La historia de la cirugía plástica

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Pensemos que no toda la cirugía plástica se realiza con fines meramente estéticos, si no que como en sus albores, sigue existiendo un elevado número de ocasiones en que esta se realiza con fines reconstructivos, o bien para paliar deformaciones congénitas como podrían ser las fisuras palatales o los labios leporinos. Esta es una breve historia de esta especialidad quirúrgica.

TEXTO POR ANTONI TORRES
ILUSTRADO POR TANIA VICEDO
ARTÍCULOS
2 de Diciembre de 2019

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Llevamos más de un mes sin avanzar ni un solo centímetro. La vida dentro de la trinchera, en este lodazal, es la peor manera de estar vivo. Aquí el tiempo sobra, por que no se espera nada, solo a la muerte o a la locura.

Tengo el cuerpo entumecido por la humedad y el frío. El agua nos llega hasta las rodillas, sobre todo en aquellas zonas donde los obuses han destruido el entibado puesto con esmero desde hace meses.Todo está envuelto por un silencio tenso, roto por el intermitente martillear del fuego de artillería. Nos rodea un paisaje teñido de un color plomizo y de una espesa niebla, como si se tratara de un daguerrotipo de la misma muerte. Una lluvia fina, invisible y persistente lo cala todo, haciendo que ningún centímetro de nuestros entumecidos cuerpos esté seco ni un solo minuto de estos interminables y monótonos días. Las ratas campan a sus anchas por la trinchera. Están tan famélicas como nosotros. Nosotros somos ratas. Olemos como ratas, estamos sucios como ratas, vivimos como ratas y tenemos hambre como ratas.

Son las 5 de la mañana y acaban de repartir el delicioso manjar de cada día: sopa de metralla y pan de arena con mermelada de nabos. La trinchera hiede, el olor ocre de la pólvora se mezcla con nuestro olor a animal enjaulado.

Hoy después del desayuno el suelo ha vuelto a temblar. Nos cae una incesante y atronadora lluvia de proyectiles, enviados con todo el esmero y precisión que los hijos del imperio británico pueden conseguir. Saben que vamos a atacar, han debido ver movimiento de tropas en la retaguardia. Hoy el alto mando ha decidido que debemos tomar la colina de enfrente, apenas a 500 metros de nuestras posiciones, defendida estoicamente por los británicos. Mi compañero está en posición fetal con las manos tapándose los oídos, no soporta este estruendo ensordecedor. Muchos se vuelven locos, pero solo unos pocos tienen la suerte de ser enviados a casa. Yo me he acostumbrado a este repicar incesante que al principio te corroe la mente y te hace desear que te arranquen los oídos. Con el tiempo he aprendido a distinguir el tipo de proyectil por el característico silbar que hacen justo cuando van a besar la tierra yerma y quemada para fundirse en una obscena cópula de ruido y destrucción.

El coronel toca su silbato, es la señal para iniciar el ataque. Trepamos por la escalera que nos abre paso a la tierra de nadie, un estrecho espacio jalonado por cadáveres olvidados y alambre de espino, sin vida, lleno de agujeros, como si se tratara del jardín por donde lo más oscuro y pútrido de la humanidad ha decidido salir a pasear en esta guerra. Al asomar la cabeza siento que algo me atraviesa la mandíbula, un sabor a sangre y metal inunda mi boca. Cuando me despierto nadie me dice nada, tengo la cara vendada de arriba abajo y la morfina me atonta. Cuando me quitan los vendajes para limpiarme la herida me doy cuenta de la horrible realidad, no puedo hablar, no tengo boca.

