La fórmula de la inmortalidad

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La inmortalidad es un tema recurrente en la historia, aunque nunca se haya podido observar de manera inequívoca en la naturaleza. Sin embargo, el mundo está lleno de animales extraordinarios que han traspasado barreras biológicas, la mayoría por mecanismos que aún no se han conseguido averiguar. ¿Son ellos la clave para conseguir la pócima de la vida eterna?

TEXTO POR ANNA MOLINET
ILUSTRADO POR LUIS ARMAND VILLALBA
ARTÍCULOS
ADAPTACIÓN | BIOLOGÍA
12 de Marzo de 2018

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En todas las mitologías podemos encontrar el concepto de la inmortalidad. Algunas veces se trata como una bendición y en otras ocasiones consiste en un castigo. Sea como sea, es un concepto recurrente en la literatura y su presencia se explica por la preocupación o inquietud del ser humano frente la muerte. Dicha problemática sigue más que vigente en nuestros días: encontramos la inmortalidad del alma en las religiones y constantes leyendas que se reproducen en los libros, películas y canciones, como por ejemplo los zombis o los vampiros.

Lo cierto es que desde un punto de vista lógico, la inmortalidad no es sostenible. Justamente la gracia de la vida se encuentra en que llega un punto en que se acaba. La materia constantemente se transforma y pasa a pertenecer a otra cosa, viva o no. Si no existiera la muerte, si los seres vivos no pereciésemos, ya haría bastante tiempo que hubiéramos agotado todos los recursos y materia para permitir la continuidad de nuevos organismos.

Así pues, parece razonable que en sentido biológico no exista la inmortalidad, digamos, de una forma inequívoca. Sin embargo, la naturaleza nos sorprende cada día y nos demuestra que la realidad puede superar la ficción. Entre nosotros existen diversas criaturas que destacan por su extrema longevidad, su resistencia al cáncer o por ser capaces de soportar condiciones extremas.

Lo cierto es que desde un punto de vista lógico, la inmortalidad no es sostenible. Si no existiera la muerte, si los seres vivos no pereciésemos, ya haría bastante tiempo que hubiéramos agotado todos los recursos.

Una de estas especies extraordinarias son los tardígrados, también conocidos como osos de agua. Dichos animales se encuentran repartidos por todo el planeta —puedes encontrarlos en el Polo Norte, en la Amazonia o en el balcón de tu casa—, pero no son perceptibles a simple vista, ya que miden aproximadamente medio milímetro.

Imagen obtenida mediante microscopía electrónica de barrido del tardígrado Milnesium tardigradum. Créditos: Schokraie E, Warnken U, Hotz-Wagenblatt A, Grohme MA, Hengherr S, et al. (2012)

Este animal ha sido sujeto de muchos estudios debido a su resistencia frente a condiciones extremas, formando no solo parte de los organismos denominados extremófilos sino que actualmente se le considera el ser vivo más resistente. Puede sobrevivir a presiones de 6000 atmósferas (atm), lo que es un verdadero hito teniendo en cuenta que en la Tierra tenemos una presión de 1 atm. Además, soporta la radiación ionizante, la deshidratación prolongada y aguanta un rango de temperaturas impresionante: de casi el cero absoluto (-273 0C) hasta los 150 0C.

Asimismo, se ha comprobado que puede sobrevivir al vacío del espacio. Colocaron un grupo de tardígrados en una sonda espacial y al volver, algunos de ellos no solo estaban perfectamente vivitos y coleando sino que además aún mantenían su capacidad reproductiva.

Por tanto, los osos de agua son increíblemente resistentes, y esto es gracias a su capacidad para entrar en criptobiosis, un estado anhidrobiótico en el cual sus células pasan de tener un 85% de agua a tan solo un 3%. En este estado pueden sobrevivir a condiciones hostiles: 30 años congelados, resistir a la radiación, a la inmersión en éter o alcohol puro o al vacío del espacio exterior.

Colocaron un grupo de tardígrados en una sonda espacial y al volver, algunos de ellos no solo estaban perfectamente vivitos y coleando sino que además aún mantenían su capacidad reproductiva.

