La ignorancia mató a Fela Kuti

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La llama de la revolución panafricana se apaga en un moderno apartamento del centro de Lagos. El gran Fela Anikulapo Kuti, en otro tiempo uno de los mayores símbolos del poder negro y la defensa de los derechos humanos, azote de políticos corruptos y neocolonialistas, se levanta a duras penas de la cama. Se está muriendo y no quiere hacer nada para evitarlo.

TEXTO POR ESTIBALIZ URARTE RODRÍGUEZ
ILUSTRADO POR GUILLERMO ROMÁ
ARTÍCULOS
MEDICINA | SIDA
1 de Agosto de 2019

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— ¡Que te he dicho que no!
— Pero papá, tienes que hacerte los análisis. ¡El tío Beko dice que lo más probable es que tengas SIDA!

Cuando Seun terminó de pronunciar la última palabra, Fela estalló en una sonora carcajada. Le acababa de dar una calada al tercer porro de marihuana del día, el que solía fumarse después del desayuno. Esto hizo que sus pulmones se aturullaran con tanta entrada y salida de aire y su cuerpo respondió con una tos descomunal que casi le corta la respiración.  

— ¡Y deja de fumar! Pero si estás hecho polvo, mírate… Es que no entiendo cómo puedes ser tan testarudo.
— A ver, hijo. Yo no sé cuántas veces te lo tengo que decir. — hablaba despacio, deteniéndose en cada sílaba, con un tono insoportablemente condescendiente — Yo no tengo SIDA. No puedo tener esa enfermedad de blancos porque yo no soy blanco. ¿Lo entiendes? ¿Acaso ves que sea blanco? Parece mentira que seas mi hijo.
— El SIDA no es una enfermedad de blancos, papá. La provoca un virus que afecta a los humanos, no importa la raza, ni el sexo, ni la orientación sexual. Me lo ha explicado el tío Beko, que es médico y sabrá más de esto que tú. Llevas mucho tiempo débil, cada día que pasa te veo peor. No paras de toser. Y esas manchas…
— Esas manchas son un regalo de Dios, Seun. Ya te lo he dicho mil veces… — volvió a reír con aire demente mientras miraba por la ventana de la habitación. Estaba nublado pero podía intuirse la pesadez del aire contaminado y húmedo de Lagos. Cuando por fin dejó de reír se advertía un fulgor de preocupación en su mirada. ¿O había sido su imaginación? Seun ya no estaba seguro de si su padre moriría antes de esa enfermedad infecciosa que decían que padecía o si acabaría sus días encerrado en un psiquiátrico.

Lo cierto era que Fela Anikulapo Kuti, probablemente el personaje más carismático de la historia de Nigeria, revolucionario político hasta la médula, panafricano acérrimo, polígamo, amante de las drogas legales e ilegales e inventor del afrobeat, tenía SIDA, aunque él no lo quisiera reconocer. Las manchas del sarcoma de Kaposi que aparecían por todo su cuerpo eran una de las señales inequívocas. En personas infectadas por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH) y que han desarrollado la enfermedad (síndrome de la inmunodeficiencia adquirida o SIDA), este tipo de cáncer de piel es causado por una interacción entre dicho virus, un sistema inmunitario mermado y un tipo de herpesvirus humano. El sistema inmune va menguando por culpa del VIH, el cual se reproduce gracias a la maquinaria genética de unas células que protegen nuestro cuerpo: los linfocitos CD4.

Fela se levantó, cogió un vinilo de la modesta colección que guardaba en el apartamento — el resto los mantenía a buen recaudo en la casa de Ikeja — , lo sacó de su funda, lo puso sobre el plato y le colocó la aguja en el surco preciso. La zarabanda de Händel sonó como de costumbre, épica, estremecedora y gloriosa. Seun llevaba toda su vida escuchando esa pieza para clavecín y se sabía cada nota de memoria. Estaba seguro de que no había ninguna otra persona en todo África que venerara tanto a Georg Friedrich Händel como su padre. 

— Tus tíos Beko y Oli son el ejemplo más claro de cómo Occidente lava el cerebro a los africanos. Pueden irse con su medicina de blancos a la mismísima mierda — y subió el volumen del disco hasta que a Seun no pudo aguantar más la rabia contenida y salió del dormitorio dando un portazo.

En la habitación contigua, el amplio y luminoso salón del apartamento, una decena de personas fijaron sus miradas en él en busca de respuestas. Sus tíos Beko y Oli, ambos médicos y activistas, varios de sus hermanos, su madre, otras dos mujeres que no conocía de nada, Tony Allen y el médico especialista en infecciosas que habían traído del Lagos University Teaching Hospital se mostraban inquietos y desesperados.