Esta podría ser la historia de un soldado alemán herido en el frente occidental en la primera guerra mundial, donde la maquinaria de guerra y sus víctimas sufrieron de una manera amarga las consecuencias de la tecnificación que se estaba llevando a cabo en el mundo industrializado. En la guerra de trincheras una parte de las heridas se daban en la zona superior del cuerpo, en especial en la cabeza. Los heridos en muchas ocasiones quedaban desfigurados, perdiendo una parte o partes de su rostro, siendo estas unas heridas que llevaban a un tipo de incapacitación con un fuerte componente psicológico. En francés se les conoció como gueules cassées, los caras rotas o partidas, y la cirugía estética avanzó debido a la necesidad imperiosa de devolver a esas víctimas la parte física que la guerra les había segado. Pero los albores de la cirugía plástica se remontan a muchos siglos atrás.

Ya en el tratado de medicina hindú Ayurveda se detalla la reconstrucción de la nariz a partir de tejido propio de la frente en aquellos ladrones que habían sido castigados con la sección de dicha protuberancia facial por sus crímenes. Existen tratados tibetanos más antiguos que también hablan de dicha técnica por lo que es muy posible que los primeros cirujanos plásticos de la india aprendieran de los del Tibet.

En otras partes del mundo, nos tenemos que remontar a la época romana, más concretamente al año 30 dc para encontrar a un doctor romano, Cornelius Celsus que describe la reparación de diversas partes del cuerpo, como orejas, labios o la nariz a partir de tejido propio cercano. Después de este precursor de la cirugía plástica romano, llega una época de oscuridad para esta especialidad, coincidente con la edad media, salvo aisladas leyendas como la reconstrucción nasal del emperador Justiniano II o el primer heterotrasplante de una pierna a un paciente con un cáncer de dicha extremidad representado en una pintura del S XIV realizado por San Cosme y San Damián a partir de la pierna de un muerto.

Tenemos que remontarnos hasta 1442 para encontrarnos con otro pionero de la cirugía plástica en la figura del cirujano siciliano Branca, que también reconstruía apéndices nasales a partir de tejido de la cara. Su hijo continuó con la labor de su progenitor innovando a través del uso de material del brazo para realizar la reconstrucción nasal.

El primer tratado sistemático sobre estas técnicas se lo podemos atribuir a Gaspar Tagliacotius, profesor de cirugía de Bolonia. Fué publicado en 1597, y se describe con detalle la reconstrucción nasal a partir del tejido del brazo. Como pionero le costó la excomunión y la exhumación de su cadáver para enterrarlo en tierra no consagrada, y es que ir en contra de los designios de Dios tenía un precio. No obstante la admiración profesada por sus coetáneos fue tal que le erigieron una estatua en la cual podemos observar a Tagliacotius con una nariz entre sus manos.

Pero no es hasta 1794 dónde el método indio de reconstrucción nasal a partir de piel de la frente es revisitado en la vieja europa en una carta anónima en el Gentle’s magazine, y a partir de su estimulante lectura en 1814 se realiza la primera rinoplastia en europa en tiempos modernos. Pero el devenir de la historia nos devuelve a un periodo en dónde se realizan pocos avances en el campo. No es hasta que la necesidad provocada por la carnicería de la primera gran guerra en la que podemos hablar de avances reales en la cirugía plástica, con la creación de los primeros equipos multidisciplinares. El periodo de entreguerras vuelve a un periodo de oscurantismo y pocos avances, pero el devenir de la segunda guerra mundial y de sus diferencias con la primera (más traumatismos provocados en otras partes del cuerpo por una guerra que dejó de ser estática para convertirse en la guerra relámpago) vuelven a relanzar el desarrollo de la cirugía plástica para poder solucionar las heridas dejadas por los horrores de la guerra.

Los avances que vendrían después, entre ellos el uso de nuevos materiales de tipo sintético, como la silicona, han llevado a la cirugía plástica hasta lo que hoy conocemos. Pero pensemos que no toda la cirugía plástica se realiza con fines meramente estéticos, si no que como en sus albores, sigue existiendo un elevado número de ocasiones en que esta se realiza con fines reconstructivos, o bien para paliar deformaciones congénitas como podrían ser las fisuras palatales o los labios leporinos. 

Referencias

—Wallace AB. The History and Evolution of Plastic Surgery. ResMedica.

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