Crisis climática: ¿Hemos puesto fecha de caducidad al planeta?

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La crisis climática representa una amenaza grave y con efectos irreversibles para el planeta. Conscientes de ello, en 2015, ciento noventa y cinco países firmaron el Acuerdo de París, con el objetivo de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C. En este artículo profundizaremos en los posibles escenarios que nos presenta el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) si no alcanzamos este objetivo.

TEXTO POR CLAUDIA YANES , JAVIER CUENCA
ILUSTRADO POR GINA MARTÍNEZ
ARTÍCULOS
CAMBIO CLIMÁTICO | CRISIS CLIMÁTICA | MEDIOAMBIENTE
9 de Septiembre de 2021

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Cuando hablamos de «crisis climática» nos referimos a una serie de cambios en el clima atribuidos a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera, provocando un desequilibrio en el denominado efecto invernadero. Estamos acostumbrados a escuchar «efecto invernadero» y pensar en él como algo negativo, sin embargo, es un fenómeno natural sin el cual el planeta tendría unas condiciones que le dificultarían mucho albergar la vida. ¿En qué consiste este fenómeno? La atmósfera captura algunos de los rayos que llegan a la corteza terrestre manteniéndolos dentro para preservar una temperatura adecuada. La atmósfera está compuesta por varios gases naturales, siendo el vapor de agua, el CO2 y el metano, los más relevantes para el efecto invernadero. Gracias al efecto invernadero, nuestro planeta tiene una temperatura media de unos 15 °C, mientras que se estima que, sin este efecto, la temperatura media de la Tierra sería de -18 °C.

El problema viene con la llegada de la revolución industrial hace aproximadamente doscientos sesenta años, cuando se dispararon las emisiones de estos gases a la atmósfera, por lo que esta comenzó a retener más calor del necesario. Además, el efecto de la globalización ha empeorado este problema de manera considerable, aumentando, en 2017, 1 °C la temperatura del planeta con respecto al inicio de la revolución industrial. Se calcula que entre un veinte y un cuarenta por ciento de la población mundial vive en regiones que ya han experimentado un calentamiento superior a 1,5°C con respecto a los niveles preindustriales.

Con este grave problema entre manos, en 2015, ciento noventa y cinco países firmaron el Acuerdo de París, en el que se fijaba como objetivo un aumento máximo de 1,5 °C de la temperatura media del planeta.

¿Por qué 1,5 °C? ¿De dónde sale este número? Aunque pueda parecerlo, no es un número arbitrario. Según un estudio que realiza el IPCC, si bien un aumento de 1,5 °C de la temperatura con respecto a los niveles preindustriales tendría consecuencias graves, estas serían reversibles. Sin embargo, situándonos en un escenario de 2 °C, las consecuencias serían devastadoras y ya no habría vuelta atrás. Además, es un objetivo viable, pues si pudiésemos reducir todas las emisiones derivadas de la actividad humana a cero en este mismo instante, la temperatura no subiría más allá de 1,5 °C en los próximos años. Por tanto, podemos pensar, que alcanzar este objetivo es posible, todo depende del compromiso y la movilización global.

Pero ¿y si en vez de aumentar 1,5 °C, aumentamos la temperatura del planeta 2 °C? Una diferencia de 0,5 °C no parece mucho... ¿no?

Con un aumento de 2 °C, el número total de precipitaciones se iría reduciendo de manera progresiva, lo que se traduciría en un incremento de las sequías y de los riesgos relacionados con la disponibilidad de agua. Esta diferencia de solo 0,5 °C supondría que un cincuenta por ciento más de la población mundial estuviera en grave riesgo de no tener acceso a agua. Sin embargo, aunque la cantidad de precipitaciones se redujera, las tormentas aumentarían su intensidad, lo que llevaría a un mayor número de zonas afectadas por inundaciones.

Esta diferencia de solo 0,5 °C supondría que un cincuenta por ciento más de la población mundial estuviera en grave riesgo de no tener acceso a agua

Además, según el IPCC, en un escenario donde el aumento de la temperatura fuese de 1,5 °C, el hielo ártico se derretiría por completo un verano de cada cien, mientras que con un aumento de 2 °C, se quedaría sin hielo cada diez años. Al Ártico se le conoce como «la sombrilla del planeta» debido a su gran capacidad de reflejar los rayos del Sol, por lo que estos no contribuyen al calentamiento. De esta forma, con la desaparición de esta gran extensión de hielo, el planeta se calentaría a una mayor velocidad, entrando en un bucle en el que, a mayor temperatura, más rápido se derrite el hielo ártico, y cuanto menos hielo, más rápido se calienta el planeta.

