Constelaciones de satélites

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Salí al patio, como he hecho toda mi vida. Cuando todo está tranquilo en casa y los demás duermen, salgo y uso el telescopio: me gusta observar la Luna, los planetas, las Pléyades… A veces incluso intento sin el telescopio encontrar estrellas, pero ya sin mucho éxito.  Ya no es como antes.

TEXTO POR ESTRELLA MORAL ORDÓÑEZ
ILUSTRADO POR GUILLERMO ROMÁ
ARTÍCULOS
3 de Octubre de 2019

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Por un momento, recuerdo la casa de mis abuelos. Los veranos. A mi abuelo en la butaca disfrutando del fresco de la noche, explicándome historias mitológicas de las constelaciones. El asombro, la pasión con la que lo contaba y la fascinación que se creaba en mí. Ya no es como antes.

Hace tiempo que el abuelo murió, que la casa fue derruida y todo lo que había dentro. Ya no es como antes, ni lo que hay en el cielo ni lo que tenemos en el suelo.

Me despierto de mis nostalgias de infancia y me doy cuenta que aún es temprano para ir a dormir. Me gusta ver la ciudad con poco tráfico y poder disfrutar del poco cielo que las farolas dejan ver. Intento encontrar alguna constelación pero no consigo mucho. Desde hace años se intentó la protección del cielo nocturno. Se hicieron normativas al respecto. Las islas Canarias fueron pioneras. Se creó la Fundación Starlight para la protección del cielo nocturno y el derecho a observar las estrellas. Sirvió, pero no todo lo que nos hubiera gustado. En las ciudades la iluminación sigue siendo más hacia el cielo que hacia el suelo.

Noto mi móvil removiéndose en mi bolsillo. Es un mensaje de Pablo: «mira en dirección noreste declinación  […]   ascensión recta […]  en veinte minutos los verás, son de los que te he hablado esta mañana».

 Como tengo suficiente tiempo, disfruto montando el telescopio: primero coloco el trípode, la montura, tengo cuidado con el contrapeso y los ajustes finos. Finalmente el telescopio y el buscador. Ajusto la posición a ojo e incluso me da tiempo a valorar si de verdad me merece la pena hacer la observación, sabiendo de lo que se trata. Al final decido verlos, dicen que estos, en particular, son espectaculares. Al poco de acercar el ojo al ocular se pueden ver. Un conjunto de satélites que van pasando por delante de mi vista, como si fueran pequeñas moscas de luz brillante adiestradas para ir en fila, para deleite de los humanos que las miran. En realidad… no es tan poético. Tardan varios minutos en pasar todas en su formación ordenada. No me he parado a contarlas, pero Pablo me dijo que estos eran trescientos. Me refiero a estos, porque no son los únicos que se pasean por el cielo.

Estos pertenecen a una empresa china que prometió proporcionar servicios de internet para cualquier lugar del mundo en competición con otras empresas americanas, pero después de lanzar trescientos cincuenta satélites, tuvieron problemas con el cohete lanzadera y se paró el proyecto. Así que allí están los satélites, todos orbitando alrededor de la Tierra hasta que el sistema falle y se choquen con basura espacial y caigan o pierdan altura y se desintegren en su caída a la Tierra.

Pero estos no son los únicos. Varias empresas americanas consiguieron permisos para enviar conjuntos de satélites con la promesa de la cobertura around the world. Y después, todos  hemos perdido. La IAU advirtió sobre su repercusión, la necesidad de preservar el cielo nocturno, la influencia sobre observaciones en el rango del radio de los telescopios, hacer una legislación al respecto…  Pero la conectividad está por encima de la ciencia. Ahora pocas observaciones en radio se pueden hacer. Los satélites tienen casi todo el rango del espectro para su uso, con el retroceso que supone para la investigación en radioastronomía.

Los que nos dedicamos a la astronomía tenemos trazas del paso de los satélites en las imágenes que hacemos. Yo soy aficionado, pero en las observaciones de larga exposición de los telescopios con gran campo de visión, donde se hacen pocas imágenes de mucho tiempo de exposición, una noche de observación se va al garete por estos grupos de satélites. Y si fuera solo una noche…

Ya no se ve el cielo como antes. Decían que su brillo sería escaso, pero no es así. Su magnitud varía en el cielo, a veces no son visibles apenas aquí en la ciudad y otras veces tienen picos de brillo en los que se les puede ver perfectamente a simple vista. Y con la gran cantidad que hay de ellos, observar las constelaciones es cada vez más difícil. Es complicado poder identificar asterismos, e incluso en ocasiones dudo en qué dirección está el norte. No me queda más remedio que usar la brújula para no equivocarme. Son cientos de miles de constelaciones de satélites las que se mueven diariamente en nuestro cielo. Irónico… constelaciones de satélites…

Recuerdo que antes, en verano, de un vistazo me podía orientar en el cielo, encontrar Casiopea, Antares en la constelación del escorpión, y el cisne y la lira, y era emocionante descubrirlas cada vez, y encontrar un planeta para averiguar cuál era y observarlo. E intentar con el telescopio encontrar algún cúmulo que aún no había visto, o alguna galaxia cercana.

¿Y todo esto para qué? ¿Para tener conexión en cualquier lugar y hora?

Me gustaba más antes, cuando conectar era mirar al cielo, diferenciar constelaciones, observar la luna y buscar estrellas dobles…  cuando conectar era despertar a la curiosidad viendo un cielo estrellado limpio, aunque hubiera luz de más…

Me pregunto cómo habrían interpretado los griegos en sus cielos de mitos y dioses un conjunto de puntos alineados moviéndose en el cielo en la misma dirección…

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