¿Vamos a ver el fin del zoo de Barcelona?

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Mayo de 2019. Se declara el fin del Zoo de Barcelona. Bueno, más o menos. Eso es lo que todo el mundo dijo a principios de ese mes cuando el Ayuntamiento de Barcelona aprobó la modificación de la ordenanza que regula la protección, tenencia y venta de animales, y que afecta al zoo de la ciudad. Pero, ¿por qué hubo tanto revuelo con esta modificación?

TEXTO POR SERGI VILA
ILUSTRADO POR JESÚS DAVID TAVIRA
ARTÍCULOS
BIODIVERSIDAD | ZOOLOGÍA
9 de Enero de 2020

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El zoo de Barcelona ha sido uno de los puntos de batalla de los animalistas desde hace años en la ciudad. La dejadez que ha ido mostrando, culpa del abandono por parte de la administración, y algunas decisiones desafortunadas del propio zoo, con algún caso de culling, es decir, el sacrificio de un ejemplar para mantener los niveles de la población en cautividad estables, han servido como base para que se haya pedido su cierre.

Con los años, conscientes del impacto que podría tener el cierre de esta institución para los animales, las personas que defienden los derechos de estos (animalistas) han modificado su postura, promoviendo un cambio de ordenanza para regular el zoo mediante la plataforma Zoo XXI. Igualmente, el zoo de Barcelona también ha dado un paso hacia un cambio en su hoja de ruta con la elaboración del plan estratégico para conseguir que sea el zoo que quiere la ciudad.

Tanto el plan estratégico del zoo como el cambio de ordenanza de Zoo XXI fueron aprobados en mayo. El primero por unanimidad, con el apoyo de todos los partidos que forman parte del Ayuntamiento de Barcelona, mientras que la ordenanza ni mucho menos tuvo ese respaldo total. De hecho, su aprobación generó mucha polémica.

Para los animalistas, esta aprobación significa el inicio del final del Zoo de Barcelona como mero espacio expositivo, mientras que gran parte del mundo científico lo entiende como el final del zoo como centro para fomentar la conservación de la biodiversidad.

Pero ¿cuáles han sido las principales modificaciones que han provocado reacciones desde todos los lados?

La primera es que solo se podrán criar animales en cautividad con un plan de conservación desarrollado por el propio zoo. La segunda es que los animales que no tengan un proyecto de conservación ni de cría, tendrán que ser reubicados, en caso de estar en situación óptima. La tercera es que el zoo actuará de forma autónoma e independiente de las directrices y protocolos que dictan las asociaciones de zoos y acuarios de las que forma parte. La cuarta es la creación de un comité científico-ético encargado de elaborar y hacer un seguimiento de los planes de conservación, entre otras tareas. Y la quinta es introducir el concepto de «conservación compasiva».

Para entender toda la problemática alrededor de la nueva ordenanza, vamos a detallar cada una de estas cuestiones.

Cría en cautividad con un plan de conservación

A priori tiene sentido que solo se quiera criar en cautividad a especies que formen parte de un proyecto de conservación. Esto es lo que hacen centros especializados en especies amenazadas como el Centro de Reproducción del Lince Ibérico El Acebuche, el cual lleva a cabo la cría en cautividad fuera del entorno natural para luego reintroducir los ejemplares nacidos allí.

Lamentablemente, todavía hay algunos zoos que capturan animales solo por tener ejemplares de ciertas especies, olvidándose de su conservación, para tener una función meramente expositiva.

En el caso del zoo de Barcelona, un ejemplo de esta cría en cautividad con un plan de conservación internacional es el de la gacela dorcas, que se cría desde 2005 para ayudar a la reintroducción de la población extinguida en el oeste del Sáhara desde finales de los setenta.

Así, con la nueva normativa, si el zoo no tiene un plan de conservación, no debería criar ningún animal. Además, estos planes deben ir acompañados con unos planes para mejorar las instalaciones y conseguir que sean los más parecidas posibles a sus hábitats.

