La enciclopédica de los pedos

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El Poema al pedo, de Francisco de Quevedo, tiene un digno sucesor.

TEXTO POR JUAN SCALITER
ILUSTRADO POR JESÚS LÓPEZ
ARTÍCULOS | KIDS
PEDOS
25 de Marzo de 2021

Tiempo medio de lectura (minutos)

Mi tripa tiene una orquesta
con instrumentos de viento
que por las noches se afinan
y me mantienen despierto.

Mi escenario es el váter,
allí comienza el concierto: 
una obra que genera
más que aplausos, aspavientos.

Hay catorce funciones diarias
de mi concierto inflamable. 
Es el número perfecto
de una vida saludable:
si tu orquesta nunca suena
o acaso toca sin pausa
deberías ir al médico
pues seguro hay una causa.

No creas a la acústica
de la que muchos presumen:
el esfínter es responsable
de lo alto del volumen.
Cuanto más pequeño es,
más fuerte se escuchará
aunque sonido y perfume
nunca vayan a la par.

El culpable del aroma
nunca será un patógeno
sino un gas de olor pútrido
que es el sulfuro de hidrógeno.
Y por raro que parezca
o se crea deleznable, 
oler los flatos ajenos
es práctica saludable:
este elemento extraño
de permanencia hedionda
tiene la extraña virtud
de cuidar las mitocondrias.

Y disculpad si me excedo
o si la cortesía transgredo, 
por ello aquí, con denuedo,
os digo: el pedo no es al pedo.

Puede que para ti
sea viento pasajero
pero para algunos peces
es eficaz mensajero.
Ahí tienes a los arenques
que charlan de nado a nado
lanzándose palabrotas
que expulsan por el ano.
Por si no ha quedado claro
lo diré de otro modo:
hay peces que bajo el agua
hablan como pedorros.

También están los expertos
que estudian las flatulencias
más que nada de rumiantes,
importantes para la ciencia.

Las vacas en especial
preocupan a catedráticos
pues sus flatos contribuyen
al temido cambio climático.

Gran parte del metano
del efecto invernadero
tiene origen en las granjas, 
en las vacas y en sus pedos.

Agradezco tus oídos
que me has prestado amable
y para terminar te aclaro:
no, no son inflamables. 

Queda mucho por saber
de una ciencia tan incómoda
me despido enciclopédico
con una pequeña oda:

Ay si brillaran de noche...
Ay si fueran de colores...
Si esas notas musicales
no solo fueran tambores
sino fuegos artificiales
que provocaran clamores.

Todo el público de pie,
con la ovación de la audiencia
presente en el desconcierto
para flauta y flatulencia.

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