First Man: entre las barreras tecnológicas y humanas

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El 12 de septiembre de 1962, el presidente de los Estados Unidos dijo en un discurso: «Elegimos ir a la Luna. No porque sea fácil, sino porque es difícil». Así daba comienzo a la apasionante carrera espacial que ganaron en julio de 1969, cuando tres hombres finalizaban un increíble viaje de 400.000 kilómetros para llegar a la Luna. La misión del Apolo XI estaba tripulada por tres hombres Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins.

TEXTO POR ALFREDO MANTECA
ARTÍCULOS
CINE | RESEÑA
12 de Octubre de 2018

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Damien Chazelle, de todos ellos, se centra en el hombre que piso por primera vez el satélite y realiza un biopic al uso. El reto del cineasta era aproximarse al lado más desconocido de la mítica figura. Por ese motivo, para adentrarse en la vida de esta leyenda estadounidense ha tomado como punto de partida la novela homónima firmada por James R. Hansen. El tenaz autor de Indiana, a fuerza de insistir, finalmente consiguió entrevistar al famoso astronauta, que se negaba rotundamente a hablar de su intimidad.

El filme arranca en 1961 cuando era un piloto de pruebas para las Fuerzas Armadas, que consigue ingresar en el programa Gémini, y cierra el largometraje en 1969 tras su mítico viaje a la luna. First Man (El primer hombre) se mueve en la dualidad. Por un lado tenemos la figura pública, el icono de la carrera espacial, y por otro nos ofrece la intimidad de su vida familiar. Sus alegrías y momentos más dolorosos, como cuando pierde a su hija o a sus distintos compañeros.

Para poder ganar esa batalla de la guerra fría en la que estaba inmersa la sociedad estadounidense tuvieron que reclutar pilotos. Estos aventureros tuvieron que hacer un esfuerzo inmenso intelectual y físico para adaptarse e incrementar sus capacidades, para poder pilotar esos cascarones metálicos en la inmensidad del océano cósmico.

Este logro humano fue realmente el logro de una sociedad. Sólo el programa Apolo costó alrededor de 24.000 millones de dólares de la época, costeada por los presupuestos del estado. Así es como, Josh Singer se adentra en la tercera línea argumental del filme, el impacto social de esta decisión política. Esto hacía que un sector de la sociedad se preguntará qué necesidad tenían ellos de cumplir ese objetivo del presidente. También es cierto que generó muchos puestos de trabajo, pero ¿el fin justificaba los medios? El guionista rehúye dar respuesta a esta pregunta, y pasa por encima sobre las repercusiones sociales.

First Man (El primer hombre) es impecable desde el plano técnico. El realizador demuestra su gran profesional y dominio de la narrativa cinematográfica. En la secuencia inicial pone todas las claves del filme. En ella, el espectador verá como Neil lleva el avión a la estratosfera y al intentar descender, este rebota contra la atmósfera. En cine hay un recurso que se llama cámara subjetiva o plano subjetivo. Es muy importante porque nos muestra lo que ve el sujeto. De esta manera, Chazelle, opta por mostrarnos la acción a través de lo ojos del personaje, de tal forma que genera un relato en primera persona. A eso le debemos sumar el movimiento de la cámara y un excelente uso del sonido, que ya nos demostró en trabajos previos como Whiplash. Este conjunto de elementos hace que el espectador tenga una experiencia inmersiva en la aventura, y sienta la angustia y la adrenalina de Armstrong.

Lo malo es que todos estos alardes técnicos desaparecen en el plano psicológico y sentimental. Así es como el espectador podrá encontrar una narrativa desequilibrada, porque en esta vertiente argumental la mirada del realizador se vuelve plomiza, reiterativa y ciertamente aburrida. Toda esa intensidad que teníamos en las escenas de acción desaparece, dejando a la deriva al pobre espectador. Y es una pena, porque el aspecto más novedoso era el plano humanista, cómo afectó esto al mítico héroe, qué le motivaba a montarse en un módulo que está encima de enormes tanques de combustible, que bien podían reventar o bien llevarle a su destino. Esta aventura en el fondo tenía un punto de misión suicida. Qué motivación tenían para arriesgarlo todo por la sociedad estadounidense. Puede que hubiera más cosas que podían fallar que funcionar a la perfección. Esto queda patente en el tramo final del filme. Para que Neil Armstrong pudiera decir: «Houston, aquí Base Tranquilidad, el Águila ha aterrizado», antes tuvo que pasar los sudores de la muerte durante el aterrizaje. Para que el lector se haga una pequeña idea, el procesador de su móvil le daba mil vueltas al ordenador de a bordo de la nave espacial. Este se sobrecargó y no paraban de saltar alarmas. El astronauta se percató que iban directos a un cráter. Por ese motivo, tuvo que tirar de experiencia y pericia para pasar a modo manual y sortear un enorme obstáculo, posando finalmente la nave habiendo gastado casi todo el combustible. Si hubieran aterrizado sobre el rocoso accidente geográfico se hubieran roto las patas y no hubieran vuelto.

Chazelle se siente incapaz de mostrarnos de una manera lógica esos miedos, su narrativa se vuelve incompetente por algún motivo que como crítico no alcanzo a entender. Es como si el director fuera una suerte de Jeckyll y Hyde. Uno que se siente cómodo con las escenas de acción y otro que está totalmente perdido en la vertiente humana. La relación personal de Neil con Janet carece de fuerza. Claire Foy devora a Ryan Gosling en el plano interpretativo. Su fuerza arrasa el minimalismo y la contención actoral su compañero. El director se pierde en la vida doméstica de la pareja, lastrando el largometraje, porque lo cierto es que había cosas más importantes que contar.

Podemos considerar First Man (El primer hombre) un filme técnicamente perfecto, consigue meter en la cabina de mando al espectador, posee magníficos encuadres, una buena banda sonora, y una actriz maravillosa que lucha contra un personaje desdibujado y sin profundidad. Chazelle se pierde en los detalles pequeños y es incapaz de encontrar el tono épico que requiere esta historia, que sí lo consiguió en 1983 Philip Kaufman en su estupenda y muy recomendable, Elegidos para la gloria. En ese filme que se alzó con tres estatuillas doradas al mejor montaje, a la mejor música y al mejor sonido, sí que quedaban perfectamente descritos los retos tecnológicos y psicológicos de ese grupo de aventureros. Seguro que el nuevo trabajo del director de Whiplash acabará nominado en el apartado técnico.

Imágenes cedidas por Universal Pictures Spain

 

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