Pero se da la situación que los zoos pueden tener animales amenazados o en peligro de extinción o, incluso, animales extinguidos en la naturaleza pero que no pueden ser reintroducidos porque su entorno está alterado o directamente no existe.

¿Qué se puede hacer en estos casos? ¿Se puede criar una especie y liberarla años más tarde cuando las condiciones sean adecuadas? Volviendo al caso de las gacelas dorcas, su cría en cautividad empezó en los años 70 en la Estación Experimental de Zonas Áridas de Almería y no ha sido hasta hace poco que se han empezado a reintroducir ejemplares, primero en un espacio en semilibertad para que se adapten a su entorno natural.

Muchas veces no se sabe si una especie se podrá reintroducir, pero también es cierto que criar a un animal para no hacer nada tampoco parece tener mucho sentido. Por este motivo, la ordenanza también expone otros dos criterios para poder criar especies: priorizar que sean autóctonas y que estén amenazados. Justamente este último punto ayudaría en el caso de las especies amenazadas que no se pudieran reintroducir a corto plazo.

Todo el mundo piensa en pandas, elefantes y tigres, pero pocos piensan en la rana gigante de la isla de Montserrat.

Aun así, los animalistas apuestan por los proyectos que impliquen actuaciones a corto plazo, mientras que los partidarios del zoo de Barcelona defienden que ciertos proyectos deben mantenerse, aunque sean a largo plazo.

Relacionado con este tema existen otros dos aspectos: la extracción de animales de la naturaleza y las actuaciones en el hábitat de las especies. Respecto al primero, pocos zoos lo llevan a cabo actualmente, aunque era muy común en el pasado.

La verdad es que parece no tener sentido coger animales de la naturaleza si lo que se pretende es ayudarles, pero en el caso del cóndor de California, que aún sigue amenazada, capturar los pocos ejemplares que quedaban para criarlos ha ayudado a recuperar la población de esta ave rapaz hasta casi llegar a los quinientos ejemplares.

Con la nueva normativa, si el zoo no tiene un plan de conservación, no debería criar ningún animal.

Lamentablemente, todavía hay algunos zoos que capturan animales solo por tener ejemplares de ciertas especies, olvidándose de su conservación, para tener una función meramente expositiva. Además, todo este proceso está regulado con el convenio CITES, el acuerdo internacional que permite regular el intercambio y el comercio de las especies para no amenazar su supervivencia. De manera que es difícil hacer extracciones solo para fines expositivos.

En cuanto al segundo aspecto, es vital que los proyectos de cría en cautividad se acompañen de actuaciones en los hábitats naturales de las especies. Esto es algo que los animalistas defienden con razón, pero que también se apoya desde el zoo. Ahora, hay veces que las actuaciones sobre el terreno pueden ser complejas por las condiciones políticas y sociales del país en cuestión, de manera que pueden ser poco viables en un momento dado, pero más factibles en un futuro.

De este modo se plantean otras cuestiones: si solo quedan pocos ejemplares de una especie, ¿se pueden extraer para criarlos en cautividad y liberar las crías después? ¿Podemos esperar a actuar en el terreno a que las condiciones sociopolíticas de un país sean mejores?

Quizá la solución pasa por las especies autóctonas en vez de las exóticas. En tener especies de la región, con proyectos cercanos más viables y posiblemente sin necesidad de extraer animales. Al menos, lo que sí se puede conseguir con ello es que los espacios en cautividad no tengan que forzar la climatología del hábitat de origen, con el consecuente ahorro energético.

Reubicación de los animales sin proyecto

En el caso de que se sigan teniendo animales exóticos, puede que sea interesante para ayudar a su conservación si están amenazados. El problema es que la nueva ordenanza expone que los animales que no tengan proyecto deberán ser reubicados en santuarios, centros de rescate o instalaciones parecidas. Se detalla que solo serán reubicados los que estén en condiciones óptimas y que se deberá analizar la viabilidad del traslado.

