Balanus y la oscilación musical del verano

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TEXTO POR LAURA IBÁÑEZ TEJERO
ILUSTRADO POR CRIS TAMAY
ARTÍCULOS | KIDS
BIOLOGÍA MARINA | OCEANOGRAFÍA | ZOOLOGÍA
10 de Agosto de 2020

Tiempo medio de lectura (minutos)

Las olas rompían en la playa de San Miguel, donde los científicos Dan y Maya disfrutaban sus vacaciones. Habían tenido una dura primavera luchando por sanar a los copépodos de los microplásticos. Ahora les tocaba relajarse y disfrutar del verano.

La playa de San Miguel, que se encuentra en la costa de Baja California, estaba llena de surfistas que cabalgaban con sus tablas sus maravillosas olas. Dan y Maya paseaban por la playa observándolos fascinados y disfrutando del calor que hacía a las doce de la mañana. La marea estaba baja y pequeñas olas rompían sobre las rocas que había al final de la playa. Era un paisaje muy bonito, y Dan y Maya decidieron acercarse un rato a la zona rocosa para descansar. Sobre las rocas observaron colores blancos y rosáceos, colores debidos a un gran número de pequeños animales que cubrían las rocas: las bellotas de mar.

—Dan, ¡mira cuántas bellotas de mar juntas! Me fascinan estos pequeños animales. Cuando son pequeños, viven en el agua a merced de las corrientes, pero cuando son adultos se asientan en la roca junto a sus amigos. Viven el resto de su vida disfrutando del sol, de las olas salpicándoles agua y del movimiento de la marea que les trae su comida.
—Qué curioso, Maya. Tienen el tamaño y la forma del dedal de costura que usaba mi abuela. Son muy bonitos y ¡son un montón!
—Sí, esa forma de dedal es su caparazón y está formado por seis placas calcáreas. Es bastante duro y les ayuda a no secarse cuando toman mucho el sol. Son muy sociables, por eso viven muchos juntos formando grandes colonias.

Maya era una gran experta científica en estos pequeños animales, había pasado gran parte de su tiempo observándolos y estudiándolos. Para Dan eran unos grandes desconocidos, pero estaba seguro que durante las vacaciones Maya le contaría lo que había aprendido sobre ellos.

Las vacaciones en Baja California incluían dos inmersiones de buceo en el agua de la costa de San Miguel. A Dan y Maya les encanta bucear, cada inmersión en el agua era como observar un mundo distinto y fantástico donde siempre aprendían algo nuevo. Al sumergirse en el interior de las aguas podían descubrir nuevos secretos marinos. Por lo que, vestidos con sus trajes de buceo, sus botellas de oxígeno y una cámara fotográfica submarina, se adentraron en el agua del mar.

Dan y Maya entraron al agua andando desde la costa y el agua cada vez les cubría más el cuerpo. Al principio veían la superficie del mar cerca de sus cabezas, pero según iban avanzando, la superficie estaba más lejos. Ya no caminaban, sino que buceaban por el fondo del mar, moviendo sus aletas como pececitos y observando cada cosa que veían con detalle. Cuando miraban para arriba, a veces, parecía que había una altura seis veces mayor a sus cuerpos y otras veces, se veía que la superficie estaba cerca de sus cabezas. Era una zona irregular, donde la profundidad era diferente cada vez que avanzaban.

El agua estaba muy calentita en las zonas menos profundas. Sin embargo, cuando la profundidad aumentaba, notaban como el agua en el fondo estaba más fría que en la superficie. Maya, que se encontraba buceando cerca de Dan, decidió subir hacia la superficie para sacarle una foto. Él se había detenido cerca del fondo a observar varias plantas marinas. Cuando Maya llegó cerca de la superficie, sacó su cámara e hizo señas a Dan para indicarle que le iba a sacar una foto. Pero de repente, notó que la corriente la desplazaba hacia la costa y vio como a Dan parecía que la corriente le desplazaba en sentido contrario, hacia aguas más alejadas de la costa. Era algo muy curioso y se preguntó qué fenómeno marino lo estaría produciendo. Dan, al ver que Maya se alejaba en sentido contrario, decidió subir a superficie con ella. Cuando empezó a bucear hacia arriba, vio un montón de diminutos animales, más pequeños que una pulga, que se movían conjuntamente como si estuviesen bailando. Se movían al compás, desplazándose con la corriente hacia la costa, subiendo y bajando en un movimiento oscilatorio como siguiendo el ritmo de la música. Era algo espectacular y Dan le hizo señas a Maya para que lo viese. Cuando Dan llegó donde Maya, notó que el agua estaba más calentita en superficie que abajo donde había estado él observando las plantas. Ambos estaban fascinados con lo que estaba pasando y se preguntaban cuál sería el misterio que escondían estas aguas. El oxígeno de sus botellas se estaba empezando a terminar, por lo que decidieron que ya era hora de regresar a la zona costera.

