Tango para tres: la rocambolesca historia tras la invención del telescopio

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Hans Lippershey trabajaba en su taller una mañana de verano mientras sus dos hijos jugaban sigilosamente entre susurros y señales. Tenían prohibido hacer allí ruido; en caso contrario, el estricto de su padre los echaría fuera. Sin embargo, aquella mañana uno de ellos se atrevió a molestarle.

—Papá…
—Os tengo dicho que aquí hay que estar en silencio.
—Pero papá, es que mira. — El niño extendió su brazo con una lente, colocando otra cerca de su ojo—. Si pongo así las lentes se ve muy grande la veleta del campanario.
—¿Qué estás inventando, mocoso?

Incrédulo, Lippershey agarró las lentes igual que había hecho el niño.

—Increíble —susurró—. Aunque quizás podría verse aún mayor.
—Sí, bueno —contestó su hijo mayor—, a lo mejor con otras lentes…

TEXTO POR FRAN M. R. MARÍN
ILUSTRADO POR ANA CARDIEL
ARTÍCULOS
ASTRONOMÍA | TELESCOPIO
16 de Julio de 2020

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Algo así tuvo que ser la historia que Hans Lippershey contó en La Haya cuando solicitó la patente para su nuevo invento. Puede resultar una historia bonita y bastante literaria, como todas en las que los niños son los protagonistas. Sin embargo, todo parece indicar que no fue así como ocurrieron las cosas aunque, quizás, su subconsciente le traicionó y en el fondo sí que había tres personas en su taller cuando se desencadenó toda esta historia. No adelantemos acontecimientos, busquemos sin prisa los orígenes de este instrumento tan imprescindible en la ciencia moderna como común, junto con su primo hermano, el microscopio, en casi cualquier hogar.

Si nos remontamos (bastante) en el tiempo, el uso de un simple tubo sin lentes para mejorar la visión ya era usado en tiempos de Aristóteles. Aunque no es hasta el periodo medieval (s. XIII) cuando en Europa comienza a tallarse el vidrio con formas convexas para corregir defectos de visión –ametropías– relacionados con la visión de cerca, por ejemplo, la presbicia. Habrá que esperar hasta el 1450 para que se de la talla de lentes cóncavas con las que corregir la miopía. 

Puesto que la disposición más intuitiva para el telescopio es un sistema afocal (foco común) de una lente convexa y una cóncava, con estos datos cronológicos puede descartarse la idea de Roger Bacon como el inventor del telescopio, pues su obra cumbre, su Opus Major, es anterior, data de 1267.

Si se avanza un poco más en el tiempo, el primer estudio académico sobre el uso de lentes para corregir ametropías data de 1589: la segunda edición del Magia Naturalis de Giovanni Battista Della Porta. En esta obra ya se describe el uso de la disposición de lentes convexa–cóncava, aunque con lentes de poco poder refractivo, lo justo para ayudar a la visión, no para ver en la distancia. Todo parece indicar que se tiene bien acotado el tiempo en el que se da la invención: entre 1589 y 1608 que es cuando Lippershey solicitó la patente.

En torno al 1600 el uso de lentes era común, pudiendo encontrarse en tiendas. Además, ya se tallaban lentes cóncavas de poca distancia focal y convexas de gran distancia focal, requisitos necesarios para implementar el telescopio. No es de extrañar que Della Porta describiera en 1609 en una carta un telescopio de unos 35 cm que, teniendo en cuenta el tipo de lentes que existía por aquel entonces es posible calcularle unos tres aumentos, aproximadamente los mismos que tenían los primeros telescopios de Galileo.

Con estos antecedentes llegamos a octubre de 1608, mes en el que se desencadena la pugna entre tres hombres por la invención del telescopio. A lo largo de los años, los estudiosos han ido otorgando tal honor a uno u a otro, sin quedar nunca completamente claro quién fue de los tres, veamos cómo acontecieron los hechos.

