JOF comics: crónica de una maldición anunciada

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TEXTO POR QUIQUE ROYUELA
ARTÍCULOS
22 de Enero de 2020

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Hace más de un año llegó a la redacción de Principia un misterioso sobre. El remitente era un abogado de Delaware, Ron LaFlamme, un auténtico desconocido para nosotros.

Abrí el sobre con cierta inquietud (las cartas de los abogados tienen el mismo efecto que ver a la Guardia Civil en la carretera: acojona aunque no hayas hecho nada).

En su interior, el sobre contenía un documento legal con un post-it que indicaba que teníamos que firmar y devolver al remitente, una memoria USB y una carta donde explicaba una historia tan increíble como impactante. 

No quiero aburriros con los detalles, así que trataré de sintetizar el contenido de la carta lo mejor que pueda, y, sobre todo, lo reproduciré tal y como estaba explicado por Ron LaFlamme, de su puño y letra.

Corría el año 1979 y un joven científico llamado Dan R. Biggerhouse se veía obligado a abandonar la investigación, aburrido de un sistema que premiaba la mediocridad por encima de la brillantez. Sin rumbo, desorientado y dejándose el finiquito en bebidas espirituosas en un club de mala muerte de los bajos fondos de California, se le acercó un hombre de aspecto elegante, aunque un tanto siniestro. Se presentó como Lu Sifer, millonario empresario de Nueva Orleans, y le propuso un trato: debía escribir un libro muy importante, de cuya financiación se ocuparía el propio Lu. Solo él podía hacerlo, era el elegido. Por ello, recibiría una enorme suma de dinero, más del que jamás habría ganado como científico (lo cual a Dan le pareció muy fácil de lograr). Tanto dinero que jamás tendría que volver a trabajar. A cambio, Dan debía entregarle su alma. Las carcajadas de Dan inundaron el sórdido espacio del tugurio de mala muerte en el que se encontraban:

—¿Mi alma? —inquirió Dan—. El alma no existe, caballero, así que, si desea pagarme por algo que no existe, adelante, acepto el trato —y estrechó la mano de Lu Sifer mientras este le devolvía una sonrisa canina.
—Trato hecho —respondió el desconocido—. Recibirá instrucciones muy pronto.
—Pero si no sabe… —trató de replicar Dan R. Biggerhouse cuando Lu Sifer desapareció como por arte de magia—. Pero qué cojones…  

Sí, ya sé que esto suena a pura fantasía, pero os lo transmito tal cual llegó a mis manos. Así que, continuaré con la historia.

Dan asumió que estaba alucinando por el garrafón que le estaban enchufando en aquel garito inmundo, así que, sin darle más vueltas al asunto, se marchó a su apartamento a dormir la mona.

Al día siguiente, un repartidor de correos con cara de no gustarle mucho su trabajo llamó a su puerta y le entregó una caja con documentación. Cuando Dan la abrió no pudo dar crédito: estaba repleto de informes, estudios y protocolos científicos, así como testimonios y documentación de experimentos durante más de veinte años. También había una nota:

«Estimado señor Dan.

Aquí tiene toda la documentación necesaria.
Solo usted sabrá cómo interpretarla y lograr su cometido: redefinir y crear un nuevo método científico. Un manual para la descripción de los fenómenos y la explicación de sus relaciones sin errores ni fisuras.
En el sobre adjunto tiene dinero para empezar y cada semana recibirá un sobre con la misma cantidad. Si hace un cálculo rápido, en tres meses tendrá suficiente dinero para retirarse.

El libro debe publicarse el 28 de diciembre de 1979.

Atentamente.
Lu Sifer».

En este momento, yo estaba tan alucinado que estuve a punto de arrugar la carta y tirarla a la papelera con forma de R2D2 que tenemos en la redacción de Principia, pero Ron LaFlamme intuyó que esto ocurriría y me instó a seguir leyendo, usando una frase que en español se podría traducir como «si estás flipando con esto, sigue leyendo, que te vas a cagar». Así que, como dijo el Principito: «Cuando el misterio es demasiado impresionante, no es posible desobedecer». Y no desobedecí. 