Llegaron cansados pero felices a la costa de San Miguel. La inmersión de buceo había sido muy emocionante y un nuevo secreto se les había presentado por descubrir. Las mentes curiosas de Dan y Maya estaban llenas de preguntas de las cuales deseaban encontrar respuesta. Pero ahora tocaba descansar un poco y comerse unas ricas hamburguesas.

Bucear siempre les daba mucha hambre, debían recuperar fuerzas. Eran las seis de la tarde y la marea estaba alta. La roca donde estuvieron Dan y Maya sentados al mediodía estaba cubierta por el agua del mar. Por lo que se sentaron en unas rocas cercanas donde no llegaba el agua. Dan, pensativo, miraba su hamburguesa, visualizando el mar. La hamburguesa era como el mar: el pan de arriba era el agua caliente cuya corriente se movía hacia la costa, la carne del medio eran los diminutos animales que juntos se movían en medio del agua bailando y, el pan de abajo era el agua fría que se movía alejándose de la costa. Dan se preguntaba por qué el agua en la superficie del mar estaba más calentita que en el fondo del mar, donde estaba fría. También se preguntaba por qué la corriente del mar se movía en sentido contrario en la superficie y en el fondo del mar. La risa de Maya le saco de sus pensamientos.

—¡Dan, te has quedado embobado mirando la hamburguesa! Después de bucear, ¡deberías estar hambriento! Yo me la he comido casi de un bocado.
—Sí, estaba pensando en lo que nos ha pasado mientras buceábamos. Tengo tanta curiosidad como hambre.

Dan comenzó su hamburguesa mientras Maya observaba la roca donde habían estado sentados al mediodía. Ahora, con la marea alta, las bellotas de mar estaban cubiertas por el agua y Maya podía ver cómo comían. En la parte de arriba de su caparazón, las bellotas de mar tienen el opérculo, que está formado por dos placas móviles que se abren para comer cuando la marea está alta y se cierran para tomar el sol cuando la marea está baja.

—Mira, Dan, las bellotas de mar han abierto su opérculo y están comiendo. ¿Ves esa especie de pelos que les salen del opérculo? Se llaman cirros y con ellos mueven el agua que les rodea. Así escogen los nutrientes que les gustan y los meten dentro de su opérculo para comer.
—Maya ¿crees que podría haber relación entre los animales diminutos que hemos visto en el agua y las bellotas de mar?
—Podría ser, Dan. Estas bellotas de mar son adultas. Los bebés y jovencitos viven en el agua a merced de las corrientes. Cuando crecen, los jóvenes deciden venir a vivir a la costa. Se asientan en una roca y se quedan ahí fijos durante el resto de su vida.
—Maya, creo que en nuestra siguiente inmersión de buceo deberíamos investigarlo. Quizá tenga relación con todo lo que hemos visto y sentido hoy en el agua. Debemos descubrir si hay relación entre las bellotas de mar y los diminutos animales que se mueven como si estuviesen bailando.

Dan y Maya comenzaron a diseñar cómo sería su inmersión de buceo para el día siguiente. Si no querían acabar rápido con el oxígeno de las botellas con el que respiraban, necesitaban entrar al mar desde un barco y no andando desde la playa. Buscarían a los bailarines y diminutos animales que habían visto en medio del agua. En esta ocasión llevarían una cámara especializada en fotografía macro submarina. Con esta podrían ver lo pequeño mucho más grande y tener una evidencia, al salir del agua, de lo que habían visto. Debían ir bien preparados. La siguiente inmersión de buceo la harían pronto en la mañana. Ahora debían irse a dormir al hotel para estar bien descansados.

A las seis de la mañana los rayos de sol se colaban por la ventana del hotel. Aunque era temprano, los surfistas ya estaban disfrutando de las olas en la playa de San Miguel. Dan y Maya desayunaron y se dirigieron al embarcadero para coger el barco que los llevaría al mar. El barco les dejaría en el mismo punto donde el día anterior observaron aquellos diminutos animales. Al llegar a ese lugar, el barco lanzó el ancla. Dan y Maya, vestidos con sus trajes de buceo, se tiraron al mar y comenzaron a deslizarse por el cabo del ancla. Buscaban en el agua a todos aquellos animales diminutos que se movían oscilando como al son de la música.