Dejando de lado lo que se pueda interpretar como «óptimo», el traslado de animales suele ser bastante complejo y hay bastantes casos de animales que han muerto durante el proceso. Además, es una operación muy costosa a nivel económico, de manera que quizá los animales que realmente sean reubicados podrían ser muy pocos.

Eso puede significar que el zoo de Barcelona no pierda demasiados animales, uno de los argumentos que defienden las personas que están en contra de la ordenanza. De hecho, en los medios de comunicación se mencionaba que solo quedarían once especies en el zoo una vez se aplicara la nueva ordenanza, y muchos auguraban la muerte del zoo de Barcelona.

Pero desde Zoo XXI ya se ha dicho que el número de animales que saldrán del zoo sería anecdótico. Sobre todo teniendo en cuenta que dejaron de pedir el cierre del zoo por el impacto de mover a los animales.

Si decidieran reubicarlos por no tener plan de conservación, ¿no estarán haciendo lo mismo que si lo hubieran cerrado? ¿Compensa el coste de sacar a los animales del zoo porque no están en las condiciones que ellos consideran adecuadas? ¿No sería mejor, en todo caso, dejar que los animales terminaran su vida en el zoo y que no tuvieran reemplazo?

El traslado de animales suele ser bastante complejo y hay bastantes casos de animales que han muerto durante el proceso.

Además, hay que tener en cuenta que hay algunas especies exóticas menos carismáticas (anfibios, invertebrados, peces) que sí que puedan necesitar estar presentes en zoos para dar a conocer su problemática y contribuir a su conservación. Son animales que no tienen atención mediática, que la sociedad no destaca según sus estándares de belleza y que las grandes entidades no prestan suficiente atención. Todo el mundo piensa en pandas, elefantes y tigres, pero pocos piensan en la rana gigante de la isla de Montserrat, por ejemplo.

Actuación independiente y autónoma del zoo

Esta modificación es una de las que más temen los trabajadores del zoo y el ámbito científico. Los zoos actuales están agrupados bajo el paraguas de distintas asociaciones que regulan los proyectos de conservación y los estándares de bienestar animal. En el caso del zoo de Barcelona, forma parte de la EAZA y la WAZA, las asociaciones europea y mundial de zoos y acuarios, respectivamente.

La EAZA es la que tiene más peso y la que marca los protocolos a seguir, sobre todo en materia de planes de conservación, llamados EEP (European Endangered Species Program). Estos son los que definen cómo deben ser los proyectos de conservación con especies en los zoos, regulando la cría en cautividad, los intercambios de individuos entre zoos, los estudios genéticos, etc.

La mayoría de los programas están bien planteados y tienen unas bases sólidas para llevarse a cabo, pero hay otros que no tienen mucho sentido. Un ejemplo es el del delfín mular, el cual es considerado como «preocupación menor» según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza y no debería tenerse en zoológicos y aún menos criarse.

Dicho esto, lo que propone la nueva ordenanza es que se actúe con independencia de lo que defina la EAZA. Por un lado podría tener aspectos positivos, puesto que estas asociaciones actúan un poco como grupo de presión para mantener el status quo en los zoos. Como ejemplo de ello, la EAZA cambió su sede a Barcelona para intentar frenar el proyecto Zoo XXI (aunque este proyecto también ha tenido un poco esta función).

Pero, por otro lado, sería catastrófico a nivel de conservación que no se trabajara dentro de los EEP, puesto que limitaría mucho los recursos para realizar proyectos de conservación con la cría en cautividad.

La mayoría de los programas están bien planteados y tienen unas bases sólidas para llevarse a cabo, pero hay otros que no tienen mucho sentido.

Uno de los motivos por los que los animalistas defienden salir de estas asociaciones es el intercambio de individuos, puesto que el traslado de ejemplares es traumático para ellos, como hemos dicho, y, según ellos, solo sirve para que se lucren los zoos. Pero estos intercambios, por otro lado, también benefician la salud genética de los grupos reproductores, al evitar consanguinidades y problemas de salud relacionados.

