Lucha o huye

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Mientras sostiene la mirada de su enemiga mortal, O-Ren Ishii, alias Boca de Algodón, un sonido de vehículos frenando se escucha afuera. Acaba de derrotar a una temible guerrera, pero lo que le espera ahora es muy diferente. No es un único combate, es una batalla, y no hay tiempo para pensar. El cuerpo de Beatrix Kiddo, la Novia, se prepara para la acción.

TEXTO POR PABLO PINEÑO
ILUSTRADO POR ENERI MATEOS
ARTÍCULOS
INSTINTO | NEUROCIENCIAS | SUPERVIVENCIA
15 de Julio de 2019

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«¿De verdad pensabas que iba a ser tan fácil?», dijo O-Ren Ishii.

Segundos después, ya está rodeada. No necesita contarlos. Su propio nombre los delata. Ochenta y ocho hombres vestidos de negro y enmascarados salen por todas las puertas de la mansión japonesa y la apuntan con sus armas afiladas. Pero no importa el número. La Novia, enfundada en un mono amarillo manchado de sangre, no se detendrá hasta lograr su venganza.

Beatrix Kiddo levanta su katana y todos retroceden cuando gira la hoja afilada. En ella se reflejan los enemigos a su espalda; en sus ojos, los que tiene enfrente.

En el instante previo antes de la pelea, su cerebro siempre hace el mismo trabajo. Tras su cráneo cubierto por una melena rubia empapada de sangre, la amígdala percibe la amenaza y lanza impulsos nerviosos a través de las neuronas. La señal eléctrica es percibida por el hipotálamo, el centro de comando del cerebro.

Uno de los individuos toma la iniciativa y la ataca. Un segundo después, la espada de Beatrix ha encontrado su primera víctima. No tarda más que un parpadeo en encontrar las siguientes. Con un doble giro se lleva por delante a tres enmascarados.

El hipotálamo replica los impulsos eléctricos que ha recibido a través de los nervios del sistema nervioso simpático. Las glándulas adrenales reciben esa señal y empiezan a liberar adrenalina. Tan solo unos segundos después ya nota los efectos: la vasoconstricción aumenta su ritmo cardiaco para bombear más sangre a sus músculos.  Su respiración se acelera. Sus pupilas se dilatan para aguzar su visión. Pronto siente las gotas de sudor resbalando por la palma de su mano. 

El cerebro se prepara para afrontar la duda primordial del ser humano. Lucha o huye.

Pero ella ya hace tiempo que escogió luchar.

Abre los brazos y empieza a lanzar estocadas certeras contra todos los enemigos a su paso. Desde fuera es casi imposible seguir el ritmo de la hoja de su katana pero, aunque posee una extraordinaria habilidad para las artes marciales, gran parte de esos movimientos no son conscientes. El sistema nervioso autónomo se ha puesto al mando y actúa por instinto para eliminar la amenaza.

Cuando la amenaza se convierte en constante, el hipotálamo activa la secreción de cortisol. Esta hormona bloquea todas las funciones corporales que no sean vitales para la supervivencia inmediata para ahorrar energías.

Su espada corta todo lo que encuentra a su paso. Con sus movimientos destruye armas enemigas, rompe madera y se impulsa en imposibles piruetas para esquivar las acometidas enemigas. Esta fuerza podría deberse al fuego interno que la empuja a perseguir su destino, pero la responsable es también la adrenalina, que contrae las fibras musculares e incrementa su fuerza y resistencia. Tras abatir varios esbirros, Beatrix encuentra al líder de la banda. Con un truco sucio la alcanza con una estocada y aprovecha para patearla en el estómago. La Novia sale despedida hacia atrás y aterriza en el suelo cubierto de sangre, pero no percibe dolor. Los nervios que conectan con el cerebro están al servicio de la supervivencia hasta que la amenaza pase.

Decenas de katanas se precipitan inmisericordes sobre ella. El efecto de la adrenalina contrae sus nervios ópticos y le genera visión en túnel. Le cuesta ver todo aquello que que no está frente a ella, pero consigue rodar y levantarse sin ser herida. En el proceso incluso es capaz de abatir algún enemigo más.

