Un festín en el bosque

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La pequeña Bacti descansaba sobre una cama gelatinosa en medio de un bosque de células. Mirando distraída el cielo, intentaba distinguir el final de aquellas prolongaciones que emigraban desde el suelo hasta el techo. Bacti estaba aburrida: la comida aún no llegaba y tenía prohibido salir de aquel bosque, donde solo vivían bacterias como ella.

TEXTO POR LARA PÉREZ
ILUSTRADO POR PATRICIA DIAZ
ARTÍCULOS | KIDS
BACTERIAS | MICROBIOLOGÍA | MICROBIOTA
5 de Julio de 2021

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Bacti sabía que más allá de sus fronteras, otros grupos de bacterias convivían. Pero nunca se había atrevido a visitarlas, pues su abuela le recordaba con frecuencia que fuera de su bosque, sobrevivir le resultaría muy difícil. Allá lejos había páramos con plantas bajas, desiertos de arena, océanos húmedos donde le costaría respirar. Sin embargo, Bacti sentía una enorme curiosidad por visitar esas regiones lejanas. ¿Qué harían otras bacterias allí, cómo vivirían? Sabía que cada comarca era el territorio de un grupo muy concreto de organismos. No obstante, conocía poco de ese gran mundo que era el intestino. De repente, Bacti escuchó un ruido parecido a una cisterna y supo que era el momento de comer. Antes de recoger el alimento que caía del cielo, Bacti se prometió a sí misma que aquella noche iniciaría una aventura fuera del bosque.

Pedazos de comida y una lluvia de papilla molida caían desde cielo sin parar, empapando a Bacti y su familia. Pero ellas, lejos de enfadarse, agradecieron aquel momento en que podrían saciarse. Comer y trabajar era todo uno en su comunidad: el alimento les ayudaba a producir unas sustancias que más tarde regalarían al ambiente para mantener el bosque sano. En concreto, Bacti y su familia eran capaces de generar un tipo especial de grasa, necesario para conservar la salud del bosque. Aquella noche, después de terminar el festín, la familia de Bacti se refugió en el bosque para descansar. Con mucho cuidado y sin hacer ruido, ella logró escaparse mientras todos dormían.

Bacti se vistió con ropa de exploradora y se calzó sus botas de aventuras, las que siempre llevaba a sus excursiones. Después, en silencio, se marchó de casa y corrió en dirección al bosque y más allá. Según avanzaba, descubrió que su abuela nunca le había mentido y que aquellos parajes no le resultaban acogedores. Había lugares donde le costaba respirar y sitios en los que solo podía moverse a nado. Sin embargo, encontró a muchos individuos agradables, todos distintos a ella. Al hablarles, aprendió que ellos también tomaban el alimento que llovía del cielo, pero a diferencia de su comunidad, producían otros compuestos, también necesarios para el bosque.

Justo antes del amanecer, Bacti regresó a casa. No obstante, no conseguía quitarse de la cabeza su excursión en el intestino. ¿Qué importancia tenían ella y su familia, además de todas aquellas criaturas de otras regiones, en la salud del mundo? Ante la falta de respuestas, Bacti se atrevió a hacerle esta pregunta a su abuela. Esta, al escucharla, sonrió con ojos tiernos y comenzó a explicar:

—Bacti, nuestro mundo es mucho más grande que el intestino, es un universo entero lleno de tejidos de distintas clases y órganos de todo tipo. Cada uno tiene su función: está la boca, que busca la comida; los pulmones, que nos regalan el aire; el cerebro, que nos trae todas nuestras ideas. Pero para que todo funcione, se necesitan muchas piezas pequeñas que generamos nosotras. Un ejemplo serían esas grasas que producimos cuando el cuerpo se alimenta de la fibra de las verduras. De igual manera, otros organismos producen otras sustancias necesarias. La suma de todas esas sustancias y de los organismos que las producimos hacen que el conjunto de nuestro universo, el cuerpo, funcione. Las sustancias ayudan a que el cuerpo esté sano y se pueda mover; nos animan a estar alegres, nos protegen frente a los peligros.
—¿Y todos somos necesarios?
—Sí, todos. Cada organismo y cada sustancia (y somos muchos) cumple su función y contribuye al conjunto. Nos necesitamos los unos a los otros.

Bacti sonrió también: ahora ya sabía por qué los organismos que vivían en el intestino eran tan importantes.

 

Referencias:

Hills, R. D., Pontefract, B. A., Mishcon, H. R., Black, C. A., Sutton, S. C., & Theberge, C. R. (2019). Gut microbiome: Profound implications for diet and disease. Nutrients, 11(7), 1–40. https://doi.org/10.3390/nu11071613

 

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