Entonces, ¿qué se debería hacer? ¿Qué opción tiene más peso? No depender de entes que puedan actuar como grupos de presión, es un factor importante, pero los proyectos y las subvenciones asociadas que se perderían también se deben tener en cuenta. ¿Qué pesa más ahí?

Comité científico-ético

Hasta el momento existía un comité científico y un comité ético, que trabajaban en relación a las especies, proyectos que se llevaban a cabo y evaluaciones según criterios científicos y legales. Con la ordenanza aprobada, ambos comités se fusionarán y habrá que elegir a sus miembros. Esta es la próxima batalla que tendrán los promotores de la ordenanza, los animalistas, y sus detractores, formados por trabajadores del zoo, veterinarios, la EAZA, etc.

Si en el comité hay más animalistas, los animales que se puedan reproducir en el zoo serán muchos menos pues serán muy estrictos con la aplicación de los criterios. Si hay más trabajadores del zoo y miembros de la comunidad científica se reproducirán más animales y se será más estricto, aunque permitiendo más número de especies.

¿Prima más la supervivencia de la especie o el bienestar del individuo?

Así que, realmente, esta es la batalla donde se puede decidir si es el final del zoo de Barcelona. Todo dependerá de la influencia que tenga el Ayuntamiento de Barcelona en facilitar la entrada a los animalistas, con quienes tiene más relación. No hay que olvidar que el Zzoo es propiedad del Ayuntamiento y es gestionado por BSM, una empresa municipal.

Aun así, en la Fundación del zoo hay numerosas personas vinculadas con el mundo científico y de la conservación que también pueden hacer presión para decantar la balanza hacia su lado.

En este punto hay que saber si prima más aspectos científicos o la cuestiones éticas, sin que ambas sean excluyentes. Pero el punto está en cómo se entiende la conservación: ¿prima más la supervivencia de la especie o el bienestar del individuo?

Conservación compasiva

Precisamente a este punto hace referencia la pregunta anterior. La conservación compasiva es un concepto que han desarrollado los animalistas y que consiste en la conservación que mezcla la protección de las especies y los ecosistemas con la preocupación por el valor intrínseco y el bienestar individual de los animales.

Tiene el respaldo de parte de la comunidad científica, tanto desde el ámbito conservacionista como neurocientífico, puesto que está muy vinculado con la investigación sobre la conciencia en animales no humanos y la importancia que entraña el hecho de que posean conciencia. Así, consideran que es necesario tener en cuenta este aspecto a la hora de trabajar con el resto de animales y preparar los proyectos de conservación y cría en cautividad.

En este sentido, valoran mucho la importancia de cada ejemplar como individuo y no solo el hecho de ser una parte de una población en la que su individualidad queda más o menos diluida por la importancia de la especie en sí.

La verdad es que el concepto parece lógico, pero dudo que los trabajadores de los zoos no tengan en cuenta el bienestar de los animales que cuidan. Podemos estar más o menos de acuerdo en que las instalaciones pueden ser mejores en la mayoría de zoos, mucho mejores en algunos de ellos. Pero creo que habitualmente se piensa en su bienestar. Otra cosa es si se tiene en cuenta que los animales tengan conciencia o no.

Dicho esto, en el entorno conservacionista más convencional, este concepto no tiene mucha aceptación aún y se usa mucho más en el ambiente animalista. Algunas de las críticas a la conservación compasiva son que solo se fija en las especies carismáticas, que no actúa con las especies invasoras que causan cierto daño en el ecosistema o, algo que se ha mencionado más arriba, que tiene más en cuenta el bienestar de individuos puntuales en vez del conjunto de toda la población.

Aunque quizá la conservación compasiva no tiene aún todo el respaldo de la comunidad científica, los animalistas parece que pueden tener razón en algunos aspectos de la conservación tradicional que se podrían revisar, como la efectividad de la reintroducción con ejemplares criados en cautividad.

