¿Habéis oído hablar de Bali? Si buscáis su nombre en Google, comprobaréis que es una preciosa isla de Indonesia rodeada de arrecifes de coral. Los turistas la visitan atraídos por sus playas de aguas cristalinas, sus curiosos templos, sus volcanes y sus típicos arrozales. Pero este paraíso verde tiene una cara oculta menos atractiva y muy preocupante. Y las hermanas Wijsen la conocen bien.
A Isabel y Melati Wijsen no les hace falta coger un avión hasta Bali para disfrutar de la isla, como hacen los turistas, porque nacieron allí. No es de extrañar que, desde pequeñas, sintieran un gran amor por la naturaleza. Aunque ese amor no lo motivó solo el entorno en el que crecieron, sino también su escuela.
Para ellas, su escuela era la mejor del mundo. Se llamaba Escuela Verde de Bali y se encontraba en plena selva. Estaba hecha de bambú y no tenía paredes; así se integraba totalmente en la naturaleza. Allí los alumnos tomaban conciencia sobre la importancia de proteger el medio ambiente. También aprendían a ser creativos y resolver problemas, y descubrían cómo aportar su granito de arena para mejorar el mundo.
Un día, en clase, a Isabel y Melati les hablaron de personajes famosos que habían hecho cosas importantes por su comunidad, como Nelson Mandela o Mahatma Ghandi. De camino a casa, las dos hermanas decidieron que ellas también querían hacer algo importante por su isla. Isabel tenía entonces 10 años y Melati, 12. Todavía eran niñas, pero no querían esperar a ser mayores para entrar en acción. ¡Querían hacer algo ya!
Aquella noche, sentadas en el sofá de su casa, las niñas repasaron los problemas que había en Bali en busca de algo sobre lo que poder actuar. Y llegaron a la conclusión de que el problema más grave de la isla eran los residuos plásticos.
Más allá de las playas paradisíacas que ven los turistas, en Bali se pueden encontrar grandes concentraciones de basura al aire libre. Isabel y Melati descubrieron que en su isla se generaban cada día residuos plásticos equivalentes a ¡un edificio de 14 pisos!
¿Cómo hacer frente a algo tan grande, si ellas solo eran un par de niñas? Las hermanas decidieron centrarse en una parte del problema: las bolsas de plástico. Casi todas iban a parar a los desagües; desde allí llegaban a los ríos y acababan en el océano. A menudo, las corrientes las traían de vuelta a las playas. Y las bolsas que no llegaban al océano se acumulaban en tierra, ya que ni se incineraban ni se recogían.
Cuantas más cosas descubrían Isabel y Melati sobre las bolsas de plástico, más convencidas estaban de lo perjudiciales que eran. Estas bolsas suelen utilizarse una única vez antes de tirarlas. De promedio, sirven para lo que se crearon –llevar la compra del supermercado a casa, por ejemplo– durante 30 minutos; en cambio, tardan años en descomponerse. Lo mismo pasa con otros plásticos de un solo uso, como las pajitas para beber o muchos envases de alimentos.
La mayoría de esos plásticos llega al océano, contamina el agua y daña la vida marina. Algunos animales quedan atrapados entre los restos de plástico y acaban heridos. Otros confunden el plástico con alimento y se lo comen, con lo que pueden enfermar o morir. Además, esos restos perjudican los arrecifes y las especies que los habitan.
Isabel y Melati descubrieron que había gente en diferentes lugares del mundo intentando acabar con las bolsas de plástico de un solo uso, y quisieron hacer lo mismo en Bali. Así nació su iniciativa Bye Bye Plastic Bags (que en inglés significa «Adiós, bolsas de plástico»).
¿Acabar con las bolsas de plástico de un solo uso en toda la isla? ¡No podrían hacerlo solas! Por eso decidieron pedir ayuda a otros niños y niñas que compartían sus intereses. Las hermanas Wijsen y su equipo de voluntarios no tardaron en ponerse manos a la obra. Visitaban escuelas y mercados para alertar sobre los peligros del plástico para el medio ambiente, organizaban limpiezas de playas, repartían bolsas reutilizables como alternativa a las de plástico...
Pero todo aquello no era suficiente. Isabel y Melati sabían que necesitaban convencer al gobernador de Bali para que cambiara las leyes y regulara el uso de bolsas de plástico en la isla. El problema era que el gobernador no les hacía caso. ¿Qué podían hacer para llamar su atención?
