El ecologista centenario que defiende la energía nuclear

Portada móvil

James Lovelock fue una persona importante dentro del sector ecologista gracias su hipótesis Gaia, pero fue considerado un traidor cuando defendió la energía nuclear. Lovelock considera que esta energía es la que puede ayudar contra la crisis climática, pero colectivos ecologistas quieren erradicarla. ¿Por qué hay tanta controversia en torno a la energía nuclear? ¿Realmente los riesgos son tan grandes como se dice?

TEXTO POR SERGI VILA
ILUSTRADO POR AÍDA VALUGO
ARTÍCULOS
ENERGÍA NUCLEAR | MEDIOAMBIENTE
2 de Marzo de 2020

Tiempo medio de lectura (minutos)

En 1988, James Lovelock publicó el libro Las edades de Gaia, donde definió de forma más concreta la teoría de Gaia, la cual defiende que la Tierra es un conjunto interconectado, y expuso los daños que podíamos causar en el planeta. Algunos de ellos, como la lluvia ácida o el agujero en la capa de ozono, ya eran una realidad.

Gracias a este planteamiento global y a la explicación del impacto que podemos causar, junto con sus trabajos como científico independiente, Lovelock se convirtió en uno de los ecologistas más destacados del mundo. Hasta que expuso su opinión en relación a la energía nuclear.

En Las edades de Gaia afirmó estar lejos de ser un admirador incondicional de la energía nuclear, pero con los años su opinión ha cambiado y se ha convertido en un firme defensor de esta energía, cargando contra sus compañeros ecologistas por intentar erradicarla.

Lovelock, quien se sigue considerando ecologista y que cumplió cien años en 2019, argumenta que la nuclear es la principal fuente de energía que hay en el universo y que los daños que puede generar su uso son un problema menor para el planeta. Expone que los ecologistas solo se centran en los perjuicios que puede causar para el hombre, pero no se dan cuenta de que para el planeta estos no son importantes.

Considera que la mala fama de la energía nuclear proviene de las bombas atómicas, así como por los accidentes en centrales nucleares. En este punto, Lovelock considera que se han magnificado sus consecuencias y las víctimas mortales no son tantas como se presupone. Uno de estos datos polémicos es el del número de víctimas del accidente de Chernóbil. Hay quien asegura que fueron cientos, como la historiadora de la ciencia del MIT Kate Brown, mientras que los datos oficiales de la Organización Mundial de la Salud declaran que solo hubo cuarenta y tres muertes por radiación.

Lovelock argumenta que la nuclear es la principal fuente de energía que hay en el universo y que los daños que puede generar su uso son un problema menor para el planeta.

Otra cifra polémica es la de víctimas del accidente de Fukushima, que se calcula en no más de ciento treinta. De hecho, la gran mayoría de muertes se debieron a la evacuación tras el accidente, que superó las mil doscientas víctimas. Aun así, también habría que tener en cuenta cuántas personas murieron posteriormente de cáncer por la radiación, lo cual también debería atribuirse directamente a los accidentes nucleares.

En cuanto a los impactos ambientales de estos accidentes, es conocido que Chernóbil se ha convertido en un paraíso para muchas especies. Podemos encontrar de nuevo osos, bisontes, lobos o linces que no muestran efectos negativos de la radiación en sus poblaciones. En Fukushima, la mayor parte de la radiación fue al mar, pero un estudio de 2016 mostró que los niveles de radiación en las poblaciones de animales y algas eran menores de lo que se predijo en un inicio. Aun así, el estudio considera necesario investigar más a fondo para conocer los efectos a largo plazo.

Pero si estos datos parecen mostrar que la energía nuclear no tiene un impacto tan negativo como el expuesto por diferentes colectivos ecologistas, ¿por qué están en contra? De hecho, como fuente de energía, y según datos de 2018, la nuclear es la séptima fuente que causa más muertes, por detrás del carbón, el petróleo, el gas natural, la hidroeléctrica, la solar en tejado y la eólica.

Los grupos ecologistas tienen claro que no es una energía limpia, mientras que sus defensores, como Lovelock, sí que la consideran así.

