La maga más famosa de todos los tiempos, Hermione Granger, sintió que estaba revelando información muy íntima cuando expresó en voz alta a qué le huele la poción de amor. Pero la relación entre el olor y la atracción sexual no es exclusiva del mundo de los magos.
Sólo necesitamos echar un vistazo al reino animal. En éste, las señales olfativas tienen un papel muy relevante en el proceso de apareamiento. Algunos animales poseen un aparato olfativo auxiliar que además de olores también detecta otras señales químicas: el órgano de Jacobson u órgano vomeronasal. Este órgano tiene como función principal la detección de feromonas: sustancias químicas que actúan como hormonas pero que, en lugar de actuar dentro del cuerpo son expulsadas para que actúen en el exterior y sobre otros individuos. Las feromonas sirven para compartir diferentes tipos de información entre miembros de una misma especie; por ejemplo, para avisar de un peligro inminente o para marcar el rastro hacia una fuente de comida. Pero también se usan con fines sexuales: para señalar a hembras dispuestas a procrear o para atraer a un individuo del sexo opuesto.
Los humanos hemos perdido en el largo camino de la evolución la capacidad de detectar y comunicarnos mediante feromonas. Poseemos órgano vomeronasal pero se encuentra atrofiado. Tenemos un sentido del olfato funcional pero mucho menos potente que el de otros vertebrados. Y, aun así, los olores tienen la capacidad de hacernos evocar recuerdos, de despertarnos sentimientos de agrado o rechazo, de producirnos hambre, o de sumirnos en un estado de relajación. Pero la preferencia por ciertos olores es un asunto estrictamente personal. No resulta difícil encontrar ejemplos: una determinada colonia, el olor de alguna fruta, el aroma de la tierra después de llover... Cada persona encuentra algunos olores extrañamente atractivos, de una manera casi irracional.
Quizá por esta razón, desde tiempos ancestrales, hemos empleado los perfumes con el objetivo de resultar más atractivos. Si hay olores que nos atraen más, adoptarlos debería ampliar las posibilidades de éxito a la hora de relacionarnos con otros individuos. Y si nos paramos a pensar en la persona amada, seguro que somos capaces de identificarla con un olor en concreto. Podríamos reconocerla, por ejemplo, a partir del olor que esa persona ha dejado en una prenda. Al fin y al cabo, cada persona posee un olor diferenciado y distinguible del resto. Algunos experimentos han logrado establecer perfiles individualizados de olor de fluidos como el sudor . Podríamos decir que todos olemos a algo y que no todos olemos igual.
Pero no es oro todo lo que reluce. Si se ahonda en estos experimentos, los resultados se han obtenido mayoritariamente haciendo que voluntarios huelan muestras de olor de otras personas. Este tipo de experiencias presentan muchos problemas a la hora de aislar variables.
La atracción es diferente en cada especie. Algunos animales ejecutan intrincadas ¿estrategias? para llamar la atención del sexo opuesto. Otros, pelean por atraer su atención. Pero, dentro de los diferentes métodos, las señales olfativas poseen un papel vital, aunque resulte invisible. En los humanos, sin embargo, es más complejo. La atracción entre sexos se encuentra influenciada por numerosos parámetros sociales, emocionales y culturales que interaccionan de diversas maneras. Pero, a pesar de que nuestro olfato no es comparable al de otros animales, el olor parece tener un papel en la atracción sexual.
Algunos experimentos han tratado de arrojar algo de luz acerca del porqué de este fenómeno. En el caso de hombres heterosexuales, la concentración en fluidos como el sudor de ciertas hormonas reproductivas femeninas parece alterar cómo de atractivo se percibe el olor de una mujer. Una serie de hombres voluntarios encontraron más atractivos los olores de mujeres que presentaban mayores niveles de estradiol y menores de progesterona. Este perfil hormonal se corresponde con una mayor fertilidad, por lo que en este caso la atracción olfativa estaría dominada por razones reproductivas. Además, este efecto desaparece cuando la mujer donante del olor toma anticonceptivos orales y por tanto se ve alterado su perfil hormonal. Sin embargo, un estudio llevado a cabo con hombres homosexuales reveló que su cerebro responde de manera diferente al de los hombres heterosexuales, y de forma más parecida a la de las mujeres heterosexuales. Mentras, en el caso de mujeres homosexuales, la respuesta cerebral analizada se mostró más parecida a la de los hombres heterosexuales, como si la respuesta cerebral no estuviera determinada por el sexo biológico sino por la orientación sexual. Esto sugiere que la atracción sexual podría no ser solo consecuencia de lo aprendido sino que podría existir un vínculo con entidades neurobiológicas.
