Núria y los parásitos

Portada móvil

Me acuerdo de cuando íbamos a comer a casa de la tía Anna, la hermana de mi abuela, y le pedíamos que nos contara la historia de la tenia solitaria. Había un hule con dibujos de pececitos que se te enganchaba en las rodillas y ella nos hablaba de un gusano de dos metros, con unas ventosas en la cabeza, encerrado en los intestinos de mi tío. «El pobre llevaba un tiempo mareado y un día, mientras hacía caca, le salieron por el culo unas anillitas blancas». Era la historia perfecta, con diversiones para todas las edades: un gusano gigante, la palabra caca y cosas saliendo por un culo. «Dejamos un vaso de leche al lado de la cama para que el gusano, al olerla, se le escapara por la boca; pero no sirvió de nada. Al final, en el hospital, le dieron un medicamento y cagó todo el bicho muerto». Esto mientras nos comíamos el estofado.

TEXTO POR ROSER BASTIDA
ILUSTRADO POR JUDITH FERNÁNDEZ-SALINERO
ARTÍCULOS
11 de Marzo de 2019

Tiempo medio de lectura (minutos)

Me acuerdo de cuando conocí a Núria, una de mis mejores amigas, el primer día de clases en la facultad. Llevaba una mochila, dos bolsos, una carpeta, un paraguas, una bufanda y un jersey atado a la cintura. Todo estaba a punto de caérsele al suelo. En la biblioteca, se sentaba poniendo un pie encima de la silla y recitaba la lección en silencio, moviendo mucho las manos. Yo rellenaba con un bolígrafo azul un cuadradito sí, un cuadradito no, y dejaba que pasara el rato. A cada hora en punto salíamos a que nos diera el aire y Núria me explicaba alguna parte del temario «Entre dos individuos puede haber tres clases de relaciones: el mutualismo, donde los dos ganan; el comensalismo, donde uno gana y el otro se queda igual, y el parasitismo, donde uno gana pero el otro pierde». La vida es así y de todo tiene que haber. «A ver, señorita, deme un ejemplo de parásito, por favor». Y yo le decía «la tenia solitaria».

Me acuerdo de las clases de parasitología en las aulas gigantes y viejas, a las ocho y media de la mañana. Me acababa de tomar el café con leche y nos hablaban de la diarrea en forma de granos de arroz. Era desagradable. La profesora se llamaba Soledad y sus tacones martilleaban la madera y mi cabeza. Cloc cloc cloc cloc. «Para adaptarse al entorno y lograr reproducirse, el parásito va pasando por diferentes estados evolutivos, como si fuera un Pokèmon. A eso se le llama ciclo de vida».

Me acuerdo del ciclo de vida del Leucochloridium paradoxum porque era muy rebuscado. El parásito adulto vive en el aparato digestivo de los pájaros y sus huevos salen al exterior cuando el pájaro defeca. Los caracoles, al comer vegetación, ingieren estos huevos y el parásito crece en forma de larva dentro de sus antenas. Con el parásito dentro, las antenas se vuelven mucho más gruesas y de colores, perdiendo gran parte de su capacidad para detectar luz. El caracol, que habitualmente vive en zonas escondidas y sombrías, se expone entonces mucho más de lo normal, paseando tranquilamente al sol. Las aves, hambrientas, confunden las antenas infectadas con gusanos y se las arrancan de un picotazo. Así ingieren la larva, que cuando llega a su aparato digestivo, evoluciona a adulto y el ciclo empieza de nuevo.  

Me acuerdo de que una vez me llevé el café con leche a la clase y se me cayó encima de la chica de delante. Me insultaba en voz muy baja mientras le iba chorreando por la espalda. Soledad hizo como si nada y continuó con la lección: «Algunos parásitos pueden provocar enfermedades muy graves en los humanos, como el Trypanosoma cruzi, que causa el Chagas». Me acuerdo de que éramos hipocondríacas y nos pensábamos que teníamos todas las enfermedades que estudiábamos. «El Trypanosoma cruzi es un ser microscópico que infecta a humanos y a otros mamíferos, generalmente, a través de la picadura de una chinche que vive en Latinoamérica». Decidí que no iría nunca a Latinoamérica. «De momento, la enfermedad se localiza allí, pero podría ser que en el futuro, si las chinches se expandieran a otras partes del mundo o si el parásito consiguiera usar otros insectos para su transmisión, esto cambiara». ¡Socorro!

Me acuerdo de comernos el tupper del almuerzo justo antes del examen, sentadas en el suelo. Nos turnábamos para ir explicando cada una un parásito mientras las otras masticaban. «En el Chagas, la chinche te pica y se caga allí al lado, liberando el Trypanosoma con su caca. Cuando te rascas la picadura introduces el parásito en la herida y, en unos días, empieza a invadir tus células sanguíneas. Se multiplica por división y va infectando cada vez más células, pero tú no notas nada. Después de un tiempo, se instala en tu corazón o en tu intestino y se queda allí durante años. El 70% de la gente no tiene síntomas. Otros, de repente, sufren problemas cardíacos muy graves o mueren súbitamente».

Me acuerdo de cuando Núria se fue a vivir a Bolivia. La despedimos en un bar de plaza Tetuán donde casi no cabíamos. Le habíamos hecho un vídeo donde la gente decía «que tengas mucha suerte, que aprendas muchas cosas». Iba a empezar un proyecto relacionado con el tratamiento de la enfermedad de Chagas porque los medicamentos que existen hoy en día tienen una eficacia bastante limitada y muchos efectos secundarios. Además, la mayoría de los infectados no saben que tienen el parásito y no siguen ningún tratamiento. «Echaremos de menos tu energía desbordante». Era septiembre y todavía había un barniz de verano encima de cada cosa.

Me acuerdo de celebrar que Núria volvía. Teníamos una lista infinita de cosas que queríamos hacer a partir de entonces. Un día a la semana miraremos un documental. Un día al mes probaremos quesos y beberemos vino. Apareció acelerada, llevando una mochila, dos bolsos, una carpeta, un paraguas, una bufanda y un jersey atado a la cintura. Nada iba a caérsele al suelo, llevaba años practicando. «Tengo una buena noticia, ¡me contratan para hacer la tesis en un laboratorio de Barcelona!» ¡Hurraaa! Nos alegramos mucho. Hubo abrazos por turnos y brindis colectivos. Iba a trabajar en un proyecto para buscar formas de comprobar si un paciente con enfermedad de Chagas se había curado o no después del tratamiento. Hay muy pocos laboratorios que estudien este parásito, aunque alrededor de siete millones de personas en el mundo están infectadas. No se le dedican suficientes recursos y por eso se dice que es una de las enfermedades olvidadas.

Acuérdate.

Deja tu comentario!