El caso Lafarge

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Tras varios días con fuertes dolores en el bajo vientre y vómitos severos, Charles Lafarge fallecía el 14 de enero de 1840. Su fallecimiento y la sintomatología que lo rodeó podrían pensarse como consecuencia del brote de cólera que azotó Europa en la década de 1830. Sin embargo, el rápido deterioro del enfermo y la presencia de unos extraños residuos sólidos blanquecinos en sus tazas, entre otros enseres y dependencias, pronto apuntaron hacia el envenenamiento como posible explicación.

TEXTO POR LUIS MORENO MARTÍNEZ
ILUSTRADO POR ELENA ESLAVA
ARTÍCULOS | EFEMÉRIDES
HISTORIA | QUÍMICA | VENENOS
24 de Abril de 2020

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Una muerte polémica

Antes de su fallecimiento, la familia de Charles Lafarge ya había advertido el riesgo y a principios de 1840, cuando este aún vivía, se había analizado una de las muestras de polvo blanco localizadas. Cuando el boticario encargado de tal análisis lo calentó con carbón, el humo blanquecino y el fuerte olor a ajo fueron entendidos como pruebas de la presencia de arsénico, el rey de los venenos del siglo XIX. La familia no dudó en señalar a la posible causante de dicho envenenamiento: la esposa del entonces moribundo Charles Lafarge, Marie Lafarge. De nada sirvió mantenerla alejada de su esposo, el control de los alimentos y bebidas que se le suministraban o la aplicación de peróxido de hierro como contraveneno. La muerte de Charles Lafarge sobrevino a Marie, poniendo fin a su vida de tertulias con la élite social de la época y privándola de libertad.

La elaboración de unos misteriosos pasteles que Marie habría enviado por correo a Charles antes de enfermar, cuando este se encontraba fuera del domicilio por asuntos comerciales, o la desaparición de unos diamantes en el domicilio de la familia Léautaud (donde Marie había participado en sesiones de magnetismo animal, una práctica que hoy relacionaríamos con el hipnotismo) y que fueron encontrados entre las pertenencias de Marie, no hicieron sino contribuir al halo de misterio y controversia que rodearía al caso Lafarge desde el inicio del proceso judicial.

El juicio a Marie Lafarge se inició el 3 de septiembre de 1840 en Tuelle (Francia), en medio de una gran expectación. Ante la falta de fuentes testimoniales, la ciencia jugó un papel determinante en el mismo, hasta el punto que Marie Lafarge está considerada la primera persona en ser condenada por la toxicología forense. Sin embargo, el proceso estuvo lejos de ser un rápido ejercicio de aplicación de la ley auspiciado por la irrefutabilidad y las certezas de la ciencia. Los primeros ensayos que analizaron los restos de muestras biológicas del fallecido no encontraron «ni un átomo» de arsénico. Sin embargo, tras haber exhumado el cadáver —al haber agotado las muestras biológicas disponibles—, el olor a ajo característico de la presencia de arsénico añadió más dudas al proceso. No obstante, la historia cambió de rumbo cuando apareció en escena una de las principales voces entre los expertos en toxicología en la Francia de la primera mitad del siglo XIX: el menorquín Mateu Orfila.

Un toxicólogo menorquín

Mateu Orfila nació en Mahón (Menorca) el 24 de abril de 1787. A sus 17 años partió a Valencia para estudiar en la Facultad de Medicina. Allí profundizó en el conocimiento de las obras de destacados químicos como Lavoisier y Berthollet. Posteriormente continuó su formación en Barcelona, donde se formó junto a Francesc Carbonell i Bravo. En 1807 obtuvo una beca para viajar a Madrid y después a París, a fin de que tras cuatro años se incorporase como Catedrático de Química en Barcelona, algo que no ocurrirá, pues este preferirá continuar su carrera en Francia. Orfila viajó a Madrid para reunirse con el destacado químico Louis Proust. Sin embargo, el encuentro nunca llegó a celebrarse, ya que Proust ya había abandonado España. Orfila viajó entonces a París, donde contactó con dos destacados profesores de química médica: Antoine Fourcroy, uno de los primeros seguidores de la teoría química lavoiseriana, y Nicolas Vauquelin. En París asistió a las clases de química del Collège de France, impartidas por uno de los alumnos de Vauquelin: Jacques Thenard. Thenard, uno de los científicos más destacados en la Francia de la primera mitad del siglo XIX, y su Traité de Chimie, tuvieron una gran relevancia en su formación. 

Mateo Orfila

Poco a poco Orfila se construyó un nombre destacado en la sociedad francesa, tanto por su quehacer científico (por ejemplo, a través de sus cursos privados de química, que tuvieron gran repercusión), como a través de sus dotes musicales para el canto (frecuentando salones donde coincidió con importantes figuras de la sociedad y la cultura francesa de la época). En el país galo Orfila ejerció como profesor de la Facultad de Medicina de París y publicó diversos trabajos sobre toxicología, como su célebre Traité des Poisons, que tuvo una gran repercusión en la comunidad científica francesa y que se convirtió en una de las principales obras de referencia sobre toxicología en la época. Orfila se convirtió así en una de las voces más autorizadas en el terreno de la toxicología. Por ello, no sorprende que tras los confusos resultados de los ensayos sobre la presencia de arsénico o no en el caso Lafarge, se recurriese a su sapiencia.  

