Los viajes polares de Jade

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Jade Hameister creció rodeada de aventuras. Su padre había escalado los montes más altos del mundo, incluido el Everest. Cada vez que él volvía de una expedición, llevaba a casa un montón de fotos e historias que fascinaban a Jade. Desde muy pequeña, empezó a acompañar a su padre en algunos viajes. Hasta que un día quiso protagonizar su propia aventura: ¡ir al polo norte!

TEXTO POR CHUS DÍAZ DIZ
ILUSTRADO POR XIANA TEIMOY
MUJERES DE CIENCIA | KIDS
AVENTURAS | CUENTO | PRINCIPIA KIDS
8 de Julio de 2019

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«¿Una chica tan joven en el polo norte? ¡Imposible!», pensaron algunos. Jade no les hizo caso. No le gustaba que le dijeran que no podía hacer algo por ser chica. Sabía que sería complicado, pero quería intentarlo.

Jade tenía que prepararse bien para un viaje tan extraordinario, por eso pasó meses entrenando en el gimnasio. También tuvo que resolver un problema: el polo norte está cubierto de hielo. ¿Cómo iba a cruzarlo, si no sabía esquiar? Ella vivía en una casita junto al mar en Australia y allí no solía nevar, así que fue a Nueva Zelanda a aprender a esquiar.

Además, durante su viaje, Jade tendría que arrastrar un trineo tan pesado como ella. En él llevaría provisiones y el material necesario para acampar. ¡Debía practicar! Como no había nieve en su pueblo, buscó un plan alternativo: atarse dos neumáticos a la cintura y arrastrarlos por la playa.

Llegó el día en el que Jade estuvo preparada para su aventura. Así que esta valiente chica de 14 años puso rumbo al polo norte con su padre, el guía de la expedición y un cámara que quería filmar un documental.

Cuando el grupo llegó al punto de partida de la ruta, Jade quedó impresionada por el paisaje. Mirase donde mirase, todo era blanco. Le sorprendió que fuera tan silencioso. ¡Claro, allí no había nadie más que ellos! Tendría que acostumbrarse a ver luz las veinticuatro horas del día: en aquella época del año nunca se hacía de noche.

Cada mañana, al despertar, los aventureros encendían la estufa para calentar la tienda y derretir nieve. Parte del agua que obtenían la guardaban en termos para el camino; el resto era para el desayuno. ¡Qué bien sentaba un chocolate caliente para empezar la jornada! Después desmontaban las tiendas y emprendían la marcha.

El camino era lento y duro. A veces, Jade y sus compañeros topaban con paredes de hielo tan altas que les impedían avanzar. Esas paredes se forman cuando las corrientes marinas empujan el hielo flotante. Entonces buscaban otra ruta para rodearlas. Si no la encontraban, no tenían más remedio que levantar los trineos y escalar las paredes.

También debían vigilar cuando la capa de hielo era demasiado fina: si se quebraba, podían caer al océano. ¡A nadie le apetecía un baño de agua gélida! En algunas zonas, el hielo ya se había roto y había creado grandes grietas que dejaban a la vista el océano. No podían atravesarlas a pie. En esos casos, el guía se ponía un traje de inmersión y nadaba hasta el otro lado mientras los demás formaban una balsa con los trineos. Entonces el guía tiraba de la balsa y ayudaba a cruzar al resto.

Una de las cosas que peor llevaba Jade era el frío. ¡Las temperaturas rondaban -30 °C! No es de extrañar que se le congelasen las manos o, todavía peor, el trasero. ¿Sabéis lo difícil que es ir al baño en el polo norte? Sobre todo si eres chica…

Al final de cada jornada, los aventureros volvían a montar las tiendas. Enseguida encendían la estufa y tendían la ropa para que se secara. Después derretían nieve y, con el agua caliente, preparaban la cena. El menú no era muy variado. Tomaban alimentos deshidratados: espaguetis, pollo, pastel… ¡Jade soñaba con comida normal! Tras la cena, la chica leía, escribía en su diario y subía a Instagram las fotos del día. Luego se iba a dormir.

A menudo, Jade añoraba a su familia y sus amigos, pero no se arrepentía del viaje. Estaba en uno de los lugares más increíbles del planeta y sabía que, cuando regresara a casa, lo echaría de menos. Qué raro se le iba a hacer volver a clase.

Por fin, después de once días, el grupo llegó a su destino. ¡Jade estaba radiante de felicidad! Y aún se alegró más cuando supo que había batido un récord: era la persona más joven que había hecho un viaje tan largo hasta el polo norte.

