El Museo Transformador: explicar el papel social del museo con sencillez.

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Todo lo que está bien concebido se caracteriza porque se expresa con claridad, y las palabras para expresarlo fluyen con facilidad.

Nicolas Boileau (1636-1711)

TEXTO POR GUILLERMO FERNÁNDEZ
ILUSTRADO POR MANUEL MARÍA LÓPEZ LUQUE
ARTÍCULOS
DIVULGACIÓN | MUSEOS
28 de Septiembre de 2020

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Pocas organizaciones han sufrido un debate tan intenso, barroco y prolongado sobre sí mismos y su papel ―y a la vez con tan poco resultado― como los museos.

A mediados del siglo pasado, los museos empiezan a abordar un cambio muy profundo en su conceptualización, y pasan de ser fines en sí mismos a medios de comunicación al servicio de diferentes mensajes que aspiran a comunicar. Admiten también una función socialmente educativa y emprenden un camino que seguramente no pensaron que iba a ser tan arduo ni complejo; un camino en el que siguen.

El museo contemporáneo se revela entonces con fuerza como un nuevo agente social. El famoso artículo de Duncan Cameron de 1971 (The Museum, a Temple or the Forum), o el congreso del ICOM de 1971 en Grenoble, son solo dos ejemplos de momentos que marcan un hito en el compromiso de los museos con la sociedad. A partir de entonces, se identifica para los museos una función relacionada con la comunicación y con la educación que define el concepto de museo contemporáneo.

En consecuencia, cosas como el perfil de los profesionales del museo, los mecanismos de gobernanza, la gestión estratégica o la evaluación del impacto social, también deberían haber cambiado con esas nuevas funciones sociales admitidas, pero no lo han hecho en la medida que era necesario. Por poner un ejemplo, los departamentos de educación de los museos suelen estar externalizados o gestionados por conservadores reciclados, y son excepción los museos con profesionales formados adhoc. En este complicado proceso de fin a medio en el que los museos siguen inmersos, los museos de ciencia han tomado cierta delantera (probablemente haya sido de lo poco en lo que hayan destacado del resto de museos).

En los últimos años han corrido ríos de tinta sobre el papel de los museos, hasta el punto de que los profesionales del mundo museístico ya están acostumbrados a las visiones que regularmente afloran de diferentes procedencias. Son nuevas ideas más o menos originales o más o menos adanistas sobre museos que merecen todo el respeto, pero que en ocasiones contribuyen a esta confusión que se ha apoderado de la función social del museo, y que cultiva en los profesionales una sensación de desasosiego, a la vez que fomenta en ellos una inclinación a hacer cada uno la guerra del día a día por cuenta propia en cada museo, casi siempre en busca de resultados sobre todo cuantitativos. Durante el confinamiento, la avalancha de webinarios sobre esta nueva disciplina ―que podríamos llamar con ironía filosofía museística― se ha redoblado, una vez más con pocos resultados concretos.

Todas las visiones y propuestas de la filosofía museística comparten un denominador común: magnificar el concepto del museo hacia nuevas modelizaciones relacionadas con distintos enfoques de la acción cultural, cuando no hacia esferas insondables. El concepto de museo se ha diluido tanto en estos procesos que, en ocasiones y deliberadamente, el mismo museo ya no se quiere identificar ni con la propia palabra museo. A veces parece que sería viable decir que hoy el museo lo debe casi todo, y en pocas décadas ha pasado de ser una mera casa que exhibía, conservaba y desarrollaba una colección, a ser el espacio (esta es una de las palabras que más se emplean) que debería ejercerlo prácticamente todo en relación con la cultura.

La adecuada identificación de un concepto se obtiene por acotación de su significado y no por deslinde del mismo. En castellano, la palabra definir procede etimológicamente de poner límites o fronteras a un concepto, justamente para separarlo de otras cosas limítrofes a fin de evitar que se confunda. Poco podremos desarrollar los museos hasta que no podamos definir con toda claridad y pocas palabras qué son y cómo funcionan. El museo necesita imperiosamente una conceptualización válida y no abstracta que vaya más allá de las propuestas del ICOM, cuyas definiciones en ocasiones han funcionado como perfectos artefactos (verbigracia la última propuesta de definición de museo que ICOM mantiene en debate en la actualidad).

Esto no quiere decir que el museo contemporáneo no esté dispuesto a explorar zonas intermedias o a moverse en fronteras deliberadamente desdibujadas, como es signo de los tiempos. Precisamente en el entorno de la educación se habla mucho de la educación 360 grados, un concepto que identifica un activo en diversos agentes educadores en la sociedad ―algunos de los cuales no están ni tan solo explícitamente dedicados a educar―, y cuyo efecto se solapa en diversas y complejas formas de interrelación mutua.

En El Museo Transformador no queremos echar más leña al fuego de la confusión, la borrosidad y la arbitrariedad. Frente a la tendencia presuntamente progresista de hinchar y deslindar el concepto de museo buscando una especie de nuevo paradigma cultural contemporáneo siempre abierto a nuevas ocurrencias, nosotros nos proponemos justamente acotarlo, identificando para ello lo que tiene de esencial y singular. Nuestro intento de acotar no pretende en ningún caso reducir el potencial del papel social del museo, sino que precisamente pretende ampliarlo. Creemos que sólo sabiendo con toda exactitud cuál es el lugar que hoy le corresponde al museo, podremos hacernos responsables de la parte que nos toque. Y luego, por descontado, mezclarnos en fascinantes mestizajes con otras cosas y lenguajes, aunque siempre desde el profundo autoconocimiento. En El Museo Transformador, en suma, creemos que antes de experimentar con la estimulante dilución de fronteras conceptuales en el mundo cultural, es preciso trazarlas con exactitud, pues sólo se pueden mezclar con eficiencia aquellas partes que previamente están oportunamente descritas y que gozan de significado completo y concreto por sí mismas.

Apostamos por un museo como medio de comunicación centrado en educar, entendido este concepto en su más amplio sentido, huyendo de la escolarización. Como medio de comunicación, creemos que el museo es el lugar propio de un lenguaje singular y autónomo llamado lenguaje museográfico, cuyo producto propio es la exposición y que se basa en el objeto y en el fenómeno tangibles, de modo que lo que ofrece el museo es siempre real y comparte tiempo y espacio con el visitante. Este debe ser el gran cambio: de unas colecciones con valor per se, a un medio de comunicación que utiliza las colecciones para su función educativa. Defendemos también que esta experiencia intelectual con lo tangible tiene un gran potencial educador (a fortiori en los tiempos virtuales que corren), y aspiramos a contribuir a normalizar y desarrollar este lenguaje museográfico. Nada menos pero tampoco nada más.

No nos importa que se diga de nosotros que somos radicales, pues creemos que efectivamente lo somos, al menos en el sentido etimológico de esta palabra: ir a la raíz. No es nuestra intención pontificar sino sólo proponer, ni ser reduccionistas sino buscar la esencia.

Aspiramos a trabajar por este cambio que se nos antoja relativamente sencillo aunque necesario, y para eso estamos abiertos a la participación de todo aquel que crea apasionadamente en el papel social insustituible del museo en el siglo XXI.

 

www.elmuseotransformador.org

 

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