La terrible historia de los ejércitos bioactivos

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TEXTO POR ÁNGEL ABELLÁN
ILUSTRADO POR LUIS ARMAND VILLALBA
ARTÍCULOS
BIOLOGÍA | MICROBIOLOGÍA
23 de Agosto de 2018

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—Abuelo, cuéntame la historia de los primeros glucosinolatos otra vez, porfa.
—Venga, vale, pero ya eres mayorcito para cuentos, ¡casi eres un isotiocianato hecho y derecho! Esta historia comenzó hace unos trece millones de días o así. Antes del primer hombre, todas estas tierras eran yermas. Este brócoli en el que convivimos todos los compuestos bioactivos, antaño fue un lugar próspero donde no existía la ambición ni el rencor. Todos los glucosinolatos jóvenes, las glucorafaninas, las glucobrasicinas o las glucoiberinas (que tenían una actitud española que nos animaba a todos, a pesar de que suene a topicazo), se encargaban de la retaguardia mientras que nosotros, los isotiocianatos, defendíamos el frente. Los problemas se acataban con vehemencia, los ataques de animales no llegaban a ser problemas graves y las altas temperaturas del verano solo nos producían algo de estrés. Si surgía alguna herida, algunos de nosotros nos encargábamos de evitar la oxidación, otros de aliviar la inflamación y otros luchábamos contra bacterias y patógenos para evitar las infecciones, pues así de poderosos somos nosotros, los grandes compuestos bioactivos. Todo estaba perfectamente organizado. Todo era paz y armonía.
—Pero entonces… ¡algo terrible apareció! —interrumpió el joven cuasi-isotiocianato.
—¡Espera, espera! Aquí es el isotiocianato sulforafano el que cuenta la historia, no el glucosinolato glucorafanina, así que, hasta que llegue la enzima reina mirosinasa, haz el favor de respetar a tus mayores.
—Jo… perdón.
—¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Pasó mucho tiempo y nuestros reinos gozaron de tiempos de paz, pero entonces, ¡algo terrible apareció! A nuestro alrededor, los vigías nos informaban de que unas manos prensiles de cinco dedos habían comenzado a recolectar crucíferas. Todos los brotes de brócoli jóvenes eran extirpados de sus tierras. Los brócolis maduros enteros eran cortados de sus troncos, cercenados con crueldad y con un sonido sordo que estremecía las carnes. Todos estábamos asustados, ¡y con razón! Aún recuerdo el momento en el que observé la hoja brillante comenzar a talar el tronco de nuestro mundo. Las viejas iberinas fueron los compuestos bioactivos que más perdieron en este desastre, pues una gran parte de su hogar colindaba con el gran tronco fibroso que nos mantenía hasta entonces. A partir de ese día, nunca volvieron a tener el mismo sentido del humor. Fuimos trasplantados a una habitación estéril y fría. No utilizábamos tierra pero seguíamos creciendo, era como magia negra.
—Se llama ciencia, abuelo. No seas tan dramático.
—¡Pues cuando apenas sabías hablar no me rechistabas tanto! El caso es que el lugar no estaba tan mal. Es cierto que echábamos de menos la luz del día, pero los compuestos bioactivos nos conformábamos con mantener seguro nuestro brócoli. Los ciclos solares nos descolocaban y nos costaba dormir, pero como algunos tenemos efecto analgésico, íbamos tirando. A pesar de todos los esfuerzos, la tensión se palpaba día a día. Los compuestos bioactivos comenzaban a ponerse más y más nerviosos. El estrés incrementaba. Los distintos grupos comenzaron a no salir de sus tierras para no cruzarse entre ellos. No nos dimos cuenta de cómo ocurrió, pero el reino dejó de ser de todos para ser de cada uno… y la cosa estaba a punto de empeorar.
—Los… ELICITORES. ¡CHAN CHAN CHAN!
—¿Por qué vuestra generación tiene tan poco respeto? En fin… exacto, llegaron los elicitores del mal. Al principio solo eran subidas de temperaturas para que nos pusiéramos a la defensiva y nos crispáramos más, ¡y vaya si funcionaba! Olas de calor terribles, después frío, después temperaturas medias y vuelta a empezar. Luego pasaban a humedades radicales o incluso nos mandaban tubos con aires tan fuertes que derribaban edificios antiguos enteros, matando a un montón de compuestos bioactivos inocentes pero también haciendo que muchos salieran a defender sus hogares. Así surgieron los problemas políticos graves. Las iberinas ancianas exigían más impuestos para sus graves daños estructurales y morales que el resto, y el resto, bueno, el resto no estábamos de acuerdo aun sabiendo que era lo justo. Pero el miedo y la escasez es una combinación capaz de acabar con todo raciocinio. Los humanos lo llamaban «elicitor biótico», y me temo que ahí no terminaban los problemas.
—Esta parte es bestial…
—¡Un respeto, por Glucosinoladiós, que murieron muchas glucobrasicinas niñas! Los elicitores abióticos fueron la chispa que faltaba para que todo saltase por los aires. El día en el que aparecieron las hormonas reinas falsas, impostadas (cómo odiaba a la maldita Jasmonato), colocadas en tronos inventados por los humanos, la gran guerra dio comienzo. Las iberinas protagonizaron la primera gran batalla datada y yo fui testigo. Todos nos golpeábamos y nos sanábamos con nuestros poderes antiinflamatorios. Los jóvenes y los ancianos, glucosinolatos e isotiocianatos… hasta los carbinoles, famosos por su pacifismo, tomaron sus armas. Los enfermos de cáncer ni siquiera eran curados antes de alistarse, ¡y mira que tenemos propiedades anticancerígenas! Todos los compuestos bioactivos salimos a la luz y, mientras luchábamos con descarnada violencia, los científicos se frotaban las manos, pues los verdaderos ganadores de la batalla, eran ellos.
—Los humanos son muy así, abuelo. No les guardes rencor. Al fin y al cabo, estando aquí nos aseguramos de no acabar devorados.
—Resulta que los científicos lo tenían todo perfectamente controlado, y su intención era precisamente que saliésemos de nuestros seguros hogares para aislarnos, encapsularnos o añadirnos a sus alimentos y aprovecharse de nuestros poderes y nuestras actividades biológicas increíbles. Y, desde entonces, el ser humano utiliza nuestros brócolis para alimentarse y así poder luchar contra muchas enfermedades. Pero lo que no tenían en cuenta era que no siempre actuamos igual, pues, si nos separas de nuestro reino, perdemos gran parte de nuestros poderes. Los pobres humanos luchan su propia batalla para intentar conseguir sacarnos de nuestras casas y que sigamos ayudando a la prevención de sus enfermedades, pero somos compuestos bioactivos, somos complejos, somos poderosos y pertenecemos al maldito bróco… aaaafff…
—¡Respira, respira, abuelo!
—Perdóname, hijo, esta historia siempre me altera mucho, ufff, ufff.
—Buah, es genial. No me canso de escucharla. Bueno, abuelo, me tengo que ir a clase. ¡Recuerda que mañana me gradúo y por fin seré un isotiocianato!
—Claro, querido, nunca me lo perdería. Vas a ser un antioxidante formidable, ya lo verás.

Referencias

—N.Baenas, D.A. Moreno y C. García-Viguera. 2017. Estudio de la bioactividad in vitro e in vivo de brotes de brócoli ricos en glucosinolatos/isotiocianatos. Nereis: Revista Iberoamericana Interdisciplinar de Métodos, Modelización y Simulación. 10:69-78.

 

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