La llegada de las conspiraciones a la Luna

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En la España de finales de los 60, el españolito de a pie jamás podría pensar que Neil Armstrong fuera a retransmitir una señal de radio desde la superficie de la Luna… porque, de hecho, casi ningún españolito de a pie sabía de la existencia de todas las misiones tripuladas que hubo hasta la gloriosa Apolo 11. Pero como suele ocurrir en ocasiones, con uno que haya puede obrarse el milagro. Quiso el destino —y el esfuerzo del susodicho— que alguien con un nombre español a más no poder como Carlos y un apellido del montón, González, estuviera en el momento oportuno en el sitio adecuado, esto es, estudiando en California (EE. UU.) en plena carrera espacial.

TEXTO POR LEONARDO D'ANCHIANO
ARTÍCULOS
ASTRONOMÍA | CONSPIRACIÓN | VIAJE A LA LUNA
20 de Mayo de 2019

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Ese hombre comenzó a trabajar para NASA y terminó recalando en un centro asociado en Fresnedillas (Madrid) con la experiencia adquirida en los cuarteles de control de misiones norteamericanos. Su objetivo aquel día de julio de 1969 era recibir la correcta comunicación con el módulo lunar en el que Armstrong y Aldrin descendían a la superficie mientras Collins daba vueltas a la Luna. Por motivos de astrofísica pura, quiso el destino también que fuera él, y no otro de los miles de millones de habitantes del planeta, el primero que escuchase el famoso «That´s one small step for man, one giant leap for mankind».

Durante las misiones tripuladas a la Luna, un total de doce congéneres pisaron el regolito de la superficie, algunos de los cuales condujeron un rover, jugaron a golf o saltaron como críos, mientras otros seis orbitaron el satélite esperando que cada misión fuera un éxito, porque si no imaginad que lío. Pensad por un instante en sobrevolar la cara oculta de la Luna metido en una especie de lavadora gigante en la que unos pocos milímetros te separan del vacío más absoluto, alejado de tu casa y tus seres queridos cientos de miles de kilómetros.

A tus espaldas, el universo; frente a ti, un lugar yermo y sin atmósfera. 

Precisamente por la falta de atmósfera, los astronautas de la NASA aprovecharon para hacer experimentos de todo tipo en un entorno jamás antes realizados. El primero de ellos no era un experimento en sí mismo, pero sí algo que nunca nadie había sentido: andar con una gravedad muy inferior a la de la Tierra. Después llegaron, como ya he dicho, los swings de golf de Alan Shepard durante la misión Apolo 14 o la demostración de que sin atmósfera una pluma y un martillo soltados a la vez desde la misma altura llegan al suelo al mismo tiempo del Apolo 15 que hizo David Scott.

Para que todo aquello fuera posible, durante años hubo que hacer muchísimos cálculos que determinasen las trayectorias, ensayos de materiales, proyectos verdaderamente complejos en forma y plazos. Desafortunadamente, detrás de todas las conspiraciones contra lo-que-sea, y la llegada a la Luna no iba a ser menos, suele haber un gran componente: el desconocimiento. Es decir, «si yo no tengo ni pajolera idea de mecánica orbital, nadie en el mundo es capaz de saberlo». Una manera desastrosa de afrontar cualquier cosa en la vida en general, y que cuando, además, entra la ciencia en la ecuación, termina dejándote en el ridículo más espantoso. Conviene recordar en este punto que no hay mayor ignorante que aquel que no quiere aprender. Dicho esto, también debemos señalar que un total de 400 000 personas, distribuidas en unas 20 000 empresas de todo el mundo, trabajaron alrededor de los primeros proyectos espaciales de la NASA. No solo en las misiones Apolo, ojo. Se me antoja algo pueril pensar que casi medio millón de personas, más sus familiares y amigos, guardasen el secreto de que Stanley Kubrick, en connivencia con el gobierno de los EE. UU., rodaría un macrodocumental en un estudio con el que harían creer al resto de la humanidad que los yankees llegaron a la Luna y la gente no lo cuestionaría. Al decir la gente me refiero, por ejemplo, a toda la Unión Soviética en plena Guerra Fría.

