La babosa que quería ser una planta

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Imaginemos como sería nuestra vida si pudiéramos vivir de luz solar igual que las plantas: dejaríamos de pasar hambre y acabaríamos con muchos problemas de sostenibilidad ambiental. Desafortunadamente para los humanos esto es un sueño irrealizable, pero en el mundo animal hay un ser vivo que lo ha conseguido.

TEXTO POR GIULIO NIGRO
ARTÍCULOS
BIOLOGÍA
7 de Febrero de 2019

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La babosa marina Elysia chlorotica se reconoce fácilmente por su color verde esmeralda y por su ancho cuerpo cuya forma recuerda a una hoja de lechuga. Pero este animal no se conforma con parecerse a los vegetales en el aspecto exterior; hay otra característica fundamental que comparte con ellos y es la capacidad de hacer la fotosíntesis. Esto la convierte en una especie de quimera entre animal y planta, algo que parece desafiar todas nuestras certezas sobre el mundo natural. ¿Cómo ocurrió este milagro de la evolución?

Dicen que somos lo que comemos. En el caso de Elysia chlorotica esto es cierto. Este animalito se alimenta únicamente de algas, que pincha y chupa utilizando una especie de lengua dentada llamada rádula. Y no solamente las come, también les roba su tesoro más valioso: los cloroplastos, o sea las microscópicas centrales energéticas donde se realiza la fotosíntesis. En estos orgánulos en forma de disco se encuentran las moléculas de clorofila que capturan la luz y que confieren a plantas y algas el color verde.

En lugar de digerir los cloroplastos, la babosa los almacena en células especiales de su aparato digestivo, donde siguen funcionando y proporcionan azúcares que el animal puede consumir. Cuando es aún joven, la babosa tiene que comer algas sin parar para adquirir los cloroplastos, hasta que tiene un número suficiente. A partir de este momento, ya puede vivir de la fotosíntesis. ¡Y así es como nace una babosa a energía solar! Sin duda, el animal favorito de los ecologistas.

Elysia chlorotica empieza su vida como una minúscula larva flotante. Después de la metamorfosis las jóvenes babosas empiezan a comer grandes cantidades de algas y almacenan los cloroplastos en sus tejidos, hasta que adquieren el característico color verde. Fuente.

Las babosas fotosintéticas pueden estar hasta diez meses (o sea, casi la totalidad de su vida) sin comer. Si tienen hambre, un baño de sol es suficiente para saciarlas. Una gran ventaja en temporadas en las que la comida escasea. Los cloroplastos también proporcionan otro poder a su nueva propietaria: el del camuflaje. La parte dorsal de la babosa es transparente y su aparato digestivo ramificado se extiende a lo largo de todo el cuerpo, así que los miles de cloroplastos en su interior son bien visibles. El efecto final es que la babosa aparece de color verde y de esta manera se confunde perfectamente entre las algas. Sin su camuflaje este animal sería una presa tentadora para cualquier depredador, dado que es lento y no tiene una concha que lo proteja.

Las babosas fotosintéticas pueden estar hasta diez meses (o sea, casi la totalidad de su vida) sin comer. Si tienen hambre, un baño de sol es suficiente para saciarlas.

Elysia chlorotica no es la única especie de babosa marina capaz de utilizar la fotosíntesis de esta manera. Solo es la más bonita y por tanto la más famosa. También otras especies parecidas tienen esta habilidad y todas pertenecen al grupo de babosas marinas llamado Sacoglossa. Fuera de este grupo no se conoce ninguna otra criatura que sea capaz de apropiarse de los cloroplastos y hacerlos funcionar fuera de las células vegetales. Hay muchos animales que se benefician directamente de los productos de la fotosíntesis, pero lo hacen a través de la cooperación. Los corales, por ejemplo, acogen en sus cuerpos pequeñas algas unicelulares llamadas zooxantelas que le proporcionan alimento a cambio de protección. En el caso de Elysia chlorotica y de sus compañeras es un robo descarado.

Elysia timida, otra babosa marina fotosintética de la familia Sacoglossa. Fuente: Wikipedia Commons

Las babosas a energía solar no son solamente una maravilla de la naturaleza, también representan un verdadero rompecabezas para los científicos que las estudian. De hecho, los cloroplastos no podrían sobrevivir solos, en cuanto necesitan una constante manutención por las proteínas del alga. Entonces ¿cómo puede la babosa mantenerlos en actividad por tantos meses?

Algunos investigadores han formulado una hipótesis fascinante para explicarlo: las babosas le podrían haber robado al alga también los genes que producen las proteínas reparadoras de los cloroplastos, integrándolos en su propio ADN. Esto las convertiría en babosas transgénicas además de babosas solares. No es una idea tan descabellada, dado que en la naturaleza el tráfico de genes ocurre muy a menudo. Las bacterias son unas verdaderas maestras en recoger o intercambiar trozos de ADN con genes potencialmente útiles. De este modo adquieren nuevas habilidades, como la resistencia a los antibióticos, y pueden transmitirlas a su descendencia. Los científicos llaman a este fenómeno transferencia genética horizontal y lo consideran una especie de atajo para evolucionar mucho más rápidamente de lo normal. Sin embargo, hasta la fecha nadie ha conseguido encontrar pruebas de que existan genes de alga en el ADN de las babosas. Así que, de momento, cómo estos simpáticos animalitos hagan funcionar sus paneles solares sigue siendo un misterio.

Fuentes:

—Rumpho, Summer, and Manhart (2000). “Solar-Powered Sea Slugs. Mollusc/Algal Chloroplast Symbiosis”. Plant Physiology 23, 123: 29-38
—Laetz, Moris, Moritz, Haubrich and Wägele (2017). “Photosyntate accumulation in solar-powered sea slugs- starving slugs survive due to accumulated starch reserves”. Frontiers in Zoology 14:4

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