Por los registros se sabe que el 25 de septiembre, el Comité de Consejeros de la provincia de Zelanda remite una carta al Estado General de La Haya recomendando a su portador (no se mencione nombre en ella, pero puede deducirse que se trataba de Lippershey) pues era poseedor de un instrumento que permitía ver a muy larga distancia, y lo reclamaba como un nuevo invento. La importancia de dicho artilugio queda reforzada por el hecho de que, lo Países Bajos luchaban por su independencia contra Felipe II y, un instrumento de tales características supondría ventaja en el campo de batalla a los ejércitos del Príncipe Mauricio de Nassau.

La solicitud de patente de Hans Lippershey se encuentra desaparecida, aunque sí se conserva una entrada en el libro del Estado General en la que se la menciona una semana después. Con fecha 4 de octubre, se formó un comité destinado a investigar dicha solicitud, postergando la resolución de esta hasta que su solicitante entregara, en el plazo de un año, seis telescopios binoculares cuyas lentes fueran fabricadas con cristal de roca en lugar de vidrio. Aunque en un principio, Lippershey pidió mucho más, el 5 de octubre consta en los registros que se le pagó 300 florines de adelanto, de los 900 que serían en total. Meses más tarde, el 15 de diciembre, Lippershey entregaría el primer telescopio al Comité quien, tras analizarlo, le encargó dos más y le abonó otros 300 florines. Sin embargo, el Comité le rechazó la patente alegando que dicho instrumento no podía mantenerse en secreto. La historia de Lippershey finaliza el 13 de febrero de 1609, cuando entregó los dos últimos telescopios, ganando los últimos 300 florines.

Pero, ¿por qué le rechazaron la patente? Algo tendría que ver que, en cuestión de diez días, tres personas reclamaban como propia la invención del telescopio.

El 14 de octubre, el Comité de Consejeros de Zelanda informa de otra persona, un hombre joven, que reclama como propia la invención del telescopio. Con tan escueta descripción, bien podría tratarse de Sacharias Jannsen, el segundo jugador de nuestra historia, vecino de Lippershey en Midelburgo, que en aquel entonces contaba con 20 años.

Y no sólo eso, en una carta escrita el 15 de octubre, Jacob Metius de Alkmaar, nuestro tercer jugador, solicita la patente, alegando que había estudiado durante los dos últimos años el poder refractivo de las lentes para mejorar la visión de personas con ametropías y, combinándolas de la manera adecuada según las ideas recogidas por Della Porta en su Magia Naturalis, había logrado construir un instrumento capaz de vez a grandes distancias; idea que le había robado Lippershey.

Analicemos la historia y el papel que juega cada uno de estos dos hombres.

En el año 1614, Simon Marius publica su libro Mundus jovialis, en el que relata cómo en septiembre de 1608, su patrón estuvo a punto de comprar a un mercader holandés un telescopio en la feria de otoño de Frankfurt. Es decir, al mismo tiempo que Lippershey partía de Middelburg hacia La Haya para patentar su telescopio, otro holandés trataba de vender un instrumento similar a 500 km.

Según la investigación hecha a principios del s. XX por el matemático holandés Cornelis de Waard, en su obra “El descubrimiento del telescopio”, este holandés encaja bastante bien con Sacharias Jansen quien, al regresar a Middleburg entorno al 13 de octubre descubre que Lippershey ha viajado a La Haya para solicitar la patente del telescopio, con lo que no duda en marchar a las autoridades para enseñar el suyo, coinciciendo pues con el hombre joven que reclamaba la invención del telescopio en Middleburg. Recordemos que tanto uno como el otro eran constructores de lentes y, teniendo en cuenta que Lippershey le doblaba la edad, probablemente Janssen trabajara como ayudante en su mismo taller.

