Schulz y Schulze

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Hubo una vez dos geólogos que lo dejaron todo por venir a España a estudiar la geología de nuestros montes, especialmente en la zona asturiana de Picos de Europa. Esta es la historia de Schulz y Schulze, dos científicos con muchas cosas en común, cuya historia no te dejará indiferente.

TEXTO POR RAQUEL MARTÍNEZ CANTÓ
ILUSTRADO POR LA NIÑA POLLO
ARTÍCULOS
GEOLOGÍA
9 de Marzo de 2020

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Ambos vinieron de Alemania, aunque por distintos motivos y en años muy distintos —¡con ochenta años de diferencia!—, pero acabaron en la misma zona: en Asturias, para trabajar e investigar sobre la topografía y la geología de un área muy poco conocida en aquel momento. Nuestros protagonistas son Guillermo Schulz, nacido en Dörnberg, Alemania, en 1805 y Gustavo Schulze, nacido en Orizaba, México, en 1881. Dos apellidos muy similares, dos jóvenes que desarrollaron una pasión por la geología debido a su entorno (Shulz por el contacto continuo con la minería y Schulze por sus hábitos de montañero) y que quisieron seguir su carrera después de la universidad pasando por España.

Fue en 1826 cuando Schulz aceptó una propuesta que le llegó unos meses antes de venir a España para realizar unos estudios en la zona de Las Alpujarras. Sin embargo, poco tiempo después se encargó de la topografía y geología de Asturias, al ser destinado a Galicia tras su nombramiento como Comisario de Minas. Desde entonces, siempre estuvo ligado a esta zona, a estudiarla y a publicar todos sus resultados. Unos resultados que no solo estaban hechos con la geología del lugar, sino que incluían el aprovechamiento de los terrenos que se hacía en su momento en la zona. A Guillermo Schulz le debemos la extraña denominación de Naranjo de Bulnes al Picu Urriellu, el más famoso de los Picos de Europa. Se dice que esta denominación viene de una serie de confusiones en traducciones y comentarios de los habitantes de la zona. Pero fue en 1855 cuando se publicó el primer mapa geológico de Picos de Europa donde aparece con este nombre. A partir de ahí se fue dando por sentado que la montaña se llamaba Naranjo de Bulnes y así lo encontramos en muchos textos posteriores.

Como decía, ochenta años más tarde, en 1906, Gustavo Schulze aterrizó en Asturias con la intención de investigar en un área bastante inédita para poder seguir con su carrera como profesor universitario en Alemania. Él, que vivía en la zona de Leizpig desde los tres años, había presentado su tesis doctoral el año anterior sobre la estratigrafía de los Alpes y quería seguir vinculado a la universidad. Animado por Charles Barrois, geólogo de la universidad de Lille, decidió personarse durante tres años en Picos de Europa para realizar campañas de campo. Sus libretas, durante este tiempo, se llenaron de esquemas, dibujos y anotaciones sobre la topografía, las escaladas realizadas —recordemos que Schulze fue la tercera persona en completar el ascenso al Naranjo de Bulnes, abriendo una nueva ruta de ascenso—, las costumbres de las gentes de la zona, etc. Imaginad la cantidad de datos que había recogido.

La lástima es que Gustavo no llegó a publicar ni un solo de estos datos recopilados, ya que después de su vuelta y de casarse, pasó muy poco tiempo hasta que la I Guerra Mundial y su posterior viaje a México —para no volver—, le dejaron sin opciones. Una vez en México quiso revisar todas sus notas e intentar publicarlas, pero se vio con tal cantidad de datos que finalmente no pudo más que cederlos, junto con su colección paleontológica, a la Universidad de Tubinga, al profesor Otto Schindewolf.

Una de las diferencias principales entre las investigaciones de ambos científicos, y la razón por la que Schulze encontrase inédito investigar en Picos de Europa, fue que Schulz solo trazó itinerarios importantes por el macizo occidental, mientras que Schulze se dedicó a revisar los tres macizos que componen esta área a lo largo de sus campañas.

Así que el conocimiento actual de Picos de Europa se lo debemos, principalmente, a dos geólogos procedentes de Alemania que trabajaron intensamente en la zona. Schulze se llevó sus cuadernos de campo de los años que estuvo en España consigo y hasta 1992 no fueron rescatados de los estantes de la Universidad de Tubinga y puestos en valor. Ahora ya podemos disfrutar de algunos de sus conocimientos adquiridos en esos tiempos, analizados en parte y publicados en la actualidad. Otros, sin embargo, siguen esperando a ser comprobados, relacionados y publicados.

 

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