Paul es un personaje muy importante en la historia del fútbol. Su vida inspiró un libro y hasta una película. En la isla de l’Elba, donde la leyenda nació, hay una calle que lleva su nombre. El célebre futbolista John Charles Barnes le definió como «uno de los nombres más importantes del futbol». Pero Paul no es un ser humano. Es un pulpo común que nunca tocó una bola en su vida y que se convirtió en una estrella sin dejar nunca su acuario.
Paul no sabía tirar faltas, pero podía predecir los resultados de los partidos. Fue el primer pulpo adivino de la historia. El animal conoció la celebridad en 2010, cuando predijo con éxito los resultados de todos los partidos del Mundial de Sudáfrica. Paul no necesitaba bolas de cristal o tarots. Su método era muy sencillo: antes de cada partido, sus guardianes le ponían delante dos cajas llenas de su comida favorida, cada una con la bandera de uno de los dos equipos. Cada vez, sin fallos, el pulpo elegía la caja del equipo ganador. Después de predecir con éxito también la victoria de España en la final, Paul se convirtió en una estrella. Los españoles lo aclamaron como un héroe nacional y sus fans llegaron a hacerle como homenaje una copia de la copa del mundo que colocaron dentro de su acuario.
Al final del Mundial, Paul era tan famoso que empezó a recibir ofertas de trabajo. Muchísima gente lo quería como oráculo personal, e incluso una empresa rusa de apuestas deportivas llegó a ofrecer cien mil dólares para contratarlo. Pero Paul rechazó todas las ofertas y decidió jubilarse con gloria. Quizás ya sabía que su carrera no duraría mucho más tiempo, dado que los pulpos viven como máximo dos años. De hecho, Paul murió en paz en la tranquilidad de su acuario apenas tres meses después del Mundial.
Los rusos no habrían hecho un buen negocio y no solo a causa de la breve vida de los pulpos. Como resulta obvio, las predicciones del pulpo Paul eran fruto de la casualidad, y quizás también de la extraordinaria capacidad de visión de estos animales. Los ojos de un pulpo se parecen mucho a los nuestros, y aunque no puedan distinguir los colores reconocen muy bien las formas. Puede que a Paul simplemente le gustaran más los dibujos de algunas banderas que otros. Una cosa es cierta: al pobre animal le daba absolutamente igual el futbol, y sin duda no sabía qué hacer con aquella copa del mundo en su acuario.
Hay otros pulpos que no han llegado a ser tan famosos como Paul aunque lo merecerían. ¿Alguna vez habéis oído hablar de Rambo? No, no el personaje de la película interpretado por Sylvester Stallone. Este Rambo era un pulpo hembra que vivía en el acuario de Auckland, en Nueva Zelanda, y que tenía un hobby especial: la fotografía. Rambo aprendió a utilizar una cámara especial y todos los días sacaba fotos a los visitantes desde el interior de su acuario. A cambio de comida, obviamente. Como todos los fotógrafos profesionales, ella también cobraba por sus servicios. Según su entrenador, Rambo aprendía más rápidamente que un perro (y seguro que algunos humanos): solo necesitó tres intentos para entender lo que tenía que hacer con la cámara.
Como resulta obvio, las predicciones del pulpo Paul eran fruto de la casualidad, y quizás también de la extraordinaria capacidad de visión de estos animales.
Otro pulpo que debería ser famoso es Inky, que en 2016 fue protagonista de una evasión espectacular. Con nocturnidad y alevosía, un día Inky levanto el tapón de su acuario y salió silenciosamente de él. Se arrastró en el suelo varios metros y finalmente se lanzó en un tubo de descarga que llevaba al mar, volviendo a la libertad. Para un pulpo es una verdadera fuga de Alcatraz. Evidentemente, Inky se aburría en el acuario y tenía ganas de un viaje. Sus guardianes esperan verle volver algún día, o al menos recibir una postal.