Como el día anterior, cerca de la superficie el agua estaba calentita. Cuando se habían deslizado unos cinco metros por el cabo empezaron a observar muchos puntitos pequeños juntos. Parecía que estaban llegando a la profundidad deseada, pero tendrían que acercarse más para verlo mejor. Maya dejó de deslizarse por el cabo del ancla y se acercó buceando hacia esos puntitos. Resultaron ser los diminutos animales que estaban buscando. Dan continúo deslizándose por el cabo hasta llegar al fondo marino, a tres metros más de profundidad que donde se encontraba Maya. Ahí el agua estaba fría, pero veía mejor el baile oscilatorio de los diminutos animales. Mientras, Maya se acercaba lo máximo posible a dos de los pequeños animales, eran parecidos pero diferentes.

El más pequeño de los dos parecía que la estaba saludando, mientras que el otro, más grande, parecía que tenía prisa por avanzar. Empezó a grabarlos con su cámara con macro objetivo y así aumentar la imagen de ambos animalillos. El más pequeño era redondito como una pulga, pero más pequeño que esta. Tenía dos mini cuernos laterales y en medio un único ojo, dos antenas cerca de sus cuernos y una espina larga en el trasero. El más grande era ovalado y parecía como si estuviese encorvado. Era de color dorado y tenía gotitas de aceite en su cuerpo. Había cientos como ellos bailando juntos, pero como estos dos la saludaron, les prestó más atención que a los demás.

En el fondo marino, Dan hacía un dibujo en su pizarra submarina y anotaba con un lápiz cómo estaba el agua y dónde se encontraban los animales. Ahora, estando en el mar, visualizaba su hamburguesa. Cuando regresaran al barco se lo enseñaría a Maya y ella le mostraría el video que estaba grabando.

Cuando Dan terminó de hacer las anotaciones en su dibujo buceó hacia donde se encontraba Maya. Ambos estaban entusiasmados, cientos de pequeños animalillos bailaban oscilando arriba y abajo en el agua cálida que los llevaba hacía la costa. Dan y Maya se hicieron un selfi, querían tener un recuerdo de ese bonito momento. El tiempo había pasado muy rápido debajo del agua y el oxígeno de sus botellas se estaba acabando nuevamente, debían regresar al barco. Ascendieron por el cabo del ancla hasta llegar a la superficie del mar. El capitán del barco les ayudó a subir a este. Unas aguas de Jamaica y unos tacos de carne al pastor les esperaban para ser devorados. Debían coger fuerzas nuevamente.

Tras quitarse los trajes de buceo, cambiarse de ropa y haberse comido esos deliciosos tacos, Maya encendió el video que acababa de grabar para verlo con Dan. Intentaron ampliar la imagen del video lo máximo que pudieron. De repente, a la vez que el animalito más pequeño saludaba con su antena, se le oyó hablar:

—¡Hola! Me llamo Balanus y este es mi hermano mayor Cyprid. Estamos bailando la danza del Macareo, festejamos que mi hermano Cyprid se hace mayor y se va a vivir con sus amigos a una roca en la costa. La danza del Macareo le ayuda a llegar. Cuando llegue a la roca, al igual que las mariposas, sufrirá una metamorfosis. Es decir, cambiará su forma y se convertirá en una bellota de mar.

De repente, Cyprid le habló a su hermano. Y luego habló a Maya y Dan.

—¡Vamos, Balanus, sigue el ritmo! Tengo ganas de llegar y tomar el sol. Después, si quieres, te regresas hacia donde están estos veraneantes. ¡Debemos seguir el Macareo! Yo te esperaré en la roca, te guardaré un hueco al lado mío para cuando crezcas un poco más. Cuando seas más mayor, te asentarás junto a mí y podremos tomar juntos el sol. Lo siento, veraneantes, ¡adiós y disfrutar de nuestras aguas!

Dan sacó su pizarra submarina y le enseñó el dibujo a Maya. Habían descubierto el misterio de esas maravillosas aguas. El fenómeno marino que escondían las aguas de San Miguel era la marea interna. Un tipo de marea que se produce en verano cuando el agua presenta diferentes temperaturas entre el fondo y la superficie del mar. Este tipo de marea es diferente a la marea típica que se observa como ascensos y descensos del nivel del mar, aunque ambas mareas se producen simultáneamente. Cuando se produce la marea interna, la dirección de la corriente entre la superficie y el fondo es contraria. En medio del agua, la marea interna tiene la forma de una onda y Cyprid se guía de ella para llegar a la roca con el baile del Macareo. Dan y Maya habían disfrutado descifrándolo.

Las vacaciones en Baja California habían llegado a su fin. Dan y Maya aprendieron nuevas cosas sobre las bellotas de mar y sobre las aguas en las que vivían. Había llegado el momento de cambiar de destino. Ambos viajarían a Baja California sur, donde se embarcaría en un barco de investigación para disfrutar de una nueva aventura. Pero esto, ya es otra historia…

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