Dopamina y oxitocina en concierto

Portada móvil

El lunes que viene tengo mi primera entrevista de trabajo para conseguir un puesto en una de las empresas de cosmética más prestigiosas del país. Llevo días preparándomela y el estrés me está provocando dolores de cabeza. Suerte que esta noche voy a un concierto con mis dos mejores amigos. Salir me irá bien para desconectar y disfrutar de un buen rato con ellos, acompañada de la música de una de mis bandas favoritas: The Elements.

TEXTO POR LAURA BELLO
ILUSTRADO POR RUBÉN ALAMEDA
ARTÍCULOS
MÚSICA | NEUROCIENCIAS
22 de Marzo de 2021

Tiempo medio de lectura (minutos)

Estoy terminando de maquillarme cuando mi móvil suena. Es Miguel:

—¡Ana! Júlia y yo acabamos de salir de casa, ¿cómo vas?
—¡Cinco minutos y estoy lista! ¿Nos vemos a la salida del metro en media hora?
—Perfecto, ¡no tardes! —Me cuelga rápido, sin darme tiempo a responderle.

Recojo mis cosas: llaves, monedero, móvil y entradas. Salgo de casa y de camino al concierto me pongo a escuchar las canciones del último CD del grupo. Empiezo por Never gonna lie, mi canción favorita. El ritmo de la batería me da ganas de mover la cabeza, la melodía del bajo y la guitarra me dan ganas de bailar, la voz del cantante empieza a sonar y me cuesta contener las ganas de cantar. La música que sale por los auriculares llega a mi corteza cerebral auditiva, que a su vez comunica con el núcleo accumbens y el área tegmental ventral, dos áreas del cerebro implicadas en el circuito de la recompensa.

Ambas se activan tanto cuando escuchamos música como en respuesta a otros estímulos placenteros primarios, como la comida o el sexo. Si la música forma parte del conjunto de estímulos que activa la respuesta de recompensa del cerebro, significa que también es vital para la supervivencia de la especie. El núcleo accumbens y el área tegmental ventral interactúan entre sí a través de neuronas dopaminérgicas, es decir, neuronas productoras de dopamina, el neurotransmisor central en la sensación de placer.

Estoy tan inmersa en la música que apenas me doy cuenta del paso de los minutos. Llego a la parada en la que hemos quedado con Júlia y Miguel, subo las escaleras y los veo charlando. Miguel se gira y me ve. Sonríe y me dice algo, pero no le oigo. Sigo con los auriculares puestos. Termino de subir las escaleras y me quito los auriculares.

—¿Qué decías?
—Nada, le estaba diciendo a Júlia lo tardona que eres… —dice con una media sonrisa—. ¡Vamos, que solo faltan diez minutos para que abran las puertas!

Si la música forma parte del conjunto de estímulos que activa la respuesta de recompensa del cerebro, significa que también es vital para la supervivencia de la especie.

Nos dirigimos a la cola para entrar a la sala de conciertos. En los siguientes instantes, más gente sigue llegando y se va colocando detrás de nosotros. Mis amigos y yo nos ponemos a hablar sobre dónde vamos a ir de vacaciones este verano, pero enseguida sale el tema de mi entrevista de trabajo y me pongo tensa al recordarlo. Júlia reconoce mi expresión de angustia y me toca el brazo.

—Va, no te preocupes, seguro que irá bien. Te la has preparado mucho y ahora toca darte un respiro. —Se acerca para darme un abrazo­–. ¡No pienses en ello ahora y disfruta del concierto!

Al fin, las puertas se abren y entramos. Pasamos a través de un pasillo oscuro iluminado con luz azul tenue. A medida que nos acercamos a la pista, las voces de la gente que ya se encuentra en el interior se hacen más y más fuertes. Cuando llegamos vemos a grupos de amigos charlando delante del escenario. La música de fondo me empieza a poner de buen humor. Una batería, dos guitarras, un bajo y un teclado descansan esperando ser tocados. Miguel va a buscar un sitio cerca del escenario para poder ver bien a los músicos, mientras Júlia y yo vamos a pedir unas bebidas a la barra. Huele a concierto.