Podriamos seguir con muchos más ejemplos. En los acuarios de todo el mundo se encuentran un montón de historias y anécdotas sobre las increíbles habilidades de estas criaturas. Pulpos que reconocen a sus guardianes y juegan con ellos, que desmontan el interior de su acuario para adaptarlo a sus necesidades o que inventan estrategias para conseguir más comida. Está claro que el verdadero superpoder de los pulpos no es predecir los resultados de los partidos de fútbol. Estos animales son los Einstein de los invertebrados. Son muy curiosos y estudian con atención cualquier nuevo objeto o animal que encuentran. Pueden adaptarse a situaciones nuevas y resolver problemas, como cuando se les pone delante un bote cerrado con comida en su interior: después de unos pocos intentos aprenden a quitar el tapón. También son capaces de usar herramientas: los pulpos que viven en ambientes de arena, donde no hay rocas bajo las cuales esconderse, utilizan cascos de nueces de coco como protección y transportan estos escudos por todas partes.
Rambo era un pulpo hembra que vivía en el acuario de Auckland, en Nueva Zelanda, y que tenía un hobby especial: la fotografía.
El sistema nervioso de un pulpo cuenta con más de quinientos millones de neuronas, más o menos la misma cantidad que encontramos en el cerebro de un perro. ¿Pero, para qué sirve toda esta potencia cognitiva? Los científicos han debatido por muchos años sobre este misterio, porque las habilidades de estos invertebrados desafían muchas teorías sobre la evolución de la inteligencia. Por ejemplo, uno de los requisitos que se considera fundamental para alcanzar habilidades cognitivas complejas es tener una vida larga, porque así hay más tiempo para desarrollar un cerebro complejo. Como ya hemos visto, no es el caso del pulpo. Otro asunto sobre la inteligencia es que esta última tiene que estar relacionada con la vida social. Pero el pulpo no es un animal social, al contrario, es solitario y a menudo canibaliza miembros de su misma especie. Así que seguramente todas estas neuronas no sirven para hacer amigos.
Con nocturnidad y alevosía, un día Inky levanto el tapón de su acuario y salió silenciosamente de él. Se arrastró en el suelo varios metros y finalmente se lanzó en un tubo de descarga que llevaba al mar, volviendo a la libertad.
Quizás la respuesta a este enigma tenga que ver con las necesidades más básicas: comer y evitar ser comidos. Los pulpos son cazadores activos que pasan mucho tiempo vagando por el fondo marino en busca de presas. Estas pueden ser cangrejos, vieiras, peces y hasta otros cefalópodos. Capturar presas tan diversas y superar sus defensas requiere un comportamiento muy flexible. Los pulpos también son la presa perfecta para muchos otros animales, dado que no tienen partes duras. Para defenderse solo tienen su increíble habilidad de camuflaje… y su gran cerebro. Hay que ser listo para sobrevivir en un ambiente donde todos, humanos incluidos, quieren transformarte en su desayuno. En un pasado muy lejano, no sabemos el por qué, los antepasados de los pulpos perdieron su concha, ganando en flexibilidad y movilidad, pero quedando indefensos. Aquel evento clave desencadenó toda una serie de adaptaciones evolutivas que acabaron creando el extraño animal blando e inteligente que podemos observar hoy en día.
Estamos acostumbrados a estudiar la inteligencia basándonos en animales parecidos a nosotros: primates, perros, delfines… Pero el pulpo no tiene nada que ver con nosotros. Tiene ocho brazos, tres corazones, no tiene columna vertebral, puede cambiar la forma de su cuerpo y su sistema nervioso está organizado de manera totalmente diferente. Buscamos inteligencias extraterrestres en las estrellas, pero quizás no haga falta ir tan lejos.
Una cosa es cierta: si alguien intenta venderos un pulpo que tiene supuestas habilidades de oráculo, podéis estar seguros de que os está estafando. Si queréis ver un pulpo hacer algo extraordinario de verdad, es suficiente observarle y apreciar sus increíbles golpes de genio.
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