Dan no lo podía creer: allí tenía toda la documentación, aparentemente, para resolver definitivamente el problema al que científicos y filósofos llevaban enfrentándose durante siglos.

Analizó los datos concienzudamente, realizó sus propias pruebas y no dejó de escribir durante meses. Cuando tuvo listo el manuscrito, titulado Axiomas irrefutables para la resolución de conflictos en la explicación del universo: el verdadero Método Científico, quedó exhausto. Revisó los datos por enésima vez y, todavía sin poder creerse lo que había logrado, sonó el timbre de la puerta. Cuando la abrió, allí estaba, con su impecable traje blanco de lino: Lu Sifer. 

—Enhorabuena, señor Dan. Lo ha conseguido. Sabía que lo lograría. Ya sé que esto no estaba en el trato, pero quiero agradecérselo un poco más —dijo Lu Sifer entregando un maletín a Dan con cien millones de dólares.

Dan recogió el maletín, sus ojos tenían un brillo diferente: el de la codicia. Miró a Lu Sifer sin decir nada. 

—Ahora —dijo Lu Sifer—. Debe pronunciar las siguientes palabras: Yo, Dan R. Biggerhouse, entrego mi alma…
—No —respondió tajante Dan.
—¿Cómo? —inquirió un incrédulo Lu Sifer—. ¡No puede echarse atrás ahora!
—Sí puedo, y lo hago. —Dan se acercó al manuscrito, lo tiró a la papelera, lo impregnó con gasolina de mechero y le prendió fuego.
—¡Noooooo! —gritó Lu Sifer antes de girarse, iracundo, hacia Dan—. ¡Pagarás muy caro lo que has hecho! ¡Sufrirás mi maldición!
—¿Cuánto he de pagar? Tengo algo más de cien millones para gastar… jajajaja —se burló Dan antes de que Lu Sifer desapareciese entre el humo del manuscrito en llamas.

Sí, yo también pensé que los efectos del garrafón todavía le duraban, pero seguí leyendo. Ya no había marcha atrás.

Dan no tardó en perder gran parte de su fortuna con una serie de excesos que no viene a cuento mencionar (se compró un microscopio confocal y un citómetro de flujo, lo típico de los nuevos ricos en aquella época). Pero, en una de esas jugadas del destino, en el mismo tugurio donde conoció a Lu Sifer, se encontró con un viejo amigo con el que compartió años de investigación: Charles Rome-DeMatteis, un exinvestigador que se ganaba la vida escribiendo novelas eróticas bajo el seudónimo de Torín Cellado. 

Se sentaron y charlaron de sus días como viejas glorias de la biología molecular, mientras rugía de fondo el potente directo de un nuevo grupo que trataba de abrirse paso en el mundo de la música: Huracán Romántica. Al rato se unió a la conversación Gerard Sanzmann, ilustrador, vocalista y fundador del grupo que acababa de finalizar el concierto. Se quitó la máscara de lucha libre mexicana y se presentó. Era íntimo amigo de Charles y ambos contaron a Dan un nuevo proyecto de cómic que tenían en mente: una increíble historia sobre saltamontes mutantes, una crítica feroz, una burla a lo ridículos que encontraban los argumentos de los cómics superheroicos, y una forma de dar, al mismo tiempo, rienda suelta a su frustración investigadora. Dan se sintió profundamente reflejado en la idea de aquellos dos locos que además de pasión por los cómics y la ciencia también compartían un amor romántico que enterneció el corazón de Dan.

—Lo vamos a hacer —sentenció Dan—, pero de una manera que jamás se ha visto en el mundo del cómic.

Y Dan les contó lo que había pensado.  