El espacio se va llenando de gente y una voz inunda la sala diciendo que faltan pocos minutos para que el concierto comience. Me pongo a charlar con Júlia y Miguel, pero no nos da tiempo a conversar demasiado porque de repente las luces se apagan, la música deja de sonar y tres focos iluminan los instrumentos en el escenario. El público enloquece, grita y aplaude, esperando la entrada de los músicos. En ese momento, los componentes de la banda aparecen corriendo al escenario y saludan a la multitud. El cantante se acerca al micro y exclama:

—¡Cómo estamos, Madrid!

Grito sin apenas poder oír mi voz a causa del rugido del público, que me pone los pelos de punta. El cantante toca el primer acorde de guitarra de Lost y su voz resuena en todo el local. Me dejo llevar por las interpretaciones de los músicos, nota tras nota, verso tras verso y canción tras canción. Mi angustia por la entrevista se desvanece. Miguel, Júlia y yo bailamos y nos miramos de vez en cuando mientras cantamos las letras de las canciones. Nos las sabemos todas. Entre el final de una y el inicio de la siguiente nos abrazamos. ¡Cómo quiero a mis amigos!

Estas sensaciones de cariño se están generando por la activación de nuestro hipocampo en respuesta a la música. El hipocampo está implicado en la memoria y el aprendizaje, pero su papel es mucho más multiusos, incluyendo funciones emocionales, como en este caso. Cuando escuchamos música, el hipocampo aumenta la liberación de oxitocina por parte de la hipófisis. Esta hormona está implicada en la lactancia y la contracción uterina, pero también se conoce como la hormona del apego, ya que influye en nuestros estados afectivos y en la percepción de la información social de nuestro entorno.

Mientras escucho a la banda con mis amigos, la música está fortaleciendo nuestro apego social mediante el aumento de producción de oxitocina a través del hipocampo. La oxitocina genera sensaciones que nos hacen sentir parte de un grupo, de una comunidad, de un nosotros. Sensaciones como el contacto con los demás, la comunicación, la cohesión social o incluso la cooperación. Esto ocurre, aunque solo escuchemos música con otras personas, sin necesidad de bailarla o interpretarla con instrumentos, ya que la cognición social se activa automáticamente en respuesta a la música. Nuestro cerebro la percibe como una señal comunicativa.

Todas estas funciones se pueden entender desde una perspectiva evolutiva: la música como herramienta de supervivencia que promueve necesidades sociales básicas de los humanos en comunidad.

Así, la interacción social se ve estimulada y fortalecida gracias a la música. Justo lo que nos estaba pasando a Miguel, a Júlia y a mí. Los tres cantábamos y bailábamos las canciones de The Elements, sintiendo proximidad y cohesión como grupo.

Mientras escucho a la banda con mis amigos, la música está fortaleciendo nuestro apego social mediante el aumento de producción de oxitocina a través del hipocampo.

El concierto llega a su fin. ¡Se me ha pasado volando! Los músicos se despiden y les dedicamos un último aplauso. Después de marcharse, unas luces blancas iluminan toda la sala y, poco a poco, la gente empieza a salir.

—Qué, ¿os ha gustado? –Pregunto con una sonrisa de oreja a oreja.

La respuesta es obvia.

—¿Que si nos ha gustado? –Exclama Miguel– ¿Pero tú has visto como cantábamos a pleno pulmón? ¡Me ha encantado! Ha sido mucho mejor de lo que me esperaba.
—¿Verdad? –Dice Júlia–. Ya tenían pinta de ser buenos en directo, pero han superado mis expectativas. ¡Menudo conciertazo!

Salimos a la calle. Miguel me desea suerte con la entrevista y es entonces cuando me doy cuenta de que no he pensado en ello en todo el tiempo. Si bien es cierto que sigo nerviosa por cómo irá, pasar estas dos horas en buena compañía y escuchando buena música me ha dado fuerzas para afrontarla como un reto positivo.

Nos despedimos con un: «¡Esto hay que repetirlo!» y volvemos a casa. Hacía mucho que no iba a un concierto con amigos, ¡casi se me había olvidado lo gratificante que era!

 

Referencias:

Koelsch, S. 2014. Brain correlates of music-evoked emotions. Nature Reviews. 15: 170-180.

 Chanda, M.L. & Levitin D.J. 2013.  The neurochemistry of music. Trends in Cognitive Sciences. 17: 179-193.

 

 

Deja tu comentario!