A las dos niñas se les ocurrió que recoger un millón de firmas de apoyo sería una buena manera de conseguir que el gobernador se interesara por su iniciativa. Después cayeron en la cuenta: ¡un millón de firmas eran muchos miles de firmas!
Isabel y Melati decidieron echarle imaginación. Alguien les comentó que el aeropuerto de Bali registraba 16 millones de llegadas y salidas de pasajeros al año. ¿Y si acudían allí a pedir firmas a los turistas? Dicho y hecho. Tras varios días intentando convencer a los responsables del aeropuerto, lograron que autorizaran su recogida de firmas.
Aquella campaña tuvo mucho éxito. ¡Durante su primera hora y media en el aeropuerto obtuvieron casi 1 000 firmas! Aun así, no consiguieron que el gobernador de Bali les prestara atención. Las hermanas Wijsen no permitieron que eso les desanimara. Si algo estaban aprendiendo con todo aquello era a tener paciencia y ser persistentes.
A través de Bye Bye Plastic Bags, Isabel y Melati siguieron organizando actividades para concienciar sobre los problemas del plástico. En cierta ocasión tuvieron que ir a la India para dar una charla, y sus padres aprovecharon el viaje para llevarles a ver la antigua casa de Mahatma Gandhi. Allí supieron que Gandhi había hecho varias huelgas de hambre para reivindicar sus objetivos. ¿Y si lo intentaban ellas también?
¡Imaginad las caras de sus padres cuando las dos niñas les anunciaron que querían hacer una huelga de hambre! Familia, amigos y profesores intentaron quitarles la idea de la cabeza, pero las hermanas estaban decididas. Así que consultaron a una nutricionista y hallaron una solución intermedia: no comerían nada entre la salida y la puesta de sol hasta que el gobernador de Bali accediera a reunirse con ellas.
Isabel y Melati descubrieron que había gente en diferentes lugares del mundo intentando acabar con las bolsas de plástico de un solo uso, y quisieron hacer lo mismo en Bali.
Cuando Isabel y Melati explicaron en redes sociales que iban a hacer una huelga de hambre, los medios de comunicación locales se interesaron por su historia. Provocaron tanto revuelo que, a los pocos días de comenzar la huelga, el gobernador invitó a las dos niñas a reunirse con él. ¡Por fin! El gobernador les agradeció su esfuerzo por proteger la isla y se comprometió a colaborar con su causa. Tiempo después anunció que Bali estaría libre de bolsas de plástico en 2018.
Mientras esperaban a que llegase la fecha prometida, las hermanas siguieron trabajando con su equipo de niños y niñas. Organizaban charlas, repartían folletos en las escuelas y bolsas reutilizables en las tiendas, enganchaban distintivos de su iniciativa en la entrada de los restaurantes y comercios libres de bolsas de plástico… Gracias a su insistencia, cada vez más balineses renunciaban a las bolsas de plástico de un solo uso e iban a la compra con sus propias bolsas.
La iniciativa Bye Bye Plastic Bags se hizo tan famosa que inspiró a muchos niños y niñas a crear sus propios equipos de trabajo en otras partes del mundo.
Por fin llegó el año 2018, pero el gobernador de Bali todavía no había cumplido su compromiso. Las bolsas de plástico de un solo uso seguían circulando con libertad por la isla. Isabel y Melati estaban muy decepcionadas con el gobernador. Aunque la población estuviera cada vez más concienciada, las dos niñas sabían que el apoyo del gobernador era imprescindible. Por eso no se rindieron: seguirían recordándole su promesa cuantas veces hiciera falta.
Y en diciembre, justo antes de acabar el año, sucedió lo inesperado. Hacía pocos meses que Bali había cambiado de gobierno. Una de las primeras cosas que hizo el nuevo gobernador fue anunciar una ley que prohibía los plásticos de un solo uso en la isla a partir de 2019.
¡Isabel y Melati habían conseguido hacer algo importante por su isla! Y no habían tenido que esperar a ser mayores para hacerlo. Aun así, sabían que todavía quedaba mucho camino por recorrer. Por eso ahora, mientras siguen trabajando, animan a niños y niñas de todo el mundo a perseguir sus sueños. Ellas ya han demostrado que pueden cumplirse.
NOTA DE LA AUTORA
Todo lo que cuenta esta historia sobre Isabel y Melati Wijsen es verdad. Si queréis saber más sobre ellas y sobre su batalla contra las bolsas de plástico, podéis visitar su web Bye bye plastic bags.
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