Respecto al logro técnico de escapar de la atracción terrestre es necesario explicar que no es algo que ocurra como en los dibujos animados. No. Un cohete no despega en vertical para llegar en línea recta al espacio. Quizás los conspiracionistas ignoren cómo llegan en realidad y piensen que (efectivamente) hacerlo en línea recta esfísicamente imposible. La realidad es bien distinta. Para escapar de la fuerza de atracción gravitacional de la Tierra es necesario alcanzar una velocidad de 11,2 km/s, 40 320 km/h, y para lograrlo son necesarios una cantidad enorme de combustible propulsor (por eso los cohetes son tan grandes) y unas gónadas bien gordas para ir montado sobre ellos. Ah, se vuela alrededor de la Tierra acelerando a cada vez más altitud hasta que después de unos pocos minutos la propulsión principal deja paso a la de la segunda etapa, que terminará el trabajo de propulsar con menos cantidad de combustible, menos carga, y sacar al espacio lo realmente importante de un cohete, que es la cápsula (la que va en la punta). En ella pueden ir cosas o personas, y será más o menos grande dependiendo de lo que tenga que propulsarse para llegar hasta allí. Por ejemplo, los módulos de las misiones de carga de la Estación Espacial Internacional para llegar hasta ella a 400 km sobre nuestras cabezas no tienen nada que ver con los módulos de servicio de las misiones Apolo para desplazarse 384 400 km. hasta la Luna. Por ese motivo, el Saturno V es la bestia más gorda que hemos conseguido hacer volar hasta ahora. Salvando las distancias, es como si hablásemos de una catapulta: para mandar una uva a 400 metros de distancia necesitarás una catapulta más pequeña que para mandar una sandía.

Lo mínimo exigible a una conspiración es conseguir sumar cuantos más elementos de controversia posibles. Así, en esta que nos ocupa, hay tal cantidad de material que no es tanto el demostrar muchas de las cosas de las que se dudan, sino más bien el hartazgo de que a pesar de que se haya hecho ya en infinidad de ocasiones, los conspiranoicos sigan cerrados a creer que haya ocurrido. Sí que es cierto que cosas como que la NASA borrase accidentalmente montones de imágenes de las misiones Apolo no ayuda mucho, la verdad. No obstante, tampoco dice mucho a favor de los negacionistas que una gran mayoría de ellos hablen de la llegada a la Luna del Apolo 11, sin saber que antes existieron el proyecto Mercury, el Gemini, algunas misiones Apolo anteriores al 11 y, sobre todo, otras 6 misiones después: 12, 13 —que no llegó: «Ok, Houston, we've had a problem here.»—, 14, 15, 16 y 17.

Por eso, vamos a hacer una pequeña lista solo con algunas de esas míticas cuestiones que parecen ser pruebas más que suficientes para algunos para seguir afirmando que jamás se llegó a la Luna, y cómo se desmienten. Tal y como he comentado antes, el desconocimiento en determinados temas puede hacernos afirmar cosas que a los ojos de los expertos son errores de bulto. Si después de ser explicadas siguen sin creerse, probablemente el problema no esté en el emisor de la información, sino en el receptor.

La bandera del Apolo 11 no debería ondear y, además, no está. El motivo por el que parece que ondea es bastante fácil de explicar y de entender. Como hasta un conspiracionista sabe, si no hay viento, no puede ondear. Sin embargo, se ve en las fotos en perfecto estado de revista el lugar de caída junto al mástil. La respuesta es sencilla: la(s) bandera(s) de las fotos estaban arrugadas antes de colocarse y todas tenían una varilla a 90º para mantenerla abierta (algo parecido a lo que lo que hacen los toreros para mantener abierto el capote colocando el estoque por detrás) y las arrugas que tenía por llevarla doblada hacen que parezca estar en movimiento cuando fue extendida, pero no. El que hoy no esté en donde la clavaron es tan sencillo de explicar como que al despegar el módulo lunar, en su retorno, el aire propio de la propulsión la sacó de su sitio, desplazándola y haciéndola yacer en el suelo lunar a varios metros de su ubicación inicial, como les pasa a las sombrillas de la playa cuando sopla un vendaval.