El segundo animal que nos tiene fascinados es Turritopsis nutricula, una especie de medusa. Dicho animal tiene una característica única en el reino animal, hasta el punto que algunos biólogos lo consideran biológicamente inmortal. T. nutricula, como la mayoría de las medusas, tiene dos fases en cuanto a madurez y aspecto físico: su forma de pólipo y su forma de medusa. La mayoría de medusas generalmente tienen una determinada longevidad, que puede variar de horas a varios meses. Sin embargo, T. nutricula tiene la capacidad de revertir el ciclo y pasar de la forma sexual madura otra vez a la fase inmadura de pólipo.

Ejemplar de Turritopsis nutricula. Créditos: Nautical News Today

Esta capacidad se conoce con el nombre de transdiferenciación —proceso en el que las células ya diferenciadas y especializadas vuelven a su estado previo— que en principio puede repetirse indefinidamente, y por lo tanto puede considerarse prácticamente inmortal. Sin embargo, aunque en condiciones de laboratorio han demostrado no tener un límite en cuanto a longevidad, sí que son mortales en el sentido de que tienen la capacidad de morir, ya sea por una enfermedad o al ser comidas por otro animal.

Las células ya diferenciadas y especializadas vuelven a su estado previo— que en principio puede repetirse indefinidamente, y por lo tanto puede considerarse prácticamente inmortal.

Por último, hablaremos de la rata topo desnuda o rata topo lampiña (Heterocephalus glaber), un tipo de roedor que ha generado mucho interés en la comunidad científica por sus innumerables características que la hacen única. Por un lado, se trata del único mamífero eusocial, es decir, que se organiza en castas según si los individuos son o no fértiles. Así, se produce una división del trabajo donde en una comunidad conviven varias generaciones y son los adultos los que cuidan de las crías del resto de progenitores. Esta organización la encontramos también en las abejas y las hormigas. Otra característica de estas ratas es que no sienten dolor en la piel (carecen de la sustancia P, un neurotransmisor) y que son animales termoconformistas, una mezcla entre poiquilotermos (su temperatura depende del ambiente) y homeotermos (regulan su temperatura internamente).

Ejemplar de rata topo desnuda. Créditos: Roman Klementschitz

Pero lo que más interesa a los investigadores es su extrema longevidad y su resistencia al cáncer. Dichos animales tienen una esperanza de vida de 32 años, muy superior a la de los ratones (2 años). Debido a que su hábitat natural son los túneles bajo tierra, se han adaptado para poder vivir con un porcentaje de oxígeno muy bajo, y su tasa metabólica y de respiración celular es muy baja. Esta adaptación parece ser el motivo de su longevidad, ya que tienen la capacidad de reducir su metabolismo durante períodos hostiles y de ese modo evitar el daño producido por el estrés oxidativo. Asimismo, al estudiarse el genoma de la rata topo lampiña se ha observado una sobreexpresión de genes relacionados con el metabolismo en las mitocondrias y procesos de reducción de la oxidación comparado con ratones, siendo este también uno de los motivos que pueden explicar su longevidad.

Esta adaptación parece ser el motivo de su longevidad, ya que tienen la capacidad de reducir su metabolismo durante períodos hostiles y de ese modo evitar el daño producido por el estrés oxidativo.

En cuanto a la resistencia al cáncer, dichas ratas tienen una alta resistencia a la generación de tumores, que según varias investigaciones se debe a la presencia de las proteínas p16 y p27, que actúan como una barrera frente a la proliferación celular incontrolada, la principal característica del cáncer. Otras teorías apuntan a la alta secreción de ácido hialurónico de alto peso molecular o a sus ribosomas, que producen proteínas extremadamente libres de errores.

En resumen, las tres especies aquí analizadas son animales increíbles que han fascinado a los científicos por su capacidad de desafiar las leyes de la biología. A través del estudio de dichos animales se ha conseguido entender mejor los procesos biológicos del envejecimiento, la senescencia y el cáncer, así como mecanismos para evitarlo o ralentizarlo. De ese modo, la clave para resolver muchos de estos enigmas se encuentra en su genoma y por ese motivo se están llevando a cabo estudios exhaustivos y comparativos para ver qué parte del genoma o qué genes en concreto tienen una expresión diferente que haga tan extraordinarios dichos animales.

Parte de los hallazgos revelan que no se trata de un solo gen, sino de una combinación muy compleja de factores, y estos dependen de la epigenómica y las condiciones ambientales. Pero, quién sabe, quizás algún día descubriremos la receta para ser inmortales. Aunque… ¿estamos seguros de querer serlo?

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