Westworld: el laberinto

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Serie ambientada en un parque temático del salvaje oeste habitado por robots, donde los millonarios huéspedes que se lo pueden permitir son protagonistas de todo tipo de aventuras. Los robots del parque, sumisos y obedientes, serán los encargados de proporcionar a los visitantes cualquier tipo de satisfacción que necesiten. Un lugar donde los humanos no deben responder por sus actos, sean estos cuales sean. Basada en la ópera prima como director de Michael Crichton, Almas de metal, la exitosa serie de HBO analiza el lado más íntimo (y oscuro) del comportamiento del ser humano.

TEXTO POR ALFREDO MANTECA
ARTÍCULOS
CIENCIA-FICCIÓN | RESEÑA | TV
25 de Enero de 2018

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Antecedentes

Michael Crichton, famoso médico y novelista, se encargaba de escribir el guion de sus películas. Sería un claro ejemplo de cine de autor dentro del marco de los grandes estudios. Sus historias eran muy particulares y tenían un estilo concreto por el que es considerado el padre del techno-suspense. En sus novelas, guiones y películas siempre se mezcla ciencia ficción con el género policiaco, creando historias donde sus protagonistas deberán investigar para salvar sus vidas o resolver un enigma.

Su salto a la fama se lo debe al cineasta Robert Wise, que llevó a la pantalla su éxito de ventas de 1969 titulado La amenaza de Andrómeda. Claro exponente del techno-thriller, en este caso sus protagonistas son dos científicos que luchan contra un virus procedente del espacio exterior en una base militar subterránea. Este largometraje fue un éxito en su momento, se convirtió en un clásico de la ciencia ficción y, obviamente, le abrió las puertas de la meca del cine.

Para su debut como director de cine, Michael Crichton eligió un tema en boga a principios de la década de los 70 en el campo de la ciencia ficción, nos referimos a la robótica y sus peligros. Para ello plantea una idea que volvería a explorar años más tarde cambiando robots por dinosaurios. Delos es un enorme parque de atracciones donde los humanos acuden para vivir aventuras que nunca podrían imaginar. En Delos los robots actúan como y para los humanos, están para servirlos y hacer que se lo pasen bien, en el más amplio sentido de la palabra. Este parque temático está dividido en tres grandes áreas temáticas. Los visitantes pueden optar por visitar el mundo romano y vivir la decadencia de Pompeya; la época medieval, viajar hasta el siglo XIII y pasar unos días en el interior de un castillo europeo o bien descubrir cómo se vivía en el lejano oeste en 1880, de ahí el título original del filme, Westworld. Los robots que interactúan con los visitantes del parque están diseñados para sangrar y actuar como los humanos, y —siguiendo la primera ley de la robótica del maestro Asimov— estos están programados para no herir o matar a los humanos. Además, las armas llevan un sensor que solo les permite activarse ante los cuerpos fríos, mientras que se inhiben ante la temperatura corporal humana. Todos estos mundos están vigilados y dirigidos por programadores y científicos desde un centro de control; por la noche los operarios se encargan de limpiar el escenario, retirar y reparar los robots para que al día siguiente todo vuelva a empezar. Todo marcha a la perfección hasta que, como si de una infección se tratase, se produce un malfuncionamiento de los robots en el medievo y se propaga por el resto del parque hasta llegar al lejano oeste, donde un robot pistolero comenzará a sembrar el terror matando a todos los visitantes.

Delos es un enorme parque de atracciones donde los humanos acuden para vivir aventuras que nunca podrían imaginar.

La trama de este interesante thriller se vertebra sobre la idea de que la fantasía se hace realidad por el módico precio de 1000 dólares al día. Obviamente, este parque es exclusivo para el ocio de adultos ricos que desean satisfacer sus más bajos instintos. En este caso, el cineasta de Chicago pasa de puntillas sobre la ausencia de control de las máquinas, porque opta por ofrecernos una intensa trama de acción donde el Pistolero (Yul Brynner), da caza a los visitantes del Far West, entre los que se encuentran Peter Martin (Richard Benjamin) y John Blane (James Brolin), que lucharán por salvar sus vidas. Lo más revolucionario de este filme es que introduce el concepto de virus que infecta a los robots y se va contagiando de unos a otros, pasando de unas zonas a otras del parque. En esta ópera prima llaman la atención varias cosas. A pesar de que hay varios mundos, la trama se centra en el lejano oeste. Esto puede ser debido a las fuertes restricciones presupuestarias que le impuso la Metro Goldwing Mayer al joven director. A pesar de ello, el realizador de Chicago quiso mostrar el punto de vista de los robots, mostrarnos en cámara subjetiva la forma en que veían el mundo. Para ello tuvo que usar imágenes generadas por ordenador (CGI), de tal forma que esta es la primera película en la que se usó este tipo de tecnología cinematográfica. Y finalmente, como en Parque Jurásico, uno de los programadores dice «No hay nada que funcione aquí», cuando intenta llamar por teléfono desde el centro de control. Resultando de lo más familiar para el cinéfilo aguerrido.

