Babia

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Cuántas veces me habrá dicho mi madre aquello de ¡estás en Babia!, pero nunca había sido tan real como en marzo de 2014. En aquellas fechas sí estaba en Babia, literalmente. Me encontraba en aquel rinconcito al noroeste de la provincia de León, en el límite con Asturias, con unos compañeros de estudios. Os podéis imaginar los paisajes escarpados que se veían desde cualquier parte, las carreteras estrechas y con curvas para acceder a las zonas que nos interesaban, el sonido de los riachuelos por debajo de la nieve (repito, era marzo) aunque no se veían… Estábamos ante unos paisajes de esos que suelen salir en las postales o en los documentales a vista de pájaro, impresionantes. Pero, ¿qué formaban estos paisajes tan singulares?

TEXTO POR RAQUEL MARTÍNEZ CANTÓ
ILUSTRADO POR ELENA GROMAZ
ARTÍCULOS
24 de Enero de 2019

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Por supuesto, yo ya sabía que un factor importante era la litología, las rocas y minerales que forman la base para que se desarrolle la vida. Además, sobre ello siempre actúan factores que generan el relieve actual. En este caso, las rocas que forman las altas montañas (como los 2417 metros de Peña Ubiña) y que habíamos ido a estudiar, se formaron en el Precámbrico y el Paleozoico, es decir, que tienen entre mil y doscientos cincuenta y dos millones de años de antigüedad. Los geólogos dividimos las rocas de Babia en dos dominios según su edad y las estructuras presentes: el dominio de la zona cantábrica, el noreste, constituido por los materiales paleozoicos, y el dominio de la zona asturoccidental, leonesa, al suroeste, formada por los materiales precámbricos y marcada por la estructura anticlinal del Narcea.

Y aquí os voy a contar un par de curiosidades. Si miráis el mapa de España en Google Earth y os acercáis a la zona, veréis esa estructura que parece el pliegue de una rodilla, la «rodilla astúrica», en la parte más izquierda de la cordillera Cantábrica. Ese pliegue que cambia la dirección de los materiales pasando de ser este-oeste a ser casi norte-sur es donde aparecen los materiales más antiguos de la zona, que son también unos de los más antiguos de la península. Otra curiosidad son los nombres de las formaciones litológicas. ¿Sabíais que se ponen según la población donde aparece su estrato más significativo? Se elige el punto donde la formación aparece de forma más clara y fácil de reconocer, para que sea referencia de otros lugares donde aparece. Por eso, las formaciones de la zona tienen nombres como: Láncara (Lugo, material calcáreo del Cámbrico), Barrios (León, cuarcitas del Ordovícico) o La Vid (León, materiales calcáreos y terrígenos del Devónico).

Como habíamos estudiado antes de ir, todos estos materiales tan antiguos habían sufrido varios procesos que los habían dispuesto tal y como los veíamos, como están ahora mismo, entre ellos dos grandes orogenias, la Varisca hace unos trescientos millones de años y la Alpina hace unos setenta millones de años. Pero lo que más nos llamaba la atención eran los restos de los glaciares que ocuparon la zona en las últimas glaciaciones, ya algo modificados por la erosión de los ríos importantes del área. 

Algo que comentamos los compañeros cuando volvimos a la habitación fue la gran cantidad de flora y fauna distintas que habíamos visto (y más en los días siguientes). ¡Era increíble! Según nos contaron, es un enclave único de transición entre los paisajes mediterráneos de interior y los atlánticos.

Nos dimos cuenta rápido de que la vegetación se asentaba especialmente sobre las cotas más bajas de la zona, debido a la naturaleza blanda de los sustratos en esos puntos. Los campos estaban cubiertos de brezal con algunos pequeños bosques que, dependiendo de su situación, eran de robles (al norte, atlántico) o sabinares (al sur, mediterráneo). Estos últimos son un fósil viviente ya que lleva ahí desde el Paleógeno –unos sesenta millones de años. 

Allí, sobre aquella vegetación y a lo lejos, vimos varios ciervos y corzos. ¿Sabríais diferenciarlos? Nosotros tampoco, ¡menos mal que teníamos una experta con nosotros! Lorena nos contó que el corzo es más pequeño que el ciervo, pesa muchísimo menos (casi cien kilos de diferencia) y tiene una altura casi la mitad. Pero no es solo eso, también sus extremidades posteriores son diferentes.

A la vuelta de aquel viaje estuve indagando algo más sobre la fauna presente en esas zonas y me enteré que en esa zona existen pequeñas poblaciones de osos y urogallos y también lobos, nutrias, águilas reales y buitres leonados. De estos últimos vimos algún ejemplar de camino, en el autobús. ¡Ojalá haberlos visto más de cerca! ¿Vosotros habéis visto a estos animales ya? ¡No dejéis de visitar Babia!

Y si todavía no sabéis el porqué de la expresión «estar en Babia», ahora os lo cuento. Viene a significar estar distraído y deriva de los tiempos en los que los reyes de León pasaban en esta zona largas temporadas para cazar y relajarse. Los súbditos entendieron que, cuando se decía que el rey estaba en Babia, este no quería saber nada de los problemas de la corte. Así que… ¡os espero en Babia!

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