Conversaciones de ascensor

Portada móvil

¿Cuánto se parecen los mellizos? ¿Tienen el mismo número de cromosomas? ¿Les gustan a las células las matemáticas? ¿Qué pasaría si en el universo celular existiesen las calculadoras? Para saber las respuestas, a veces basta con montar en el ascensor con un vecino.

TEXTO POR CRISTINA SANTA
ILUSTRADO POR PAOLA VECCHI
ARTÍCULOS
BIOLOGÍA | GENÉTICA
20 de Enero de 2020

Tiempo medio de lectura (minutos)

Cuando le digo a la gente que tengo una melliza, suben las cejas, lucen arrugas en la frente y se sorprenden. Entonces sé que viene la famosa pregunta: ¿Os parecéis? Contesto que Ana tiene síndrome de Down y automáticamente asumen un «no» como respuesta, bajan las cejas y desarrugan la frente. Pocos han sido los que han seguido preguntando sobre el tema. De hecho, solo Lorenzo, mi vecino del séptimo en el piso de la playa, lo hizo.

Lorenzo llegó nuevo a la urbanización este verano y llenó el ascensor de maletas. Coincidiendo con que yo también iba al séptimo, muy amablemente me dejó un hueco. Hablábamos sobre dónde se podía comer la mejor paella de la zona cuando el ascensor se paró en seco. Cuando tras diez minutos aceptamos que aquello iba en serio, Lorenzo sacó la lista de preguntas familiares, con el único objetivo de hacer más amena la espera. Lo de mis padres y mis hermanos mayores lo entendió rápidamente, pero cuando llegué a lo de la melliza… Efectivamente, me preguntó si nos parecíamos y tras mi intervención, asumió un «no» como respuesta, bajó las cejas y desarrugó la frente. Yo ya miraba al suelo, cuando de repente… «Espera un momento. ¿Cómo pueden dos personas que nacen del mismo embarazo ser tan diferentes que solo una de ellas tenga síndrome de Down?» Si no fuera porque iba llena de arena y había diez maletas de por medio, habría abrazado a Lorenzo. Pero me conformé con responder a la pregunta que llevaba tantos años esperando a que alguien me hiciera.

Verás, conviene saber que los mellizos tienen la misma probabilidad de parecerse como dos hermanos que nacen de distintos embarazos. Solo que los mellizos son un dos en uno. Sí, como las ofertas del supermercado. Los mellizos, como los hermanos, vienen de dos células diferentes y cada uno tiene su placenta y su saco. Los gemelos, sin embargo, vienen de una misma célula que un día se partió en dos trocitos exactamente iguales, dando lugar a dos bebés idénticos.

«Vale, entonces nueve meses antes de nacer, Ana y tú erais dos células diferentes, pero ¿qué pasó exactamente?».

Normalmente, nuestras células tienen 46 cromosomas, que son unas estructuras donde se guarda toda nuestra información genética, desde nuestro color de ojos hasta cuántos latidos da nuestro corazón por minuto. Sin embargo, las células sexuales (óvulos y espermatozoides), solo tienen 23. «¿Es porque recibimos cromosomas de nuestros dos padres?» ¡Correcto! Estas células tienen la mitad porque así recibimos 23 de nuestra madre y 23 de nuestro padre.

¿Cómo pueden dos personas que nacen del mismo embarazo ser tan diferentes que solo una de ellas tenga síndrome de Down?

Las células sexuales se forman durante un proceso que se llama meiosis, en el que una célula madre reparte sus cromosomas a sus células hijas para que cada una reciba 23. Sin embargo, conforme nos hacemos mayores puede que a nuestras células les dejen de gustar las mates. «Ah, mira, como a mí», empatizó entre risas Lorenzo.  Pero a ellas les gustan tan poco que a veces son incapaces de dividir su contenido en dos grupos iguales. Y eso es justo lo que le pasó a una de las células de mi madre. Dividió mal y le dio 24 cromosomas a una de sus células hijas y 22 a otra.

Fue la de 24 cromosomas la que se unió con una célula de mi padre, dando lugar a una célula de 47 cromosomas que se dividió hasta ser un bebé que se llamó Ana. Y esa es mi hermana. Su copia adicional del cromosoma número 21 hace que sus dedos de los pies y de las manos estén más separados, que tenga el pelo marrón y liso, que su piel sea pálida y que lleve gafas. También hace que su nariz y sus orejas sean más pequeñas, que sea más baja que yo, pero que sepa bailar mucho mejor que yo. Además, le encantan las patatas al horno, la coca cola light y subir fotos a Instagram. Aunque bueno, quizás esto último no esté incluido en ese cromosoma 21. 

Debes saber también que Ana tiene mucha suerte. Tener un cromosoma más no es siempre compatible con la vida. El síndrome de Down es uno de los pocos casos, aunque hay alguno más. Por ejemplo, las personas con síndrome de Edwards tienen tres cromosomas del número 18 y las personas con síndrome de Patau tres cromosomas del número 13. Lamentablemente, estas suelen vivir pocos años.

Cuando el ascensor se puso en marcha de nuevo y llegamos al séptimo, ayudé a Lorenzo a sacar sus maletas intentando no llenarlas de arena. Tras despedirnos, él se quedó bastante tiempo en el rellano probando todas las llaves enganchadas a su llavero, tratando de encontrar cuál era la que abría la puerta de su nuevo apartamento. Cuando estaba a punto de descubrirlo, sonó su teléfono.

«Tenemos una vecina que tiene 47 cromosomas en sus células. Me lo ha contado su hermana melliza. […] No, no es ninguna enfermedad, solo que una célula dividió mal. Ya sabes, parece que en el universo celular está todo muy bien regulado y que nunca hay fallos, pero creo que todo iría aún mejor si tuvieran calculadoras y iPhone».

 

Deja tu comentario!