La intervención del célebre toxicólogo menorquín fue clave para la condena de Marie Lafarge. Orfila, junto a varios peritos, disponía de diversas muestras para la realización de sus ensayos, tales como restos del estómago, hígado, intestino, corazón y muslo de Charles Lafarge, tierra tomada de la tumba, tela del sudario, restos de vómito, un líquido que se había encontrado en el esófago y restos de tejidos biológicos desecados. Las distintas muestras fueron sometidas a diferentes tratamientos químicos. Después de los tratamientos, se hizo uso de la conocida como técnica o método de Marsh para determinar la presencia de arsénico. Esta técnica había sido presentada por James Marsh (colaborador de Michael Faraday en la Royal Institution de Londres) en la década de 1830. Su elevada sensibilidad analítica había atraído la atención de Orfila, que años antes del juicio ya la había empleado para determinar el arsénico en unos doscientos perros a los que él mismo suministraba diferentes cantidades del veneno. El método de Marsh consistía en producir hidrógeno por reacción de cinc con ácido sulfúrico para que se combinase con el arsénico presente en la muestra, formando «hidrógeno arseniado» (hoy arsina o, según las últimas recomendaciones de la IUPAC, arsano). Este compuesto se descomponía por efecto de una llama, restituyendo así el arsénico de la muestra, que quedaba depositado formando un espejo sobre una superficie fría.

Tras los pertinentes experimentos, Orfila afirmó la existencia de arsénico en el cuerpo de Charles Lafarge, el cual no provenía ni de los reactivos usados en los ensayos, ni de la tierra que rodeaba el ataúd, ni tampoco del arsénico que existe naturalmente en un cuerpo sano; pues este «arsénico natural» se concentraba en los huesos, mientras que los ensayos se habían realizado con órganos internos donde, por tanto, no cabía encontrar arsénico. Orfila explicó asimismo la diversidad de resultados que los ensayos previos habían arrojado. Entre sus argumentos, mencionó la rotura de uno de los tubos empleados en uno de los ensayos, así como las dificultades en el uso del aparato de Marsh, que no siempre era sencillo de manejar, existiendo un importante componente de conocimiento tácito en su manejo.

El juicio daba así un giro de ciento ochenta grados. La absolución de Marie Lafarge, que había sido plausible antes de la entrada en acción de Orfila ante la disparidad de conclusiones de los primeros ensayos y la activa labor de su abogado, se volatilizaba como arsina.

Una controversia que sobrevivió al tiempo

Pese a haber sido condenada a cadena perpetua en la cárcel de Montpellier, los abogados de Marie Lafarge continuaron trabajando para demostrar su inocencia, sin éxito. No obstante, el ocaso llegará casi en paralelo a los dos protagonistas principales de esta historia. Marie Lafarge, enferma de tuberculosis, pudo salir de la cárcel en junio de 1852. Su vida en libertad fue breve. El 7 de noviembre de 1852 fallecía en un balneario del sur de Francia. Pocos meses después, el 12 de marzo de 1853, fallecía en París Mateu Orfila, quien había transitado sus últimos años entre la pérdida de su presencia en el mundo académico y en los tribunales.

La muerte de Marie Lafarge en modo alguno supuso el olvido de este controvertido caso entre la química, la medicina y la ley. Desde el juicio han sido varios los intentos de revisar la condena a tenor de nuevas evidencias científicas y de nuevas fuentes documentales. El caso Lafarge alcanzó tal popularidad en la sociedad francesa que dio lugar a películas como L’affaire Lafarge e incluso inspiró a Gustave Flaubert para escribir el personaje de Madame Bovary. Como ha apuntado el historiador de la ciencia José Ramón Bertomeu Sánchez, uno de los mayores expertos en la figura de Mateu Orfila y en su papel en el caso Lafarge, este episodio judicial muestra claramente la tensión entre el carácter irreversible de los fallos judiciales y la naturaleza variable de la ciencia. Es por ello que el caso Lafarge nos ofrece una valiosa oportunidad para reflexionar críticamente sobre la provisionalidad del conocimiento científico y sus implicaciones sociales cuando la ciencia abandona el laboratorio y se adentra en los tribunales. Esta cuestión se observa claramente con el uso del ensayo de Marsh que, aunque alabado entonces por químicos como Liebig y Berzelius, también fue objeto de ciertas reservas y cuestionamientos por parte de la comunidad química. Una clara muestra de las limitaciones de exigir certidumbres e invariabilidad, como las que se buscan al aplicar justicia, cuando se hace uso de una actividad humana basada en incertidumbre y provisionalidad, como es la ciencia. Una cuestión que, al igual que el caso Lafarge, ha sobrevivido al tiempo y sigue siendo objeto de debate. Es, todavía hoy, una historia sin desenlace.

Para saber más

La historia del caso Lafarge es la protagonista de La verdad sobre el caso Lafarge (2015), obra publicada por José Ramón Bertomeu Sánchez. También es de especial interés su último libro ¿Entre el fiscal y el verdugo? (2019) centrado en la figura de Orfila y la toxicología del siglo XIX, así como su blog La ciencia y la ley en acción donde aborda otras historias sobre las relaciones entre ciencia y ley a lo largo de la historia.

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