Pongamos, para ello, un ejemplo, el complejo ígneo de Santa Olalla. Ah, espera, ¿no sabéis dónde está? Vale, lo reconozco, los geólogos a veces hablamos algo raro. Es una zona entre las áreas Sudportuguesa y Ossa Morena, entre las provincias de Huelva y Badajoz. Como su propio nombre indica, es una zona ígnea, concretamente plutónica —es decir, con rocas ígneas formadas en el interior de la tierra— de tipo calcoalcalino (otra palabreja que se refiere a que la composición de las rocas es con calcio y minerales ferromagnesianos como la hornblenda y la augita. Además, la zona está rodeada de rocas metamórficas. Son rocas de hace 341 millones de años aproximadamente, a inicio del periodo Carbonífero (cuando se estuvieron creando las principales reservas de carbón en el mundo).

Una vez situados, vamos a utilizar este ejemplo en España para responder algunas preguntas del inicio. Por ejemplo, vamos a hablar de que en este yacimiento se podrían explotar actualmente sulfuros con altas cantidades de cobre y níquel. Aquí existe una reserva que ronda los 3 millones de toneladas de mineral, para que nos hagamos una idea. A partir de estos minerales se hace un proceso de extracción para quedarnos con los metales que más nos interesan (y más presentes están en el yacimiento). El níquel es un metal que se utiliza para fabricación de pilas y componentes electrónicos y en aleaciones distintas para fabricar partes de coche. El cobre, por su parte, se suele utilizar en imanes, en conexiones para transportar energía e información, y para la industria de la construcción (tuberías, cableado…).

La localización de este lugar de extracción ha llevado previamente muchísimos estudios de distinta índole (geológicos, económicos, legales…) para comprobar que era un sitio idóneo para extraer mineral. Actualmente en España, y en otros muchos países, una mina debe cumplir con una serie de requisitos para que sea segura para la población y el medioambiente, debe ser rentable económicamente para la empresa ya que construir una mina no es nada barato, y debe cumplir una serie de estándares geológicos para considerarse yacimiento con menas atractivas.

¿Qué cómo sabemos si hay mena atractiva o si simplemente son cuatro rocas desperdigadas? Pues sencillo – y a la vez, no. Hay que hacer todo un estudio que lleva años, sobre el terreno, para comprobar qué rocas tenemos, su composición, su estructura y situación exacta dentro del área, las rocas encajantes (o rocas donde se halla inmerso el yacimiento que nos atrae), estudiar sus características físicas y químicas… En el caso que hablamos, todo esto llevó años, pero fue satisfactorio. Todo indicaba que era un buen lugar. Tenemos abundante calcopirita con una relación Níquel / cobre = 1.5 y otros minerales como la pirrotina y la pentlandita con una relación igual a 5. Estos niveles son muy buenos, ya os lo digo yo porque si no estáis dentro del mundillo os será difícil saberlo.

Digamos, además, que lo que más se estudia es la ley mineral para saber el contenido de metal que tiene el mineral en sí. Se suele expresar en porcentaje o en partes por millón (ppm). En este yacimiento tenemos unas leyes de 0.7% para el níquel y algo menos para el cobre (0.6%), pero no son los únicos metales que se extraen, ya que tenemos cobre y elementos del grupo del platino – como son el propio platino y el paladio, cada uno con una ley de 0.3ppm, y oro, con una ley de 0.15ppm. De nuevo, muy buenos datos.

Este tipo de asociación de metales lo solemos encontrar en yacimientos de este tipo, como el yacimiento más grande conocido, el complejo ígneo de Sudbury, en Canadá. En él también conviven sulfuros de níquel y cobre y elementos del grupo del platino. Son, ambos, yacimientos originados por la concentración de minerales durante el enfriamiento de un magma.

Como última curiosidad os diré que varias de las minas dentro del complejo Sudbury están en el ranking de las más profundas del mundo. Por ejemplo, la mina Creighton, de níquel, es la más profunda del planeta con 2.5km de profundidad.