Le recorre un escalofrío la espalda. Durante un súbito segundo es consciente de lo cerca que se ha encontrado del final, pero el pensamiento es interrumpido cuando un hacha sale disparada de la mano de uno de los enmascarados. La Novia la esquiva con facilidad. Para ella, el proyectil se acercaba a su cabeza lentamente, casi a cámara lenta, y se incrusta en el pecho de otro asesino. Para Beatrix, el tiempo ha perdido su velocidad normal. Cada mínimo movimiento de sus adversarios lo percibe en una cámara oculta que le permite anticiparse y responder. El cóctel químico secretado por orden de su cerebro altera la percepción de tal modo que no percibe el paso del tiempo de la misma manera. Las décimas de segundo se convierten en minutos. Los minutos, en horas. Como cuando estuvo postrada en aquella sucia cama de hospital.

La adrenalina también genera exclusión auditiva: su cerebro solo presta atención a los sonidos que le dan información vital para seguir con vida.

La Novia ya ha perdido la cuenta de cuántos adversarios ha abatido, pero empieza a acusar el cansancio y aún quedan decenas de enemigos ante ella. La adrenalina ha forzado a su hígado a que genere azúcares que alimenten sus músculos, pero la energía no dura eternamente. En estos momentos, su cerebro toma medidas. Cuando la amenaza se convierte en constante, el hipotálamo activa la secreción de cortisol. Esta hormona bloquea todas las funciones corporales que no sean vitales para la supervivencia inmediata para ahorrar energías.

Sus adversarios se organizan y cada vez debe recurrir a estrategias más arriesgadas. Ahora una pirueta para abatir a un enemigo que se lanza a por ella. Luego lanza una estocada atrás cuando un ruido a su espalda la alerta de un enemigo furtivo. Su mente cegada por el estado de respuesta a estrés da por hecho que llegará a su destino. Pero cada vez está más acorralada. Se impulsa sobre una mesa y salta hacia el piso superior. Si lo hubiese pensado por un segundo habría considerado que es imposible, pero sus fibras musculares no responden a la voluntad sino al sistema nervioso autónomo y son capaces de superar sus límites aparentes. Beatrix ha ganado unos segundos preciosos y ahora sus enemigos suben las escaleras y acuden uno a uno a conocer la muerte de primera mano. Cuerpos cortados llueven hacia la planta inferior y caen sobre los muebles, generando un estruendo ensordecedor. Pero ella no lo escucha. La adrenalina también genera exclusión auditiva: su cerebro solo presta atención a los sonidos que le dan información vital para seguir con vida.

Pero ella no es la única con adrenalina corriendo por las venas. El jefe de la banda ha visto cómo la mitad de sus esbirros han caído ante una única mujer y decide terminar la batalla antes de que la posibilidad de la derrota aparezca. Replica el mismo salto imposible y sale al encuentro de la Novia. Las dos espadas de sus manos se mueven a una velocidad imposible, pero él también las percibe lentas y cadenciosas. Beatrix las repele, pero pronto se da cuenta de que está en una ratonera y se impulsa de nuevo al piso inferior. Aún tiene fuerzas para girar varias veces sobre sí misma mientras abate enemigos y situarse en el centro de la batalla.

Es entonces cuando ve que su enemigo mortal se ha dado la vuelta y se escapa por el piso superior. Sin venganza, toda esta batalla es inútil. Haciendo acopio de todas las fuerzas que le quedan, acelera el ritmo de su katana. Acaba con varios enemigos con cada estocada mientras se dirige hacia la escalera para perseguirla. Uno tras otro, van cayendo hasta que solo queda en pie el líder de la banda. Tras un duelo haciendo equilibrios al filo de la barandilla, la Novia termina con su vida. Ya no queda ningún enemigo en pie. Los pocos supervivientes huyen dejando tras ellos ríos carmesíes.

En el cerebro de Beatrix activa el sistema parasimpático y libera acetilcolina para contrarrestar los efectos de la adrenalina. Su ritmo cardiaco se relaja. Su respiración se vuelve uniforme. Va siendo consciente de lo herida que está y de lo agotado que está su cuerpo, pero todo aún está lejos de terminar. Tras la puerta corredera, en un jardín nevado, O-Ren Ishii la espera. La Novia abre la puerta y acude a su encuentro.

Pronto borrará otro nombre de su lista.

Referencias

—M. Ulrich-Lai and Herman P. (2009) Neural Regulation of Endocrine and Autonomic Stress Responses. Nat Rev Neuroscience. 10(6): 397-409
—Roatta S. and Farina D. (2010) Sympathetic Actions on the Skeletal Muscle. Exerc. Sport Sci. Rev. 38(1): 31-35.

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