Uno de los argumentos principales de los grupos ecologistas contra la energía nuclear son los residuos de las centrales y dónde y cómo se almacenan. Consideran que no se ha encontrado ningún sistema absolutamente seguro y permanente para gestionarlos y por eso deberían parar su actividad hasta que se encuentre una solución. Estos residuos tienen una vida muy larga y no desaparecen, de manera que en algún momento podría producirse algún tipo de fuga radiactiva.

Sin embargo, los datos de la Asociación Mundial Nuclear revelan que solo entre un 0,2 y un 3% de los residuos nucleares son considerados de alto nivel, es decir, los más peligrosos. Estos residuos son los que provienen del combustible de los reactores. Tras estos, un 7 % es considerado de nivel intermedio, tratándose de materiales como los componentes del reactor. El resto son residuos de nivel bajo o muy bajo, como metal, papel, plásticos o materiales de construcción provenientes del desmantelamiento de instalaciones nucleares.

Siendo así, la cantidad de residuos que pueden suponer un riesgo alto es, proporcionalmente, muy poca. De hecho, el propio Lovelock cuenta la anécdota en la que paseó por un vertedero nuclear en Francia y su dosímetro mostró los mismos valores que marca en su casa.

Dicho esto, encontrar la forma más segura posible de guardar estos residuos de forma permanente debe ser una prioridad para todos.

Con todos estos argumentos, Lovelock considera que la nuclear debería ser la energía  limpia del futuro, la que nos permita abandonar las energías fósiles. Expone que es un tipo de energía que conocemos, que se puede implantar y potenciar fácilmente y que puede permitir hacer la transición energética lo más pronto posible.

Hace más de diez años, Lovelock cargaba contra las renovables porque no consideraba que fueran viables a corto plazo. Comentaba que si tuviéramos cincuenta años de margen sí serían una alternativa, pero con la crisis climática y las terribles consecuencias que conlleva no tenemos estos cincuenta años necesarios. Además, critica que la apuesta por las renovables es un negocio beneficioso para las empresas interesadas en comerciar con CO2 y en obtener subvenciones de los gobiernos.

Ahora sabemos que las renovables son una realidad y cada vez su coste es menor, con lo cual aumenta su rentabilidad y su capacidad de generar energía, pero aún estamos lejos de conseguir que sean la fuente principal de energía.

Por este motivo, desde la Unión Europea se está intentando promover un plan de financiación verde para fomentar esta transición y que aumenten las energías renovables en los países miembros. Pero uno de los principales debates de este plan es la consideración de la energía nuclear como energía limpia.

Sabemos que no emite gases de efecto invernadero, pero sí genera residuos que no son fáciles de gestionar. Los grupos ecologistas tienen claro que no es una energía limpia, mientras que sus defensores, como Lovelock, sí que la consideran así. Otro argumento para no considerarla limpia es que no es renovable, puesto que el tipo de uranio que se usa en los núcleos de las centrales es limitado.

La nuclear es la séptima fuente que causa más muertes, por detrás del carbón, el petróleo, el gas natural, la hidroeléctrica, la solar en tejado y la eólica.

En este sentido, podría haber un tipo de energía nuclear que fuera mucho más limpia e, incluso, renovable: la energía nuclear de fusión. Actualmente, las centrales funcionan rompiendo los átomos de uranio, liberando energía. Pero la fusión nuclear funciona mediante la unión de dos átomos de hidrógeno, que también libera energía. El combustible necesario son dos isótopos del hidrógeno (deuterio y tritio), muy abundantes en la naturaleza, y los residuos que se generan son helio y muy poquito material radiactivo.

El problema es que aún no existe ningún reactor capaz de generar la energía necesaria para producir la fusión nuclear. El ITER es un reactor experimental gestionado a nivel internacional que pretende ser el primero en conseguir este proceso y que está previsto que entre en funcionamiento este año 2020. Así que estaremos atentos para ver si la fusión nuclear es la solución.

Mientras, debemos valorar si la energía nuclear es un tipo de energía que queremos en nuestra sociedad o si no estamos dispuestos a correr los riesgos que implica su combustible. Lovelock tiene claro que sí, mientras que los grupos ecologistas se mantienen en el no. ¿Y tú, qué opinas?

Deja tu comentario!