— Pues parece que ni al niño de sus ojos le va a hacer caso el cabezón ­— lamentó su hermano Femi poniendo los ojos en blanco.
— El señor Kuti necesita comenzar el tratamiento de antirretrovirales con urgencia. — espetó el doctor con preocupación mientras se recolocaba las gafas — El tiempo corre en su contra.

El médico les explicó que, mientras ellos mantenían aquella conversación, en el mundo había ya 15 millones de personas infectadas por el VIH, la mayoría en África. Al parecer la costumbre de no utilizar profilácticos durante las relaciones sexuales y las prácticas de poligamia tan extendidas en el continente habían sido el caldo de cultivo perfecto para extender la pandemia, ya que la transmisión del virus puede darse a través de fluidos sexuales además de por la sangre o la leche materna. Afortunadamente, desde que en 1981 se hicieran públicos los primeros casos de SIDA en Estados Unidos, la ciencia había avanzado a pasos agigantados y ya había diversos fármacos disponibles para mantener el virus a raya. Su familia tenía la suerte de poder pagarlos. No todos los nigerianos y nigerianas podían decir lo mismo.

— Los antirretrovirales son unos compuestos que atacan a una enzima del virus, la transcriptasa inversa, que es la encargada insertar su material genético en el de la célula infectada, en este caso un tipo de glóbulos blancos llamados CD4. Cuando el VIH “se mete” en el ADN del CD4 este queda inutilizado y ya no puede ejercer su función protectora. En los pacientes con SIDA el sistema de defensa del organismo está prácticamente destruido y por eso se debilitan y acaban muriendo de diversas infecciones. ¡Su cuerpo no puede defenderse! — exclamaba el doctor — Mr. Kuti muestra ya síntomas de que la enfermedad está muy avanzada: el sarcoma de Kaposi, la infección pulmonar persistente... Aunque no me haya permitido examinarlo a fondo, solo con verlo puedo saber que su sistema inmunitario está extremadamente debilitado. Por favor, háganle entrar en razón…

A  Seun le sonaban algunos de esos términos de las clases de Biología del instituto. No podía creer que dentro del cuerpo de su padre, el todopoderoso Black President, hubiera un parásito que lo estuviera matando segundo a segundo. ¿Qué haría Nigeria sin Fela Kuti? O peor, ¿qué haría él sin su padre?

Al otro lado de la pared se escuchaba “Get up offa that thing” de James Brown. Fela había cambiado de disco y probablemente se encontraría de mejor humor y estaría bailando como un loco por toda la habitación. Seun quiso volver a intentarlo.

— No seas idiota. — le advirtió Femi — Ni aunque lo ates a la cama se tomará todas esas pastillas.

Seun sabía que su hermano tenía razón. Cabizbajo, entró de nuevo en el dormitorio de su padre. Ahora sonaba “Naima” de Coltrane. Fela tenía otro porro humeante entre los dedos y la mirada perdida. Parecía que observaba Lagos a través de la ventana pero seguramente estaría visualizando su propio final reflejado en la cáotica ciudad. No por casualidad se había apodado a sí mismo Anikulapo, “el que lleva la muerte en la mochila”. Seun le abrazó por detrás con fuerza y Fela se giró y le sonrió con un amor inmenso. Jamás olvidaría esa sonrisa.

Un año después, Fela Kuti fallecía en Lagos a los 58 años a causa de complicaciones derivadas del SIDA. Sus creencias anti-científicas y su ignorancia vencieron a las evidencias y se negó a seguir un tratamiento para detener la enfermedad. Dejó tras de sí 77 discos, miles de actuaciones memorables, un puñado de revoluciones políticas, millones de seguidores, varias esposas y 7 hijos. Afortunadamente, tras el triste desenlace sus hermanos Bekolari y Olikoye, médicos ambos, hicieron grandes esfuerzos para dar a conocer la enfermedad en el continente africano y para combatir las ideas pseudocientíficas que pululaban en torno a ella. Sus hijos Femi y Seun, que han continuado explorando el extraordinario legado musical de su padre, decidieron no adoptar su pensamiento supersticioso, convirtiéndose en célebres activistas contra el SIDA y arduos defensores de la educación para la prevención de la enfermedad. Porque la ignorancia, y no el virus de la inmunodeficiencia humana, mató a Fela Kuti.

Referencias

—Luna. 2014. Fela Kuti: espíritu indómito. Editorial Milenio.
A timeline of HIV and AIDS. HIV.gov

 

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