El retrato singular: María Antonieta bajo la mirada de su pintora favorita, Louise Élisabeth Vigée-LeBrun

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María Antonieta de Austria (1755-1793), la famosa reina de Francia durante el último periodo de la Edad Moderna ha sido objeto del vilipendio tanto en su gobierno como por parte de la historia tradicional que todavía hoy día abarca la mayor parte del conocimiento. Mediante este artículo se pretende destacar un lado menos conocido de la reina gracias al estudio de un retrato que concibió su pintora más estimada: Louise Élisabeth Vigée-LeBrun. De este modo también se descubrirá a la artista de este cuadro tan exclusivo, comprendiendo el contexto artístico e histórico del momento y la relación de Vigée-Lebrun con María Antonieta.

TEXTO POR ANDREA GARCÍA
ILUSTRADO POR PAULA ZORITE
ARTÍCULOS
ARTE
24 de Mayo de 2018

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La monarca fue una importante mecenas del arte, la cual contrató a varias pintoras que ejercieron sobre todo como retratistas en la corte. María Antonieta es un exponente del despotismo ilustrado, así que uno de sus actos más relevantes fue la incorporación de algunas mujeres artistas al ámbito monárquico. De esta manera, su pintora más destacada fue Louise Élisabeth Vigée-LeBrun (1755-1842): retratista oficial de la reina y miembra de la Real Academia de Pintura y Escultura desde el 31 de mayo de 1783. María Antonieta facilitó el acceso a la pintora a través de un decreto y empezó a recibir encargos franceses tanto regios como aristocráticos hasta su exilio a Italia en 1789.

La admisión de Vigée-LeBrun no fue fácil. De hecho, Jean Baptiste Marie Pierre, el director de la institución en aquel tiempo, se opuso a su acceso desde el comienzo. La causa fundamental residió en que el marido de la artista ejercía la profesión de marchante de arte. Sin embargo, el sesgo machista era la principal causa de que muy pocas mujeres lograran entrar en la Academia. Pese a que el absolutismo francés abrió las puertas de la institución a las mujeres artistas, sólo hubo tres pintoras coetáneas a Vigée-LeBrun: Marie Suzanne Giroust-Roslin, Anne Vallayer-Coster y Adélaïde Labille-Guiard.

Retrato de María Antonieta en camisa de vestir. 1783. National Gallery of Art.

La artista narra en sus memorias el primer encuentro con María Antonieta, destacando su fascinación por ella y recordándola como una diosa entre sus ninfas. Sin embargo, la suntuosidad que evoca la imagen literaria no es recreada en uno de los retratos que dedica a la monarca en 1783. A diferencia del ostentoso retrato cortesano francés, la pintura es sobria y delicada. La reina aparece con una camisa de vestir más adecuada para la cotidianidad en lugar del ostentoso vestido con tontillo común en la realeza. La obra fue despreciada por la crítica debido al desenfado a la hora de elegir el atuendo de María Antonieta. En realidad, todas cuestiones alteraban el orden absolutista, aunque cada vez más decadente, en el que vivían los miembros de la Real Academia de Pintura y Escultura.

Cabe destacar que Vigée-LeBrun justificó este retrato en sus memorias, argumentando que María Antonieta le dio permiso para retratarla. Ciertamente, la reina había pedido un retrato más casual, el cual consigue envolverla en una atmósfera singular a ojos del público. No se trata de la retratística monárquica convencional, sino que María Antonieta se individualiza sobre todo a través de la vestimenta. El atuendo enlaza con la moda inglesa, cuya directriz seguía la diseñadora de la reina, Rose Bertin. Aunque la crítica artística de la Academia consideró que la esposa de Luis XVI había sido representada en ropa interior, lo cierto es que María Antonieta había creado una iconografía propia y ausente de la corona; de todo el aparato monárquico tradicional. En esta pintura más intimista y natural, Vigée-LeBrun mostró su capacidad para realizar una excelente obra de arte que además marca la diferencia frente a los retratos oficiales, pues desaparece la pompa del barroco tardío a favor del rococó, caracterizado por la frivolidad. Este retrato de 1783 igualmente fue visto como un exceso de libertad y poco pudor por parte de la artista, pese al evidente deseo y posterior amparo de María Antonieta. La elección de Vigée-LeBrun para la tarea puede entenderse como un gesto de sororidad. Sin embargo, su relación, al final basada en la jerarquía de clase, deja entrever el convencimiento por parte de la reina de que esta mujer artista en particular no se replantearía gestar esta inusitada pintura con tal de complacer a su mecenas.

Retrato de María Antonieta, reina de Francia. 1783. Châteaux de Versailles et de Trianon.

Los académicos, rechazando la pintura de Vigée-LeBrun no eran conscientes de que la monarquía utilizaba siempre el arte como medio propagandístico. La molestia fue tal que la retratista decidió pintar una segunda versión de la obra más adecuada al canon del retrato monárquico, de igual modo rococó. María Antonieta fue astuta a la hora de conseguir que alguien la simbolizara a su gusto, apartándose de la norma y asegurándose transcender en la historia. Ella no sabía que sería recordada por el absolutismo, el despotismo y su ajusticiamiento, en vez de por el famoso cuadro.

Autorretrato de Louise Élisabeth Vigée-LeBrun. 1782. The National Gallery.

Vigée-LeBrun se garantizó la fama y extendió sus encargos al resto de la corte y otros personajes destacados de Francia. La historia del arte y el feminismo han ido recuperando su figura como la de otras tantas maravillosas mujeres artistas, descubriendo que esta académica francesa del rococó, el estilo de moda en aquel momento triunfaba como mujer en una sociedad patriarcal de la mano de otra fémina: María Antonieta.

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