El meteorito que impactó en la península de Yucatán, México, creando el cráter Chicxulub hace unos 65 millones de años provocó la extinción de los dinosaurios. Su gran tamaño, de unos 200 kilómetros, generó en su choque con la superficie terrestre un tsunami, incendios forestales, movilización de grandes cantidades de rocas y la emisión a la atmósfera de una gran cantidad de minerales de azufre vaporizados. Éstos se dispersaron en la atmósfera haciéndola más opaca a la luz del Sol, causando la bajada de temperatura global, y por tanto la extinción de los dinosaurios.
Las muestras de rocas recogidas en zonas profundas y centrales del cráter por una expedición de 364 investigadores de centros científicos de todo el mundo− a los que hay que añadir a los autores de la publicación− han permitido conocer en más detalle cómo ocurrieron esta sucesión de hechos dramáticos. Según el análisis de las muestras en los primeros minutos después del impacto, las rocas de las zonas más bajas se fluidificaron formando un anillo de colinas que fueron rápidamente cubiertas por unos 40 metros de sedimentos. Una hora después del impacto las aguas del océano inundaron el cráter depositando otros 90 m de sedimentos. En las 24 horas siguientes el retroceso de las aguas del tsunami provocado, depositó en el cráter materiales de zonas del interior de Norteamérica a unos 2 000 km de distancia, añadiendo capas de arena y grava mezclada con fragmentos de carbón vegetal.
La intensidad de los procesos ocurridos revelan enormes velocidades para el agua que se desplazaba cargada de sedimentos y escombros siendo comparable a la velocidad del viento en los huracanes. Esta energía provenía de la intensidad del impacto del meteorito, equivalente a una potencia de diez mil millones de bombas atómicas como la de Hiroshima.
La investigación publicada en la revista PNAS resalta la importancia de que no existan rocas ricas en azufre en el núcleo del cráter mientras que sí se encuentra rodeado de ellas. Esta distribución apoyaría la teoría de que el impacto provocó la vaporización de los minerales ricos en azufre que fueron dispersados a la atmósfera haciéndola más opaca al paso de la luz solar. Se estima que se emitieron a la atmósfera 325 millones de millones de kilogramos de azufre, una cantidad diez millones de veces superior a la emitida por el volcán Krakatoa en 1883 que provocó un descenso de 2.2 grados de temperatura de forma global durante cinco años.
Las muestras aportan el conocimiento de los efectos del impacto sobre el medioambiente en un día crucial para la historia de la vida en la Tierra. Resaltando el haber hallado carbón vegetal como evidencia de incendios inducidos por el choque del meteorito, y la escasez rocas ricas en azufre en el núcleo del cráter como indicio para apoyar el aumento de densidad de la atmósfera. Lo cual sería el desencadenante de un rápido enfriamiento global como mecanismos de extinción para la vida.
A partir del análisis genómico de un hueso de falange y utilizando un método basado en los efectos de las enfermedades monogénicas se ha podido reconstruir el esqueleto de los denisovanos.
La asociación de algas verdes y bacterias genera más hidrógeno que en su actividad independiente. Este proceso tiene aplicaciones tanto para el tratamiento de desechos contaminantes como para el uso del hidrógeno como combustible.
La detección se realiza con una prueba de colorimetría en la orina, por cambio de color, en menos de una hora. Siendo el proceso completo de detección sencillo, fácil de aplicar y asequible.