Además, en su libro, De Waard aporta otra prueba en su defensa de Jansen como el inventor del telescopio, y es que, en 1634, Isaac Beeckman, rector de la Escuela Latina de Dorrecht, recogió en su diario que el hijo de Janssen le contó que su padre había construido el primer telescopio en 1604 a partir de un instrumento italiano fabricado en 1590. Podría ser cierto, pero el hijo de Janssen se desacreditó a sí mismo cuando en 1655 había afirmado que su padre inventó el telescopio en 1590… ¡cuando este solo tenía unos 3 años! Janssen padre, y por lo visto también Janssen hijo, no eran tenido en buena estima por las autoridades dadas sus actividades delictivas entre las que se encontraba la falsificación de monedas; sin embargo, remitiéndonos a los hechos, es posible que copiara en 1604 ese instrumento que combinaba una lente convexa con otra cóncava para ayudar a la visión, tal y como había descrito Della Porta en su obra.

En cuanto a Jacob Metius, su familia contaba de cierta influencia en la ciudad de Alkmaar, cuyo delegado se encontraba en el comité formado para investigar la solicitud de patente de Lippershey, por lo que pudo enterarse bastante pronto de las intenciones del constructor de lentes. Nada indica que fuera falso que, tal y como escribió en su carta del 15 de octubre, hubiera estudiado la combinación convexa-cóncava de Della Porta y hubiera buscado mejorarla para ver en la distancia; todo lo contrario, teniendo en cuenta que solicitó la patente el día 17 de octubre, pues resulta complicado imaginar que, en los apenas 15 días que separan la solicitud de ambas solicitudes, Metius pudiera enterarse de la de Lippershey, construyera su telescopio, viajara a La Haya y solicitara su patente… lo más sensato es pensar que ya tenía fabricado el instrumento. A Metius tampoco le dieron la patente, aunque le recompensan con 100 florines y le instaron a mejorar su instrumento.

Con todo lo anterior, queda claro que el telescopio no fue inventado de la nada, ya que autores como Della Porta e incluso el propio Metius habían trabajado la combinación de lentes convergente–divergente para corregir defectos de visión, lo que explica que Janssen pudiera copiar en 1604 uno de estos instrumentos de 1590. De manera que la pregunta de quién inventó el telescopio pasa a ser quién se dio cuenta de que ese instrumento de ayuda a la visión podía ser utilizado para otros propósitos: obtener la mayor magnificación de objetos distantes. No es el primer caso que se tiene de cooperación entre las ciencias de la visión y las ciencias del espacio: hace una década se dio el caso contrario cuando en Rochester (Nueva York), Williams y Liang se plantearon introducir las técnicas de óptica adaptativa empleadas en los telescopios para estudiar el sistema visual y adaptar los algoritmos de cirugía refractiva corneal láser.

A modo de conclusión, todo apunta a que Jacob Metius fue el primero en proponerse el reto anterior: familia con amplia tradición matemática, padre ingeniero militar, hermano profesor de matemáticas en la Universidad de Franeker, y había estudiado el Magia Naturalis de Della Porta. Dado que en Middelburg se hallaba la fábrica de lentes oftálmicas más antigua de todo el norte del país, y que sólo está separada 75 km de Alkmaar, lo más probable es que Metius hubiera ido en busca de mejores lentes y hubiera terminado en el taller de Lippershey, donde él y Janssen se hubieran percatado de lo que tenía en mente, volviendo a la historia de las tres personas en el taller observando la veleta del campanario.

 

Bibliografía básica

—Van Helden A. “The Invention of the Telescope”. Transactions of the American Philosophical Society

—Vol. 67, No. 4 (1977), pp. 1-67 (disponible en www.jstor.org)

Bibliografía complementaria

—Boorstin, D. J. Los Descubridores. RBA. Barcelona (1994)

—Koestler, A. Los sonámbulos. Salvat editores. Barcelona (1986)

—Liang J, Williams DR. “Aberrations and retinal image quality of the normal human eye”. Journal of the Optical Society of America. A, Optics, image science, and vision. 1997 Nov; 14(11):2873-83.

—Liang J, Williams DR, Miller DT. “Supernormal vision and high-resolution retinal imaging through adaptive optics” Journal of the Optical Society of America. A, Optics, image science, and vision. 1997 Nov; 14(11):2884-92.

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