Nada es eterno, nada perdura
en el tiempo ni en la distancia
que separa nuestros cuerpos,
mi locura.

Nada es para siempre, pensar
que todo se acaba, ¿qué sentido tiene?

Podemos leer, escuchar,
intentar comprender numerosas creencias,
religiones, modos de vida...
Lo cierto es que esta, en lo terrenal,
siempre termina.

Lo que somos hoy, materia,
tiene un final. Nuestra mente no lo acepta.
Unos lo llaman instinto,
yo lo llamo supervivencia.

¿Y cómo sobrevivo? Creyendo.
El alma, eterna. El cuerpo, efímero.
Esto no debería ser así.
¿De qué estamos hechos?

Vivencias, emociones, recuerdos…
Carne, pelaje y huesos…
Materia…

La materia no se destruye, tampoco se crea,
la materia se transforma… ¡Ya lo dijo Lavoisier!
¿Entonces? ¿De qué preocuparse?

Da igual lo que creas,
da igual lo que sientas,
tu materia es eterna.

Tus átomos formarán nuevas cadenas,
tus moléculas darán vida a nuevas vidas,
vidas que, de nuevo,
serán eternas.

¿Y qué pasa con el alma?
Cuestión de creencias.
Yo me conformo con saber que
una gran parte de nosotros
estará aquí, para siempre.