Los genes relacionados con el insomnio se correlacionan con otras afecciones
Dos estudios independientes han analizado en conjunto a casi dos millones de individuos y han identificado las variantes en centenares de genes que predisponen al insomnio. Estos genes no son los implicados en los circuitos cerebrales que regulan el sueño, sino que están relacionados con otros trastornos mentales y demás afecciones.
Para muchos, tras una intensa jornada de trabajo, caer en la cama para descansar resulta uno de los mejores momentos del día. Relajarse, dejar atrás pensamientos y preocupaciones, y abrir la puerta del mundo onírico donde refugiarse las próximas horas. Para otros, sin embargo, resulta una pesadilla. Y no porque tengan malos sueños, sino porque no consiguen llegar a ellos. El insomnio crónico —el que se presenta al menos en tres noches a la semana durante un mínimo tiempo de un mes— es el segundo trastorno mental más prevalente; afecta a un porcentaje de entre el diez y el quince por ciento de la población mundial. Aunque también puedan intervenir factores ambientales como el estrés, el alcohol u otras sustancias psicotrópicas, los factores biológicos pueden condicionar que haya un mayor o menor riesgo de padecer este trastorno del sueño.
Un estudio publicado este lunes 25 de febrero en Nature Genetics, en busca de genes relacionados con el insomnio, analizó a poco más de 1,3 millones de personas. Lograron identificar novecientos cincuenta y seis genes implicados, pero lo sorprendente fue que no tenían nada que ver con los circuitos cerebrales que regulan el sueño, sino con otros trastornos mentales y otras afecciones. La depresión, la ansiedad, la inestabilidad emocional y el bienestar subjetivo fueron las correlaciones más evidentes, pero también se vincularon con síndromes metabólicos como la diabetes mellitus tipo 2 y con problemas cardiovasculares como la enfermedad arterial coronaria.
Algunos de los genes hallados participan en la funcionalidad de los axones, las terminaciones de las neuronas con las que se conectan y transfieren el impulso eléctrico. Los investigadores observaron que el componente genético del insomnio se concentraba sobre todo en las neuronas del claustro, el hipotálamo y el núcleo estriado; en este último, concretamente, en las neuronas espinosas medianas. Es curioso porque en estas neuronas fue donde se describieron por primera vez las ondas lentas del sueño, la etapa más profunda.
Por otro lado, otro estudio —publicado simultáneamente el mismo lunes en Nature Genetics— analizó a poco más de cuatrocientos cincuenta mil individuos y se toparon con la misma conclusión: las variantes genéticas relacionadas con el insomnio correlacionan con otros trastornos y enfermedades. Describen que varios genes sobreexpresados en insomnes crónicos participan en la proteólisis mediada por ubiquitina, un mecanismo que disponen las células para degradar proteínas.
Ambos estudios aportan nuevos hallazgos y una nueva perspectiva en cuanto al componente genético del insomnio crónico, pero no hay que caer en la tentación de pensar que todo está condicionado por los genes. Por si solos, no causan este trastorno del sueño. Es la combinación de varios de ellos, junto a factores externos a nuestra biología, los que incrementan el riesgo a padecerlo. Es importante estudiar las dos vertientes y no dormirse en los laureles.
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Dos estudios independientes han analizado en conjunto a casi dos millones de individuos y han identificado las variantes en centenares de genes que predisponen al insomnio. Estos genes no son los implicados en los circuitos cerebrales que regulan el sueño, sino que están relacionados con otros trastornos mentales y demás afecciones.
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