Lo más revolucionario de este filme es que introduce el concepto de virus que infecta a los robots y se va contagiando de unos a otros, pasando de unas zonas a otras del parque.

Crichton supo darle un toque apocalíptico e irónico necesario, que acabó convirtiéndola en un filme de culto. Mítica es la secuencia final en la que realiza un zoom sobre el actor Richard Benjamin, mientras se escucha una voz over que dice «Tenemos unas vacaciones para ti», mientras su rostro refleja que viene de una dura batalla por salvar su vida.

En 1976, esta historia conoció una secuela titulada Mundo Futuro (Futureworld), interpreta por Peter Fonda, hijo del magnífico actor, que da vida a Chuck Browning, un periodista que cubrió los hechos acontecidos en Delos dos años atrás y que es invitado, junto a Tracy Ballard (interpretada por Blythe Danner), a visitar el parque para mostrarles que ahora es un sitio seguro. Sin embargo, un operario del parque llamado Frenchy le llama para decirle que tiene más información sobre lo que ocurre allí y comienzan a sospechar que algo extraño está ocurriendo.

Los guionistas de esta deplorable y aburrida secuela —Mayo Simon y George Schenck— nos cuentan que la Corporación Delos ha mejorado la tecnología y la seguridad del parque, y que inclusive pueden grabar sueños. Sin embargo, el verdadero interés de la empresa es clonar a la gente poderosa del planeta para sustituirlos por androides. Duffy es el científico loco que dirige Delos y que está convencido de que el ser humano es inestable, violento e irracional frente a los robots que son sumisos y obedientes. Los dobles que crea —clones— son más que robots, son seres vivos desarrollados a partir de la información genética de las células del original. De ahí la dificultad de poder distinguir el original del doble. Richard T. Heffron, director de la cinta, usó imágenes de Almas de metal y rodó un par más de secuencias, de ahí que la aparición del poderoso personaje encarnado por Yul Brynner posea un carácter meramente testimonial. Es imposible recomendar esta segunda parte porque carece de ritmo y su trama resulta totalmente rocambolesca. Además, el guion es sobradamente reiterativo.

Aun así, en 1980 Lou Shaw revisitó los personajes y la trama de Almas de metal en la miniserie homónima integrada por cinco capítulos. La serie tiene tan pocos capítulos porque fue cancelada por bajos índices de audiencia al tercer episodio. En este caso, el jefe de seguridad de Delos, John Moore, tiene que lidiar con el científico loco de turno, llamado Quaid, que ha tomado el control de los robots y quiere conquistar el mundo. El principal reclamo eran sus estrellas catódicas: Jim McMullan, famoso por haber formado parte de la serie Lou Grant, o James Wainwright, que daba vida al villano de la función. Esta serie sirvió para dar a conocer a la actriz neoyorquina Connie Sellecca, a la que todos recordaréis de series como Hotel o El gran héroe americano. Realmente, no hay nada más que destacar de esta secuela que lo único que plantea es un plan megalómano para conquistar el mundo con los robots.

El principal anhelo del ser humano es corregir los errores del pasado

Ahora, treinta y seis años después, Jonathan Nolan y Lisa Joy —creadores de la serie para HBO—, con la ayuda de los productores ejecutivos J.J Abrams y Bryan Burke —fundadores de la productora Bad Robot y creadores de Perdidos—, nos proponen una revisión de este mundo surgido de la pluma de Michael Crichton, tratando de corregir los errores de la ópera prima del realizador de Chicago. Sabiamente se inclinan por centrarse en el mundo del lejano oeste, un nuevo parque construido sobre el antiguo Delos. En esta nueva visita al parque todo está cuidado al detalle, comenzando con su magnífico reparto que está repleto de grandes figuras como el ganador del Premio de la Academia® Sir Anthony Hopkins (El silencio de los corderos) o el ganador del Globo de Oro Ed Harris (El show de Truman), aunque el peso de la historia lo llevan Evan Rachel Wood (El luchador) y Thandie Newton (Crash), arropados por Jeffrey Wright, James Marsden, Ben Barnes o Rodrigo Santoro. Lisa Joy y Jonathan Nolan se han encargado del desarrollo de la trama, que está construida sobre dos líneas argumentales principales que se entrecruzan gracias a unos personajes sólidos y sumamente interesantes. Las subtramas enriquecen ambas líneas que acaban confluyendo en los dos últimos capítulos de la temporada sorprendiendo al espectador. Esta vez, el parque está dirigido por el doctor Robert Ford (Anthony Hopkins), un científico en el declive de su carrera que decide crear su último argumento para el parque, ayudado por su mano derecha, el doctor Bernard Lowe (Jeffrey Wright). En un intento de humanizar más a los robots les implantan ensoñaciones, aunque estas provocan alteraciones en el comportamiento y sus consecuencias no se hacen esperar.