Dan invirtió en la empresa todo el dinero que le quedaba y fundaron Journal of Fiction, más conocida como JOF comics. Charles y Gerard trabajaron durante más de un año sin descanso, creando los cincuenta tomos que compondrían la colección completa de Los Imposibles Saltamontes Mutantes y que se publicarían todos a la vez, el mismo día, y se distribuirían a todo el mundo.

En este punto, Ron LaFlamme hizo un inciso para aclarar que, con posterioridad, esta idea fue copiada por Kevin Eastman y Peter Laird para crear, en 1984, Las Tortugas Ninja.

Fue un año muy difícil. Dan tuvo que acometer grandes inversiones de dinero en el proyecto que estaba a punto de ver la luz. Pero llegó el gran día. Era tarde y todos se habían marchado, dejando el material listo para ser distribuido a las tiendas de cómics de todo el mundo a la vez. Dan, Charles y Gerard brindaban por el enorme éxito que todos los medios especializados auguraban, en parte por el enorme misterio que encerraba el hecho de que no se conociese absolutamente nada del material que los genios Charles Rome-DeMatteis, como guionista, y Gerard Sanzmann, ilustrador, habían creado. 

Mientras los cristales chocaban y el champán se derramaba, una especie de tufo se apoderó del ambiente. Los tres se miraron, tratando de adivinar quién había sido. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Rápidamente, unas llamas enormes hicieron su aparición y les rodearon. Pudieron escapar por los pelos, pero todo el material, incluido el edificio donde se situaba el gran proyecto JOF comics, ardió irremediablemente. Los tres miraban su obra arder sin poder hacer nada, conmocionados, tanto que ni siquiera eran conscientes del trozo de papel que Dan sostenía en su puño cerrado: un ejemplar medio quemado del número 40 de la colección de Los Imposibles Saltamontes Mutantes. Era lo único que se había salvado.

En aquel momento, antes de que se oyesen las sirenas de los bomberos, los tres aseguraron que escucharon unas risas provenientes desde el infierno. En aquel instante Dan lo supo: aquel era el pago por su traición a Lu Sifer. La maldición. 

Después de aquello, las vidas de los tres amigos cambiaron radicalmente. A Dan R. Biggerhouse jamás se le volvió a ver. La última vez fue allí, en el aparcamiento de un JOF comics en llamas. Charles Rome-DeMatteis recondujo su vida y volvió a la investigación. Se apuntó a un programa de investigación en la Antártida y allí desapareció. Cuentan que se adentró entre la niebla que cubría aquel mar de hielo gritando ¡Cum Laudeor!, grito de guerra de su amigo Dan. En lo que respecta a Gerard Sanzmann, la policía lo encontró desnudo en el desierto de Atacama aullando a la luna llena. Cuando llegaron, aseguró que un mapache alienígena fluorescente le estaba dando órdenes que no podía desobedecer. Fue ingresado en el manicomio de Shutter Island donde, tras años de terapia, se recuperó completamente. Hasta el día que recibió una extraña visita. Aquella misma noche desapareció sin dejar rastro ni llevarse ninguna de sus pertenencias. Dejó su habitación como estaba y se marchó sin que nadie pudiese verle salir. Se había esfumado.

Ron LaFlamme me hizo entrega de una memoria USB con la copia restaurada del único ejemplar que se libró del incendio. Adjuntaba un documento legal por el cual se nos otorgaban los derechos de su reproducción con una sola condición: que se publicase junto con el último número del año de Principia el 28 de diciembre de 2019. De ahí que este número se haya retrasado hasta esa fecha. No es que creamos en maldiciones ni supersticiones ni nada de eso, pero por si acaso…

Por eso, si has comprado el último número de Principia Magazine, recibirás un ejemplar del número 40 de la colección de Los Imposibles Saltamontes Mutantes, un número destinado a romper la maldición que un día Lu Sifer profirió contra un hombre que no pudo luchar contra su destino.

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