Hay estudios que muestran que los ejemplares criados en cautividad tienen una menor capacidad de adaptación al entorno, puesto que están más adaptados a la cautividad, de manera que sobreviven menos. En cambio, si se usan ejemplares translocados, es decir, que viven en estado salvaje pero se les cambia de sitio, la efectividad parece ser mejor.

Pero eso no siempre es así y hay muchos casos en los que la reintroducción de animales criados en cautividad ha ayudado a recuperar las poblaciones y a mejorar su supervivencia. En este sentido, cada caso es diferente y se debe analizar minuciosamente si la reintroducción con animales criados en cautividad puede ser efectiva o no.

Quizá, una posibilidad para mejorar la eficacia de las reintroducciones con animales criados en cautividad es que pasen por una fase intermedia en un estado de semilibertad, como es el caso de las gacelas dorcas mencionadas anteriormente.

Teniendo esto en cuenta, si los animalistas se basan en un concepto que aún no está del todo aceptado por la comunidad científica, ¿tienen razón en su postura? Por otro lado, si parece demostrado que la reintroducción mediante cría en cautividad puede tener efectos negativos para las poblaciones, ¿la conservación convencional no debería probar otros sistemas?

Los zoos del futuro

La evolución de los zoos desde meros espacios expositivos a instituciones donde la conservación tiene un lugar más importante no se puede negar. Siempre están los que lo hacen mal, pero muchos van por el buen camino y eso es algo que hay tener en cuenta.

El zoo de Barcelona puede que no esté aún en el nivel de otros zoos, como el de la isla de Jersey, el de Detroit o los gestionados por la Fundación Aspinall en el Reino Unido, pero sí que tiene grandes proyectos de conservación. De hecho, en los últimos diez años ha destinado más de tres millones de euros en proyectos de conservación, tanto con fauna autóctona como en otros países.

Quizá el punto está en conseguir que los zoos aún tengan más en cuenta la biodiversidad y apuesten más por la educación y la divulgación. Así como valorar y trabajar más con las especies autóctonas, a la vez que sirvan como centros de recuperación o acogida para animales heridos o decomisados. De hecho, en esta línea se dirige el plan estratégico mencionado al principio de todo y que también se aprobó en mayo con la unanimidad de todos los partidos.

Es necesario que los zoos expliquen la conservación en sentido global, los impactos que generamos, las problemáticas existentes, qué podemos hacer nosotros como sociedad. En el zoo de Barcelona ahora mismo solo ponen información sobre las especies, pero mencionan poco los problemas que tienen o los proyectos que llevan a cabo para conservarlas.

Quizá ese cambio de visión y una mayor transparencia en relación a lo que hace podría servir para que el zoo de Barcelona fuera más valorado y tuviera aceptación desde todos los sectores. Al final, lo que importa son los animales y la protección de la biodiversidad y esto es a lo que debe aspirar cualquier zoo. Este es un objetivo que tanto animalistas como defensores de los zoos coinciden. A partir de ahí, es donde se debería empezar a trabajar.

Agradecimientos

Realizar este artículo ha sido posible gracias a la colaboración de diferentes personas que me han aportado mucha información sobre los zoos, el Zoo de Barcelona, la nueva ordenanza y la visión animalista. Por este motivo quiero agradecer enormemente la ayuda de Jesús David Tavira, biólogo y cuidador de animales en Faunia, Rosi Carro, coordinadora del proyecto Zoo XXI y patrona de la Fundación del Zoo de Barcelona, y Víctor Gordillo, estudiante de Veterinaria y Producción animal.

Tampoco quiero olvidarme de dos personas que han aportado matices interesantes en sus revisiones como Jordi Sargatal, patrón honorífico de la Fundación del Zoo de Barcelona, y Juli Mauri, jefe de sostenibilidad del Zoo de Barcelona.

¡Muchas gracias!

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