La faceta magufa de Conan Doyle que irritaba a Houdini

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Sobre la mesa hay dos periódicos. Ambos de principios del siglo XX. En el primero se publica un artículo que carga contra los médiums, pitonisas y místicos varios. En el otro, se defiende a capa y espada el espiritismo. Uno lleva la firma de Conan Doyle, médico y padre de Sherlock Holmes. El otro lo rubrica Harry Houdini, el mayor mago de todos los tiempos. ¿Qué texto escribe quién? Pista: en el loco siglo XX todo es posible.

TEXTO POR CARLOS PREGO
ILUSTRADO POR PAOLA VECCHI
ARTÍCULOS
LITERATURA | PSEUDOCIENCIA
14 de Agosto de 2018

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Por primera vez en años, puede incluso que por primavera vez en su vida, Sherlock Holmes (Robert Downey Jr.) no sabe cuál será su siguiente paso. Los interrogantes se clavan en su cerebro como diminutas garras. No encuentra respuestas. No ve salidas. Los hilos de la telaraña tejida por Lord Blackwood se extienden a uno y otro lado del misterio que lo atormenta, invisibles, pegajosos. El detective empieza a sospechar que está atrapado en el centro de la red, como una mosca que —cansada de retorcerse— asume que solo le queda resignarse, cerrar los ojos y contar los segundos hasta que las oscuras patas de la araña asomen desde alguna esquina.

Watson está herido, en el hospital.
Irene Adler está desaparecida.
El propio Holmes tiene algunas magulladuras.
Y Scotland Yard peina la City para darle caza.

Solo, sentado en un cuarto mugriento y mal iluminado del East End de Londres, con su astillada pipa en los labios y una botella mediada de alcohol a los pies de la silla, Holmes toma una decisión drástica: aparca su lógica rigurosa y se zambulle en el juego místico de Lord Blackwood. Tras terminar de un lingotazo la botella, traza un pentáculo sobre los tablones del suelo, abre el viejo libro de hechizos que días antes había robado del gabinete de Sir Thomas Rotheram —el líder del Templo de las Cuatro Órdenes, asesinado esa misma semana por Blackwood— e invoca a los espíritus.

Entre delirios, Sherlock tiene su epifanía.

Las claves y respuestas empiezan a empapar su poroso cerebro, como si la mezcla de alcohol, tabaco y espiritismo fuese un potente bálsamo con propiedades dilatadoras.    

Al creador del célebre detective, Arthur Conan Doyle, le costó bastante menos abrazar el misticismo que al Sherlock encarnado por Robert Downey Jr. en la película que Guy Ritchie estrenó en 2009. Aunque resulte difícil creerlo del padre del personaje más racional, templado y deductivo de la literatura, Doyle era un forofo de lo paranormal. Solo en las primeras páginas de su Historia del Espiritismo —un ensayo publicado en 1926 con el clarificador subtítulo de «hechos y doctrinas»— el escritor de origen escocés dejaba lindezas como las que siguen: 

«No ha habido época en la Historia en que no se encontraran huellas de interferencias preternaturales, aunque la humanidad haya tardado en darse cuenta de ellas».

«El poder espiritual, lo mismo que el eléctrico, exige ciertos conocimientos y precauciones al ponerlo en acción».

«Cuando [los malos] espíritus aparecen, el mejor procedimiento consiste en no rechazarlos, sino tratarlos dulcemente y procurar convencerlos de su verdadera condición para que se enmienden».

Así que, sí: el doctor Conan Doyle, el mismo que tenía colgado de la pared de su despacho un título que lo acreditaba como médico y que desde 1887 acumulaba fama por alumbrar a Sherlock Holmes, era un magufo. Pero, ¿cómo, desde cuándo y por qué?

Aunque con frecuencia se apunta a que el escritor abrazó el espiritismo durante la Primera Guerra Mundial, sus coqueteos con lo sobrenatural habían empezado tiempo atrás. El propio Doyle llegó a reconocer en una entrevista que su interés por el ocultismo, la hipnosis, el mesmerismo… se remontaba a 1886, cuando todavía no tenía 30 años. Sería sin embargo en la segunda década del siglo XX cuando asumió una postura más decidida, pública e incluso beligerante a favor de lo místico. 

Conan Doyle, el mismo que tenía colgado de la pared de su despacho un título que lo acreditaba como médico y que desde 1887 acumulaba fama por alumbrar a Sherlock Holmes, era un magufo.

Uno de los detonantes que llevaron al escocés a zambullirse en su creencia en el Más Allá habría sido la Gran Guerra y la oleada de muerte con la que sacudió Europa. Hacia 1914, Doyle vio cómo su hijo Arthur-Alleyne Kingsley tomaba el fusil para sumarse a las tropas británicas. El joven sobrevivió a las trincheras, pero no se libraría de ser una de las millones de víctimas que dejó la contienda: contrajo una neumonía en el campo de batalla y falleció en octubre de 1918, días después de cumplir 26 años y poco antes del fin de la guerra. Su tío, y hermano de Doyle, Innes, le seguiría en febrero de 1919, cuando murió en Bélgica tras contagiarse de la, erróneamente llamada, gripe española.  

En 2014, la Biblioteca Británica de Londres expuso una carta inédita en la que Doyle confiesa que su fe en lo paranormal le libraba de la angustia de saber que su retoño estaba bajo una lluvia de balas y pólvora. «No tengo miedo a la muerte del niño. Desde que me convertí en un espiritualista convencido, la muerte se convirtió más bien en una cosa innecesaria, pero temo el dolor y la mutilación», admitía.

