El sexo del embrión y otras inquietudes placentarias

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Como única espectadora, la placenta aguarda impaciente la confirmación del sexo del bebé que cobija. Las moléculas participantes esperan tras el telón, listas para actuar. ¿Tienes ya tu entrada?

TEXTO POR SERGI GARCIA SALCEDO
ILUSTRADO POR LUCÍA SAN MIGUEL
ARTÍCULOS
EMBRIÓN | GESTACIÓN | SEXUALIDAD
1 de Abril de 2019

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Como la obra de una mano invisible, la vida va esbozándose ante mis ojos. Aunque carezco de ojos… ¿Ante mis narices? Tampoco tengo de eso… ¡Ya sé! Ante mis vellosidades de placenta. ¡Sí! Eso ya suena mejor.

Desde que tengo uso de conciencia cuido de esta pequeña criatura en formación. He presenciado cómo ha pasado de ser un puñado de células apelotonadas a un ser muy cabezón. ¡Y ahora ya tiene sus manitas y sus piececitos!

¿Cómo? ¿Que te has ofendido por lo de cabezón, chiquitín? Ya sé que no ha hablado ni hecho ningún movimiento, pero le conozco como si fuera su madre. De hecho, soy parte de su madre, así que no quiero que nadie ponga en duda mi instinto placentario. Lo siento, pero las cosas son como son y tienes la cabeza enorme para un cuerpo tan canijo, pequeño embrión sin nombre.

¡Ah! ¡Que no tiene nombre!

Necesita uno. No puede ir por la vida sin nombre. ¿Qué hará cuando quiera pedir un café en el Starbucks? Por no hablar del mote de «El que no debe ser nombrado» que le pondrán en el colegio.

Vale, que no cunda el pánico. Yo me encargo; le pondré un nombre.

Me conecto a la red porque soy una placenta muy moderna y actualizada y busco nombres humanos. Cuál es mi sorpresa cuando descubro que todavía no puedo darle uno porque antes tengo que saber si será niño o niña. ¿Qué clase de tontería es esta? ¿Por qué los humanos tienen nombres diferentes según el sexo? ¿Qué será lo siguiente? ¿Distintos nombres para rubios y morenos?

Espero. Espero y espero. Intento no estresarme, por el bien de mi pequeñín, pero si tuviera uñas, me las estaría mordiendo hasta la lúnula de los nervios.

¡Vale, ya! Tras siete semanas parece que ya está desarrollando sus órganos sexuales. La mano invisible actúa de nuevo, iniciando los primeros trazos de lo que será el aparato reproductor del embrión y yo estoy expectante. No quiero perderme detalle, por lo que amplío mi campo de visión para ver el proceso en todo su esplendor, a una escala nanométrica.

Centro mi atención en las células de las gónadas, todavía indiferenciadas, donde debería producirse el cambio. Y… ¡Eureka! Reparo en el núcleo de cada célula, donde en el cromosoma Y se está activando la expresión del gen SRY, entre otros. Y es la proteína resultante la que está alterando las gónadas. Las está guiando por el camino para convertirse en testículos.

¡Es un niño!

Ya podría ponerme a buscar nombres, pero este fenómeno solo lo podré presenciar una vez en mi corta vida, así que procuro analizar todo lo que está sucediendo.

La proteína SRY funciona como un interruptor de otros genes. SOX9 es uno de ellos, clave para la producción de la hormona antimulleriana. Esta hormona lo que hace es provocar la regresión de los conductos de Müller, unas estructuras pares que tienen todos los embriones y que acaban desarrollándose para formar las trompas de Falopio, el útero, el cérvix y las dos terceras partes superiores de la vagina.

Si mi chiquitín hubiese resultado ser chiquitina, el gen SRY no estaría porque no tendría cromosoma Y alguno. La acción de la proteína WNT4 inhibiría a SOX9, por lo que los conductos de Müller llegarían a desarrollarse y las gónadas tomarían el camino para diferenciarse en ovarios.

Me resulta increíble las grandes consecuencias que pueden tener cosas tan pequeñas como las moléculas. Aun sin poseer cromosoma Y, los científicos han comprobado que ratones transgénicos con una copia extra de Sox9 desarrollan testículos, al igual que aquellos a los que se les ha silenciado el gen Wnt4.

Por suerte, mi pequeñín parece no tener ninguna anomalía genética. Ahora sus testículos producen andrógenos como la testosterona —para desarrollar los conductos deferentes y los epidídimos— y su metabolito, la dihidrotestosterona —que estimulará la formación del pene, el escroto y la próstata.

También me hubiese gustado presenciar el otro escenario, el de los estrógenos producidos por los ovarios estimulando la diferenciación de los órganos sexuales femeninos. Pero más por saciar la curiosidad de esta particular placenta. Estoy contenta con mi niño. Poco importa el sexo que tenga, no es condicionante del amor que me regala.

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