Las fotos de Armstrong y Aldrin. Durante la estancia en la superficie, una de las actividades era obtener fotografías. «Pic, or didn´t happen». Los negacionistas asumen con este tema demasiadas cosas; entre ellas, hablan como si solamente el Apolo 11 hubiese llegado a la Luna, cuando hubo otras seis misiones más que lo hicieron. A día de hoy hay publicadas 14 000 fotografías y vídeos. Pasadas varias décadas, los expertos llevan desmontando sus argumentos desde entonces. A saber: no se ven estrellas en las fotos, no se velaron las fotos con la radiación al cambiar los carretes y hay luces y sombras donde no debería haberlas porque había más focos de luz que el sol y la luna, en el estudio de Kubrick, claro.

Sobre la no aparición de estrellas en las imágenes tomadas por los astronautas, queda sobradamente probado por miles de profesionales de la fotografía de todo el mundo que con un tiempo de exposición de 1/4 de segundo es imposible captar el débil brillo de las estrellas. Se necesita un tiempo de exposición superior a 20 segundos para que eso ocurra. Los carretes no se velaron porque, literalmente, no se cambiaron. Eran herméticos y estaban en las cámaras del traje que la NASA pidió bajo pedido al fabricante Hasselblad con el fin de que soportasen las condiciones de vacío y radiación de la Luna. En cuanto a las sospechosas luces y sombras, fotógrafos y geólogos de todo el mundo han demostrado que no hay ninguna razón por la que dudar de que tanto los trajes como la superficie lunar reflejen la luz recibida tanto directamente del sol, como indirectamente reflejada desde la Tierra.

La famosa huella. Dicen que esa textura que se aprecia en la imagen de la huella de Aldrin parece estar hecha sobre arena húmeda y como en la Luna no hay atmósfera, no puede haber humedad. Sobre esto solo puede aclararse que el marcado de una pisada sobre un terreno está relacionado con el tamaño de los granos pisados. No dejas la misma huella pisando en grava que en arena, o más fino aún, en harina. En este caso, el regolito lunar es tan extremadamente fino que comprimirlo al pisarlo hace parecer que se ha moldeado la marca. Tanto es así, que al volver al módulo, tuvieron verdaderos problemas con el polvo que contenían sus trajes porque quedaba en suspensión dentro de la nave. 

Podría seguir enumerando argumentos o hablar de los fotorreflectores o las fotos de la sonda japonesa SELENE en las que se ve que la orografía es exactamente la misma que cuando la fotografiaron los astronautas, pero es complicado tratar que alguien que no quiere comprender esto lo entienda, y espero que si no le convencen estas explicaciones, al menos reflexione sobre por qué varios países que no eran ni EE. UU. ni la URSS, siguieron el desarrollo de la llegada del hombre a la Luna y constataron que, efectivamente, se encontraban allí. Alemania, Reino Unido, Nueva Zelanda… Las conspiraciones tienen un pase; es importante ser crítico pero no se puede dudar de todo simplemente porque no lo entendemos. Si aún con las explicaciones pertinentes no cambias de opinión, quizá sea mejor que ni tú ni yo perdamos el tiempo. En este punto me refiero de nuevo a la persona con quien empezaba este artículo. En ocasiones, el bueno de Carlos González es preguntado por lo que les diría a los que niegan que el ser humano haya llegado a la Luna y él responde con la indiferencia más absoluta: «Nada». Quizás sea esa la actitud para todos esos a los que les da igual quién, qué y cómo se lo explique… así que permitidme que yo, mientras decido si adoptar esa manera de actuar o no, aquí os haya dejado unas cuantas píldoras de por qué no hay que dudar de que fuimos capaces de llegar a la Luna, ni de que llegaremos a Marte tarde o temprano. Espero verlo en directo en la tele con unas palomitas cuando ocurra.

Créditos de portada: Luizclas

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