Esta nueva propuesta lo tiene todo. Posee acción, suspense y una gran trama existencialista. Los robots se nos presentan como criaturas especiales que buscan su sitio en el mundo. Los humanos, por su parte, acuden a Delos porque les ofrece posibilidades ilimitadas. Los robots son los anfitriones de este mundo especial, creados para servir y satisfacer los más bajos instintos de los humanos, sin que estos deban sufrir las consecuencias de sus actos. Todos (humanos y robots) tienen su camino marcado dentro del parque gracias a los argumentos diseñados por el guionista del parque, Lee Sizemore (Simon Quarterman), aunque finalmente, los androides decidirán salirse del camino establecido.

Un viaje de autodescubrimiento

Esta revisión no aporta nada nuevo que no hayamos visto en filmes de ciencia ficción de los últimos treinta años, pero su guion está lleno de giros de tuerca muy bien planteados que acaban sorprendiendo al espectador, por mucho cine de ciencia ficción que haya visto.

Han conseguido expandir la idea original de Michael Crichton, donde los robots siguen viviendo en un bucle diario, aunque ahora son más humanos incluso que los humanos. Estos poseen crisis existenciales y se plantean preguntas lícitas como ¿quién soy?, ¿qué hago aquí? o¿cuál es mi propósito en la vida? Lógicamente, al estar creados a imagen y semejanza de su creador, los robots acaban cometiendo errores propios de los humanos. Para hacerlos más persuasivos les programan recuerdos, y cuanto más trágicos y dolorosos son estos, más convincentes resultan sus personalidades, de tal manera que algún humano acaba cayendo rendido a sus pies, como en el caso del joven William enamorándose de Dolores.

Por su parte, los humanos acuden a Westworld para huir del caos de la realidad. En el parque todo es orden, cada pequeño detalle importa y todo funciona bajo una precisión milimétrica. La aventura que el visitante decida vivir acabará revelándole su verdadera personalidad. El visitante acaba tomando conciencia de sí mismo y a la postre le acaba otorgando la libertad. Es ahí donde reside la magia de este particular lugar. Esto queda perfectamente claro en la aventura llamada «El laberinto», que da título a esta primera temporada. El Hombre de Negro, interpretado por Ed Harris, es un huésped que pretende llegar al centro del laberinto. Piensa que el creador de la historia ha escondido allí el verdadero significado de Westworld. Así, hará un viaje que le llevará por todo el parque y poco a poco irá descubriendo su verdadero yo. A nadie se le escapa que cuando inicias un viaje de autoconocimiento este no va a estar exento de cierta dosis de dolor, tristeza y desdicha, porque no todo lo que descubres te va a gustar.

La gran diferencia con el original de 1973 es que mientras la versión original exploraba el miedo a la rebelión de las máquinas (que la tecnología creada por el hombre se vuelva en su contra), esta nueva visión es mucho más filosófica. Más hermanada con películas como Blade Runner, donde priman los conflictos existencialistas de la hard science fiction. El guion se vertebra sobre conceptos como el dolor, la culpa, el error o la conciencia. Además, esta nueva versión explora en profundidad una de las secuencias más interesantes del original. Nos referimos a la reunión de todos los jefes de la Corporación Delos en la que tienen que decidir si lo cierran o no porque los robots se están contagiando unos a otros. Finalmente, la decisión tomada por la codicia se convierte en un auténtico baño de sangre. Los creadores de la serie, Lisa Joy y Jonathan Nolan, van mucho más allá en su planteamiento en torno al poder de la corporación y lo que hace con sus empleados, llegando a explorar nuevos territorios como el espionaje industrial.

Es imposible cerrar este viaje por el parque sin reparar en la estupenda labor de los realizadores de la serie. Todos han usado la misma narrativa: la gramola comienzo del nuevo día. Enuncian los flashbacks de una manera muy sutil, de tal forma que si el espectador no está atento se perderá en lo narrado. Formalmente, rehuyen de los consabidos efectos sonoros (como pasaba en Perdidos) para dar poder a la palabra, comenzando con un «recuerda» o «porque no empezamos de cero». Todos saben rentabilizar los hermosos y agrestes paisajes de Utah con una espléndida y maravillosa fotografía, así como la excelente partitura firmada por Ramin Djawadi. El compositor de Juego de tronos toma distancia del score original firmado por Fred Karlin. Este opta por dotarle de un aire más clásico y formal frente a la banda sonora de 1973 creada a golpe de sintetizador. Djawadi crea un mundo sonoro totalmente dramático, que es tan tétrico como cristalino. Su música se adapta perfectamente a la evolución dramática de los personajes frente a la partitura de Karlin, que era sumamente eficaz y supo marcar el suspense, dándole ese aire futurista que precisaba el filme de Michael Crichton.

Lo cierto es que nadie puede negar que el largometraje Almas de metal es un clásico de la ciencia ficción y que Westworld es sumamente respetuoso con él. Sus creadores han sabido ir más allá y darle la grandeza necesaria que precisa este nuevo Delos, llevándolo al límite de las posibilidades argumentales. Todo ello hace que sea una de las grandes series de HBO y que os recomendemos este viaje al lado oscuro del ser humano, un tanto turbio y complejo.

Imágenes cedidas por HBO España

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