La hazaña de Jade se hizo famosa gracias al documental filmado durante la expedición. En Australia la nombraron Joven Aventurera del Año y le invitaron a dar una charla para explicar su experiencia. Jade aprovechó aquella charla para animar a las chicas a ser valientes y perseguir sus sueños.

Pero no a todo el mundo le gustó lo que Jade había hecho. Algunos hombres criticaron que fuese aventurera. Le dijeron que, como era una chica, se dedicara a otras cosas. «¡Hazme un sándwich!», se burlaban de ella.

¿Creéis que esos comentarios detuvieron a Jade? Todo lo contrario. En vez de hacerles caso, se propuso un nuevo reto: cruzar el territorio helado de Groenlandia.

Lo primero que descubrieron Jade y sus compañeros al llegar a Groenlandia fueron los efectos del cambio climático. El hielo había retrocedido tanto que tuvieron que caminar un buen trecho con los trineos a cuestas antes de empezar su ruta.

Durante el viaje encontraron un nuevo enemigo: el sol. Las temperaturas nocturnas llegaban a -20 °C, pero el sol del día y su reflejo en el hielo provocaban un calor sofocante y les quemaba la cara. Con el calor, el hielo se ablandaba y los trineos se deslizaban con dificultad.

Aunque el sol no fue lo peor. Una mañana, el viento empezó a soplar tan fuerte que no veían nada al avanzar. Tuvieron que refugiarse en las tiendas un par de días hasta que la ventisca se calmó.

Otro día encontraron huellas recientes de una osa polar y su cachorro. Desde ese momento, los aventureros se mantuvieron alerta. Cuando acampaban, rodeaban las tiendas con una cuerda en la que colgaban objetos para que hicieran ruido si un oso se acercaba mientras dormían. Por suerte no se toparon con ninguno.

Por fin, veintisiete días después, alcanzaron la costa. ¡Lo habían conseguido! Y como no hay dos sin tres, Jade no tardó en preparar su tercera aventura: llegar al polo sur cruzando una región inexplorada de la Antártida.

Los retos a los que se enfrentaban Jade y sus compañeros en la Antártida eran muy parecidos a los de las dos aventuras anteriores: el pesado trineo, la comida deshidratada, los problemas para ir al baño… Pero todo se acentuaba, ya que la ruta era más larga y las condiciones más extremas.

Tuvieron la mala suerte de encontrar ventiscas por el camino. Eso les obligaba a llevar máscara, gafas y dos capas extra de abrigo. El viento era tan fuerte que parecía que esquiaban sin moverse del sitio. Por no hablar de las temperaturas… ¡Llegaron a -50 °C!

Algunos días hacía tantísimo frío que Jade no lograba entrar en calor. Sentía que sus fuerzas y su voluntad se debilitaban. Lloraba mucho, y aun así seguía adelante. Si los demás le preguntaban si quería parar, ella decía que no, por muy cansada y helada que estuviera.

El esfuerzo de Jade tuvo recompensas inolvidables. ¿Cuántas personas pueden presumir de haber pasado la Navidad en la Antártida? ¿O de haber visto un arcoíris circular? Ese fenómeno se producía cuando el viento hacía volar pequeños cristales de hielo. ¡Era fascinante!

Jade se enamoró de los paisajes polares. Había comprobado cómo les afectaba el cambio climático, así que se propuso un nuevo reto: cuando volviese a casa, explicaría a todos que debían proteger aquellos territorios.

La mejor recompensa llegó en el trigésimo séptimo día del viaje. ¡Por fin alcanzaron el polo sur! Ya habían recorrido las tres regiones polares de la Tierra y ¡Jade había cumplido su sueño! Como solo tenía 16 años, batió varios récords. El más importante: ser la persona más joven en completar las tres expediciones polares.

El día después de cumplir su sueño, Jade se hizo una foto en el polo sur con un sándwich en la mano y la subió a Instagram con un texto dedicado a los hombres que le habían criticado: «Os hice un sándwich de jamón y queso. Ahora esquiad treinta y siete días y seiscientos kilómetros hasta el polo sur y os lo podréis comer». ¿Creéis que alguno de ellos se atrevió a aceptar el reto?

NOTA DE LA AUTORA

Todo lo que cuenta esta historia sobre Jade Hameister es cierto. ¡Incluida la anécdota del sándwich! Jade terminó su tercera aventura polar en enero de 2018. Si queréis saber más sobre ella, podéis visitar su web. También podéis ver las fotografías de sus viajes polares en su perfil de Instagram.

Instagram de Jade Hameister
Página web

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