Esto se traduciría en una elevación del nivel del mar de entre medio y un metro a finales de siglo. Puede parecer poco, sin embargo, supondría que más de diez millones de personas quedasen expuestas a los impactos de esta subida del nivel del mar. Por otro lado, la búsqueda de soluciones para frenar este problema va a un ritmo inferior al de la propia subida, por lo que desaparecerían gran cantidad de islas y zonas costeras.

En cuanto a la alimentación, se calcula que se perdería entre el siete y el diez por ciento de tierra de cultivo, lo que, además de considerables consecuencias económicas para muchas comunidades y regiones, conllevaría una disminución de la disponibilidad de alimento sobre todo en las regiones más desfavorecidas aumentando la hambruna a nivel mundial. Como consecuencia asistiríamos a una migración masiva de personas que dependen de la agricultura en búsqueda de mejores oportunidades.

El aumento de la temperatura conllevaría una disminución de la disponibilidad de alimento sobre todo en las regiones más desfavorecidas aumentando la hambruna a nivel mundial

Por otro lado, sabemos que el océano absorbe gran parte del dióxido de carbono que es liberado a la atmósfera. Hasta el momento, ha absorbido alrededor del treinta por ciento del dióxido de carbono de la actividad humana, lo que ha provocado la acidificación del océano. Si esta se mantuviese, tendría un importante impacto en una amplia variedad de organismos y ecosistemas marinos, y por tanto, en sectores como la acuicultura o la pesca. De esta forma, la pesca local en las regiones tropicales, muy dependientes del hábitat proporcionado por los ecosistemas costeros, como arrecifes de coral o manglares, afrontaría riesgos cada vez mayores debido a la pérdida del hábitat.

Los episodios de calor extremo serían cada vez más frecuentes, pero no de la misma forma en todo el planeta: en latitudes medias durante las estaciones de verano, el incremento de temperatura sería de hasta el doble; mientras que, en las estaciones frías, los polos se calentarían el triple.

Por esto, en las regiones medias, las olas de calor extremas aparecerían más pronto, pero rápidamente se convertirían en fenómenos habituales a nivel mundial. Esto provocaría que aproximadamente cuatrocientos veinte millones de personas estuviesen expuestas constantemente a olas de calor extremo. 

Algunos riesgos serían de larga duración, y sus consecuencias irreversibles. Cuanto mayor fuese la temperatura, mayores serían las variaciones ambientales, más frecuentes e intensos los episodios extremos, y con ello menores serían las posibilidades de adaptación, tanto de los sistemas naturales como de los propios humanos. 

Esto llevaría a una gran pérdida de ecosistemas, y con ello, de los seres vivos que los componen. Acabarían por extinguirse el dieciocho por ciento de especies de insectos, el dieciséis por ciento de plantas y el ocho por ciento de vertebrados.

Además, los riesgos asociados a este aumento de temperatura, como pueden ser los incendios forestales o la propagación de especies invasoras, agravarían esta catástrofe ecológica. Estos desplazamientos de especies animales fuera de sus hábitats aumentarían los riesgos de la expansión de enfermedades transmitidas por vectores, como la malaria o el dengue, o incluso nuevas enfermedades desconocidas hasta el momento, como es el caso de la actual pandemia de COVID-19 y su agente causal, el virus del SARS-CoV-2.

Estos cambios a gran escala ya podemos observarlos en los ecosistemas oceánicos, donde se espera que entre el setenta y noventa por ciento de los arrecifes de coral de aguas tropicales desaparezcan, aunque consigamos el objetivo marcado. De estos arrecifes depende una cuarta parte de las especies marinas.

Acabarían por extinguirse el dieciocho por ciento de especies de insectos, el dieciséis por ciento de plantas y el ocho por ciento de vertebrados.

¿A que ahora 2 °C no parece tan poco?

A pesar de la gravedad de los datos y del continuo llamamiento desde diferentes ámbitos a dirigir todos nuestros esfuerzos en limitar el aumento de la temperatura a 1,5 °C, son muy pocos los países, comunidades o empresas que actualmente actúan en este sentido. Para fortalecer la respuesta mundial, es necesario que todos los países aumenten considerablemente su compromiso.

Como estamos viendo, nuestras acciones tienen consecuencias y estas pueden llegar a ser muy graves, pero es demasiado tarde para ser pesimistas. Es momento de priorizar el desarrollo de energías renovables; aprovechar la energía eólica, la energía solar o la energía geotérmica. Es momento de invertir en educación, ciencia e innovación. Es momento de despertar la conciencia social y abogar por un modelo productivo y de consumo sostenible.

Estamos a tiempo.

 


Bibliografía

IPCC. 2018. Global Warming of 1.5°C. An IPCC Special Report on the impacts of global warming of 1.5°C above pre-industrial levels and related global greenhouse gas emission pathways, in the context of strengthening the global response to the threat of climate change, sustainable development, and efforts to eradicate poverty: 3-46.

 

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