En los humanos, sin embargo, es más complejo. La atracción entre sexos se encuentra influenciada por numerosos parámetros sociales, emocionales y culturales que interaccionan de diversas maneras. Pero, a pesar de que nuestro olfato no es comparable al de otros animales, el olor parece tener un papel en la atracción sexual.
En el caso de mujeres heterosexuales, la mayor o menor atracción por el olor de un hombre parece tener relación con la optimización de la potencial descendencia. La función de la reproducción sexual es generar una recombinación del material genético de ambos progenitores con el objetivo de generar variabilidad. A mayor variabilidad, más sencillo es que las siguientes generaciones se adapten a los hipotéticos cambios ambientales que tengan que afrontar. Existe una serie de genes que experimentan esta variabilidad especialmente: los del complejo mayor de histocompatibilidad, o MHC por sus siglas en inglés. Se trata de una familia de genes que codifican para ¿sobre? unas moléculas llamadas antígenos leucocitarios humanos. Éstos participan en la presentación de antígenos a los linfocitos T y, en última instancia, permiten que el sistema inmunitario sea capaz de distinguir lo propio de lo ajeno y, por tanto, saber qué debe atacar y qué no. Cuanta más variabilidad tengan los genes del MHC, mayor será la variedad de amenazas que el sistema inmune será capaz de reconocer y atacar.
La relación entre la atracción por olores y el MHC se ha confirmado en ratones y en otros vertebrados. Estos animales tienden a escoger preferentemente como pareja reproductiva aquellos individuos del sexo opuesto con un MHC más diferente al propio. De esa manera, la potencial descendencia tendría un MHC mucho más variable y, por tanto, un sistema inmune con capacidad para afrontar mayor diversidad de amenazas. En los estudios realizados en los que se pedía a mujeres voluntarias que clasificaran muestras de olor de hombres, ellas mostraron mayor atracción por aquellos olores procedentes de donantes cuyos MHC presentaban mayores diferencias respecto a los propios. En los estudios con los papeles invertidos, los hombres no encontraron más atractivo el olor de aquellas mujeres con un MHC diferente del suyo.
Pero no es oro todo lo que reluce. Si se ahonda en estos experimentos, los resultados se han obtenido mayoritariamente haciendo que voluntarios huelan muestras de olor de otras personas. Este tipo de experiencias presentan muchos problemas a la hora de aislar variables. Están muy influenciadas por la subjetividad de los participantes y sus conclusiones siguen siendo objeto de debate entre los científicos, ya que como dice Catherine Dulac, bióloga de la Universidad de Harvard que estudia feromonas en ratones, «los humanos son un modelo de experimentación horrible». Después de todo, en la atracción, como en el resto de relaciones entre humanos, entran en juego muchos factores diferentes.
Aunque su función exacta deba ser investigada en mayor profundidad, es posible entrever que el olfato tiene influencia en la atracción entre los seres humanos. En la escena final de la novela El Perfume, de Patrick Suskind, el protagonista crea una fragancia a partir de diferentes olores corporales tan atractiva que todos los que la huelen entran en un estado de locura irrefrenable que les hace comportarse incivilizadamente. En la realidad, no podría existir un olor que resulte irresistible para cualquier persona: somos demasiado diferentes entre nosotros como para que exista un perfume universal. Y, si existiera, probablemente se parecería más al elixir de amor que a Hermione le huele a césped recién cortado y cuyo olor le recordaba a cierto chico pelirrojo.
Bibliografía
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—Lobmaier, J. S., Fischbacher, U., Wirthmüller, U., and Knoch, D. (2018). The scent of attractiveness: levels of reproductive hormones explain individual differences in women's body odour. Proceedings of the Royal Society B, 285:20181520
—Savic I., and Lindström, P. (2008). PET and MRI show differences in cerebral asymmetry and functional connectivity between homo- and heterosexual subjects. Proceeding of National Academie of Science, 105 (27): 9403-9408.
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