La escritora Mercedes Giuffré señala otras causas que pudieron contribuir a que Doyle transitara desde el férreo materialismo que profesaba en sus años de estudiante al espiritismo beligerante de su madurez. El camino se lo habría allanado una posible crisis religiosa, el intercambio de cartas con intelectuales afines a las doctrinas místicas, los horrores de la guerra o la pérdida de seres queridos, incluido su hijo Kingsley.

Doyle cambió su mentalidad y se abrió al espiritismo, pero su espíritu tenaz se mantuvo inmutable. Desde la segunda década del siglo XX y hasta su muerte en 1930, con 71 años, Doyle siguió dando muestras de la misma capacidad de trabajo que lo convirtió en un autor prolífico. Solo que gran parte de esos desvelos los dedicó a su faceta magufa. Si no dudó en quemarse las pestañas para que Sherlock Holmes encadenara aventuras, tampoco lo hizo cuando tuvo que salir en defensa de lo paranormal.

Escribió artículos y ensayos, anotó observaciones de forma metódica, no eludió los debates… hizo todo lo que estuvo en su mano para defender su nueva creencia. En 1920 incluso se prestó a un careo público con el también escritor Joseph MacCabe, de la Asociación de Prensa Racionalista, sobre «la verdad del espiritismo». El debate se celebró en el Queen´s Hall de Londres y dio pie a un libro: A Public Debate on «The Truth on Spiritualism Between Sir Arthur Conan Doyle and Joseph McCabe».

Las más célebres disputas sin embargo no las mantendría Doyle con McCabe, sino con el gran mago del siglo XX: el austrohúngaro emigrado a EE. UU. Eric Weisz, más conocido como Harry Houdini. Aunque parezca que sus papeles estén cambiados, de los dos —el padre de Holmes y el gran ilusionista— quien defendía el misticismo era Doyle y quien renegaba de él, Houdini.

Con frecuencia el mago echó mano de su ingenio para desenmascarar la farsa de los espiritistas. El odio de Houdini hacia los charlatanes llegó a su cota máxima cuando hacia 1920 uno de ellos quiso colarle un supuesto mensaje de su madre, quien había fallecido más de un lustro antes, en 1913. La buena mujer dejó este mundo mientras su hijo estaba de gira por Europa, algo que Harry jamás se perdonó.

Cuando Doyle conoció a Houdini, sin embargo, el ilusionista aún no había empezado su cruzada contra los espiritistas. Ambos, el escritor y el mago, estaban ansiosos de respuestas, de pruebas a las que aferrarse para creer en un mundo sobrenatural. A su manera, uno y otro querían abrazar la existencia de un Más Allá. El escocés había perdido a su hijo. El mago, a su madre. Ese vínculo común y el talante metódico que compartían hizo que entre los dos se fraguase una amistad sincera.  

Su enfoque de la vida era sin embargo muy distinto. Houdini era desconfiado. Doyle, un crédulo. ¿Cuándo saltó su amistad por los aires? El día que el escritor le contó al ilusionista que su esposa, Jean Leckie, era médium y podía ponerlo en contacto con su difunta madre. Sí… la señora Doyle fue la charlatana que intentó colársela de mala manera al rey de los magos. Hubiese sido más fácil intentar esposarlo.

Houdini llegaría a batallar contra el espiritismo en el Congreso de los Estados Unidos y en las páginas de los diarios. Incluso publicó un libro en 1924 —Un mago entre los espíritus, lo tituló con las farsas que había descubierto. Su mayor truco para desenmascarar a médiums llegó sin embargo después de su muerte gracias al famoso Código Houdini, un sistema cifrado con el que se aseguró de que ningún charlatán se podría atribuir el mérito de haber contactado con su espíritu errante.

¿Qué hacía mientras Doyle? Convertirse en un magufo legendario. A principios de la década de 1920 defendió la veracidad de las hadas de Cottingey y publicó The Coming of the fairies. Su nombre se asocia también con el Hombre de Piltdown, uno de los mayores engaños en la historia de paleoantropología. A lo largo de su vida asistió a sesiones de espiritismo, telepatía… etc. Hacia 1909 creyó incluso que podía hablar con su difunto cuñado a través de una médium que practicaba escritura automática.

Hacia 1909 creyó incluso que podía hablar con su difunto cuñado a través de una médium que practicaba escritura automática.

Las ideas de Doyle no solo se dejaron sentir entre sus amistades o en su imagen pública. Afectaron también a su obra literaria. Además de Historia del Espiritismo, el escocés publicó otros tratados sobre la materia, como los opúsculos La Nueva Revelación (1918) y El mensaje vital (1919). En esa misma línea, hizo que uno de sus personajes más famosos —el Profesor Challenger— siguiese sus pasos en el tránsito desde una robusta mentalidad científica hasta la creencia en lo paranormal. En su antología sobre el personaje, publicada en 2006, la editorial Valdemar excluyó de hecho la novela El País de la bruma al considerar que en sus páginas Challenger «se convierte en una mera excusa de Conan Doyle para hacer propaganda del espiritismo».

Si Houdini era el rey de los magos; Doyle, en cierto modo, lo fue de los magufos.

 

Referencias

Libros

—Konnikova, Maria. 2013. ¿Cómo pensar como Sherlock Holmes? Paidos Ibérica
—Conan Doyle, Arthur. 2005. Historia del espiritismo. Federación Espirita Española

Artículos

—Ciuffré, Mercedes. 19 de agosto de 2016. Conan Doyle y el espiritismo. Evaristo Cultural
—Villatoro, Manuel P. 9 de febrero de 2017. El último misterio del “cazabrujas” Houdini: un código secreto para volver de entre los muertos. ABC 

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