha para identificar quién es esa persona, qué siente, qué piensa sobre nosotros, etc. En este punto, nuestro cerebro busca entre nuestros recuerdos para identificar momentos con esta persona, datos precisos como el nombre, cumpleaños o información concreta como aficiones o familia, entre otros. Además, también se activan emociones asociadas a esa persona. Y todo ello a una velocidad increíble. Entender todo esto es necesario para comprender qué ocurre en un cerebro con prosopagnosia, ya que a diferencia de lo que piensa mucha gente, no se trata de personas que no ven rostros o los ven borrosos, como podemos ver en muchas representaciones falsas de internet.

Básicamente, todo aquel que mira a Clark Kent cuando lleva las gafas no es capaz de asociar sus perfectas facciones con las de Superman.

Se trata de un desorden neurológico caracterizado por la incapacidad de reconocer rostros, por lo que también es conocida como «ceguera a las caras» o «agnosia facial». Básicamente, un cerebro con prosopagnosia es incapaz de interpretar la información que ve y asociarla con rostros conocidos. Como toda alteración neurológica, existen diferentes grados que pueden ir desde dificultad para reconocer caras familiares a incapacidad de discriminar entre caras de desconocidos, mientras que en los casos más graves los pacientes son incapaces de diferenciar rostros de otros objetos. De hecho existen casos en que las personas son incapaces de reconocer sus propios rostros. Aunque pueda estar asociado con enfermedades neurodegenerativas, no se debe a alteraciones de memoria, alteraciones visuales o problemas de aprendizaje. Diferentes estudios muestran cómo puede estar asociada a daño en el giro fusiforme derecho (lóbulo temporal), una región que relaciona la percepción de los rostros y la memoria. Puede ser unilateral o bilateral (afectando a los dos hemisferios), en este caso los síntomas son más extensos, incluyendo, por ejemplo, defectos en el reconocimiento del significado de las palabras.

Un cerebro con prosopagnosia es incapaz de interpretar la información que ve y asociarla con rostros conocidos.

Puede aparecer de forma adquirida, como consecuencia de traumatismos cerebrales, enfermedades degenerativas, enfermedad cerebrovascular o neuroinfecciones como la encefalitis herpética (provocada por el virus herpes simplex). También puede aparecer asociada al desarrollo, ya sea a los pocos años de nacer o desde el nacimiento. En este caso suele asociarse con alteraciones del espectro autista y síndrome de Asperger, y en estos casos suele generar importantes problemas sociales.

Las personas que padecen la variable adquirida suelen ayudarse de otras características para reconocer a las personas y de su memoria. De hecho, varios pacientes han declarado que ven a las personas como antes de sufrir la lesión que les indujo la prosopagnosia. Un ejemplo que se hizo famoso hace unos años fue el de David Bromley, quien sufrió un ictus a los 56 años y declaró para la BBC que volvió a ver a unos amigos décadas después de su último encuentro y que los vio igual que la última vez. Bromley apareció en varios medios visibilizando la prosopagnosia tras la noticia que puso a esta alteración en portada de muchos medios en 2013 cuando Brad Pitt anunció en una entrevista para Esquire que padecía este trastorno. Y no es el único famoso que padece esta alteración, por ejemplo Steve Wozniak, Chuck Close, Jane Goodall o el gran Oliver Sacks, en algún momento reconocieron sufrir prosopagnosia, y seguramente sean muchos más.

Aunque pueda estar asociado con enfermedades neurodegenerativas, no se debe a alteraciones de memoria, alteraciones visuales o problemas de aprendizaje. Diferentes estudios muestran cómo puede estar asociada a daño en el lóbulo temporal.

Uno de los principales problemas de la prosopagnosia es que su diagnóstico es muy complicado, ya que, por ejemplo, a pesar de ser incapaces de reconocer un rostro, la gran mayoría si son capaces de identificar las emociones. De hecho, existen estudios que afirman que en torno a un 2% de la población presenta algún grado de prosopagnosia. Aún se requiere mucha más investigación para generar buenos test diagnósticos. De hecho, es una alteración que apareció referenciada hace poco más de 70 años cuando el neurólogo alemán Joachim Bodamer documentó el caso clínico de un soldado de la Segunda Guerra Mundial que, después de sufrir una herida de bala en la cabeza, desarrolló ceguera facial. Bodamer definió la alteración de la siguiente manera: «Es la interrupción selectiva de la percepción de rostros, tanto del propio como del de los demás, los que pueden ser vistos pero no reconocidos como los que son propios de determinada persona».

Existen estudios que afirman que en torno a un 2% de la población presenta algún grado de prosopagnosia.

Todos los afectados coinciden en las dificultades sociales que les genera la prosopagnosia, llevándoles a continuos malentendidos y situaciones que son interpretadas como maleducadas por parte del resto de personas con las que interactúan. Este problema se acentúa mucho más en el caso de los niños, para los que las interacciones sociales son fundamentales para su desarrollo.

En la actualidad existen diferentes grupos que investigan esta alteración, como es el caso del  University of Minnesota's College of Education and Human Development, donde han creado una lista con estrategias para hacer frente a la prosopagnosia, entre las que destacan utilizar la forma de vestir, el tono de la voz o el peinado para identificar a personas, crearse métodos o trucos secretos para identificar, evitar utilizar nombres al dirigirte a alguien, tomar notas sobre las personas que se van conociendo. Estas y muchas estrategias forman parte del proyecto ProsoFamily y se ofrecen de forma abierta a todo aquel que padezca prosopagnosia (enlace).

En definitiva, estos pacientes recuerdan a las personas que les son conocidas: familiares, amigos y recuerdan sus caras, el problema viene cuando vuelven a verlas, que en este caso su cerebro no es capaz de interpretar quienes son estas personas. No debemos olvidar que suelen evitar situaciones sociales, con todo lo que ello puede conllevar, sobre todo en los más jóvenes, y que en los casos más graves no llegan ni a reconocerse a sí mismos. Así, lo que para nuestro amigo Clark Kent es una herramienta de camuflaje para muchas personas reales es un verdadero problema, que aún necesita de investigación para encontrar una solución. Conocer mejor cómo funciona nuestro cerebro y descifrar sus complejos circuitos podría ayudarnos no solo a comprender mejor esta alteración sino conocernos mejor a nosotros mismos.

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