COVID-19 y embarazo

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El SARS-CoV-2, virus causante de la COVID-19, es el responsable de la pandemia del siglo XXI. La COVID-19, originada por el famoso coronavirus, cursa principalmente con enfermedad respiratoria, que va desde síntomas leves a una grave insuficiencia respiratoria. Originada en China, se ha extendido por todo el mundo en un corto periodo de tiempo y lo ha paralizado durante meses.

Pero, ¿cómo afecta al embarazo y la reproducción? ¿Se puede transmitir de madres a hijas e hijos?

TEXTO POR MARÍA CERRILLO MARTÍNEZ
ILUSTRADO POR VERA GALINDO
ARTÍCULOS | MUJERES DE CIENCIA
COVID-19 | EMBARAZO | REPRODUCCIÓN | SARS-COV-2
28 de Mayo de 2020

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¿Qué sabemos de este virus?

Sabemos que es un virus RNA que busca su puerta de entrada en las células a través, principalmente, de los receptores ACE2 (receptores del sistema renina angiotensina)

Sobre su epidemiología, sabemos que el período de incubación es de cinco días de media (se han observado periodos de entre dos y catorce días), que el 80% de las personas infectadas cursan con síntomas leves, pero el 20% requieren ingreso hospitalario y, de ellos, el 5% necesitan respiración asistida, siendo la población más vulnerable la que lo requiere, aun así, hay casos de pacientes sin factores de riesgo que la han precisado.

La principal vía de transmisión es de persona a persona a través de las (famosas) gotas respiratorias expelidas a través de la tos o los estornudos. También se ha detectado que es un virus que permanece viable bastantes horas en las superficies inertes, y que por tanto podrían suponer potenciales focos de contagio. De estos datos proviene la actual obligación de utilizar mascarillas (en lugares cerrados y en sitios al aire libre donde no se pueda garantizar una distancia mínima de seguridad) y las extremas medidas de higiene y limpieza que nos han recomendado hacer a la población general.

¿Cómo es posible detectarlo?

En sí, la detección de RNA del virus se realiza de una forma eficaz a través de una amplificación genómica por PCR (Polymerase Chain Reaction) durante los primeros días de la infección. Después, se puede hacer una detección indirecta a través de la medición de la respuesta inmunitaria con la detección de anticuerpos IgM e IgG.

Los famosos «test rápidos» se basan en la detección de algún componente proteico del virus. Estos test suelen ser de tipo inmunocromatográfico y su sensibilidad es inferior a los diagnósticos moleculares por PCR o test de anticuerpos. De ahí que se hallan observado hasta un 30% de fallos o falsos negativos (cuando una persona está infectada, pero ha dado negativo en el test).

¿Qué sabemos acerca del COVID y el sistema reproductivo?

Existen mujeres embarazadas y pacientes con deseo genésico en las que el tiempo corre en su contra. Tienen miedo e inquietud a lo que pueda ocurrir con sus bebés, y, por eso, quienes debemos seguir ayudando debemos conocer mejor este virus: saber si sería o no capaz de llegar a los órganos reproductivos y pudiera ser transmitido de madres a hijos e hijas, con el objetivo de saber cómo tratar a nuestras pacientes de una forma segura, ya que desgraciadamente (y como ha sucedido con otros virus) este virus convivirá con nosotros y tendremos que saber cómo convivir con él.

Partiendo de que la evidencia actual del coronavirus durante el embarazo es muy limitada, ya que es un virus presente entre nosotros desde hace poco tiempo, lo que sabemos es que los receptores ACE2 sí se encuentran en el ovario humano (incluso las gonadotropinas empleadas en los tratamientos de reproducción asistida pueden modificar su expresión), también se encuentran presentes en las células de Leydig a nivel testicular y a nivel uterino en el epitelio endometrial (sobre todo en fase secretora, que es cuando ocurre la implantación), así como a nivel decidual en la placenta. Por tanto, la pregunta que nos hacemos sería ¿hasta qué punto el virus podría influir en el sistema reproductivo, si estos receptores también podrían suponer una puerta de entrada al coronavirus a nivel reproductivo?

Lo único que sabemos a día de hoy de COVID-19 y embarazo está basado siete estudios con cuarenta y ocho mujeres embarazadas infectadas por SARS-CoV-2 durante el segundo y tercer trimestre de gestación: cinco de ellos aún son embarazos en curso y el seguimiento del embarazo es normal. Cuarenta y cuatro niños nacieron: quince de ellos fueron pre término (entre la semana trigésima y trigésimo cuarta de gestación), de los cuales, doce nacieron por cesárea y tres fueron partos vaginales con recién nacido (RN) sin complicaciones, salvo un caso de muerte neonatal. Los otros veintinueve fueron a término con veintisiete cesáreas y dos partos vaginales, con niños sin complicaciones. 

En todos los casos estudiados, lo que se ha visto que es que, a través de tomas, nasofaríngeas, aspirado gástrico, muestras de orina, plasma, líquido amniótico, sangre del cordón umbilical, placenta y leche materna, no ha habido detección del virus, por lo que la transmisión vertical (de madres a hijos e hijas) en estos casos no se ha producido.  En un estudio reciente en la publicación científica Lancet, han detectado casos de recién nacidos con PCR positiva a coronavirus, sin poder descartar una transmisión iatrogénica (por contacto durante el parto), por lo que se necesitan más estudios para poder descartar esta vía de contagio.

Las complicaciones maternas han sido fruto de la patología respiratoria o fenómenos protrombóticos que han tenido las pacientes con COVID-19, recomendando el uso de heparina en embarazadas infectadas para prevenirlos, formando parte del protocolo actual en las sociedades científicas.

No obstante, debemos ser cautos con el análisis de estos datos. En primer lugar, por la escasa evidencia publicada; en segundo lugar, porque sería posible una duplicidad de datos entre los diversos estudios; y en tercer lugar, porque a pesar de que se comienza a estudiar la COVID-19 en modelos animales, para entender mejor a este virus, indudablemente, la prioridad es estudiarlo a nivel de vías respiratorias, pulmón, corazón e hígado, con el fin de poder actuar contra él conociendo en profundidad su mecanismo de acción. No es una prioridad hacer esos estudios a nivel reproductivo en este momento de la pandemia, pero serán futuras y esperadas líneas de investigación básica y los futuros datos en embarazadas los que nos brindaran la oportunidad de conocer mejor al SARS-COV-2 y la COVID-19 para poder convivir con él sin que produzca estragos en nuestra sociedad.

¿Cuál sería nuestra obligación como médicos de reproducción?

Sería realmente tratar a nuestras pacientes en un entorno lo más seguro posible.

 ¿Cómo es posible hacerlo? 

Realizando test, tanto serológicos como de PCR, para saber quién puede o no transmitir el virus y a quién debemos realizar un tratamiento o a quién debemos demorarlo, tanto a pacientes como a trabajadores, y así crear un entorno en el que las pacientes, junto con otras medidas de seguridad implementadas (distancia social, mamparas, mascarillas, geles, guantes, etc.), se sientan lo más seguras posibles a la hora de acudir a las clínicas y hospitales.

Así sí podremos, después de esta pandemia que ha parado a medio mundo, poder seguir ayudando a cumplir el sueño de ser madre de muchas mujeres para las que el tiempo juega en contra.

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