Una playlist para vencer al olvido

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Más allá del efecto que la música tiene en nuestro estado de ánimo, diversos estudios ponen de manifiesto que también puede servir como terapia. Los pacientes que sufren demencia, como por ejemplo alzhéimer, son capaces de reconocer canciones de su juventud, mostrando que su memoria musical está especialmente conservada. ¿Pero por qué se da este fenómeno? ¿Qué le hace la música a nuestro cerebro?

TEXTO POR LAURA MORATO
ILUSTRADO POR MARINA VALENCIA
ARTÍCULOS
ALZHÉIMER | MÚSICA
13 de Junio de 2022

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Comienza a sonar El Lago de los Cisnes de Chaikovski. La que fuese primera bailarina del ballet de Nueva York en 1967, levanta los brazos de manera instintiva guiados por la música. Sus manos, temblorosas, saben perfectamente la postura que han de adoptar. Bastan unos pocos segundos de aquella melodía para que su cuerpo, ahora unido a una silla de ruedas, recuerde los pasos de una coreografía que tanto admiró en su juventud. No importan los años ni el olvido; su mirada no puede evitar perderse más allá de las paredes de la residencia, en el recuerdo de un gran escenario…

Hace dos años que este vídeo inundó las redes sociales. Su protagonista, Marta Cinta, era una exbailarina de avanzada edad que se encontraba en una residencia de Alicante. Pero más allá de la majestuosidad de sus movimientos, que la convertían en algo prácticamente etéreo, hay otro detalle que emociona y sorprende a partes iguales: Marta padecía alzhéimer, una enfermedad degenerativa que afecta de manera progresiva al cerebro y en la que la pérdida de la memoria es una de las principales manifestaciones.


Reacción de Marta Cinta al escuchar El Lago de los Cisnes. Fuente: Plataforma Música para Despertar

 

Pero si en estos pacientes las capacidades cognitivas se ven afectadas, ¿cómo es posible que recordara los movimientos y reconociese la melodía al instante? ¿Qué tiene la música que consigue despertar nuestros cerebros y desempolvar lo que creíamos olvidado?

Lo cierto es que en nuestro cerebro no existe un centro destinado exclusivamente al procesamiento de la música, sino que esta es capaz de activar prácticamente todas las áreas que se han descrito en él hasta ahora. Es decir, que la música actúa como el director de una gran orquesta, donde las diferentes secciones tienen su propio papel y protagonismo. Precisamente, esta capacidad para encender diversas regiones de nuestro cerebro es lo que la convierte en una potencial herramienta para estimular a los pacientes.

Pero si hay algo a lo que la música accede con extraordinaria facilidad es a las emociones. Y las emociones, como ya sabemos, tienen mucho que decir a la memoria. ¿Quién no ha experimentado alguna vez ese déjà vu? La capacidad para sentir algo parecido a lo ya vivido; la sensación de teletransportarse a un momento pasado con solo escuchar el hit que sonaba por aquel entonces en la radio.

Este poder que tiene la música para emocionarnos y producir placer se debe, por ejemplo, a la activación del sistema límbico, que participa en el control de las emociones, en la motivación e incluso en el aprendizaje. Se estimulan los conocidos como «centros de recompensa» —los mismos que se activan con la comida o con el consumo de estupefacientes—, que hacen que queramos escuchar esa canción que tanto nos gusta una y otra vez. Es decir, que la música actúa como una droga y, aunque no sea una necesidad vital, termina por convertirse en algo sin lo que no podemos vivir.

Las conexiones que nuestro cerebro establece entre las emociones que la música nos produce y las experiencias que vivimos con ella parecen conservarse incluso en pacientes que sufren alzhéimer. De esta forma, una pieza musical es capaz de evocar un recuerdo almacenado en la memoria autobiográfica, es decir, aquella donde se recopila la información de nuestra vida: vivencias, preferencias, habilidades, etc. Hablamos de los recuerdos que constituyen nuestra identidad; que definen lo que somos.

En el caso de Marta, con una carrera construida sobre sus puntas de ballet, una pieza como El Lago de los Cisnes tuvo la suficiente fuerza como para acceder a recuerdos de una vida dedicada a la danza. Es la música con la que crecemos y la que escuchamos en nuestra juventud, la que parece mostrar una vinculación más fuerte con nuestra memoria. 

Lo cierto es que la memoria musical es extremadamente compleja y parece involucrar a múltiples regiones de nuestro cerebro, más allá de las comúnmente asociadas a la formación de los recuerdos y a la memoria a largo plazo. Incluso se ha observado que algunas de las áreas que están implicadas no se ven tan afectadas en estadios avanzados de la enfermedad de Alzheimer. Esto explicaría que algunos pacientes sean capaces de tararear una canción, aunque no puedan incluso recordar sus nombres. Concretamente, son las canciones que formaron parte de sus vidas las que desencadenan este fenómeno. Aquellas cuyo recuerdo se consolidó antes de padecer la enfermedad.

Además, la música desencadena la activación de áreas motoras del cerebro que participan en acciones como tocar un instrumento o bailar. Incluso cuando simplemente escuchamos una canción, de manera pasiva, estas regiones muestran actividad. Que no podamos evitar mover la cabeza y evadirnos del mundo cuando llega el clímax de la pieza musical no es casualidad, pues la música y el movimiento parecen estar interconectados.

En definitiva, está claro que los beneficios son incuestionables: la música favorece la atención, la memoria, la coordinación... Incluso tiene la capacidad de calmarnos o animarnos cuando necesitamos un impulso. Todas estas cualidades la convierten en una posible terapia de cara a pacientes que sufren enfermedades como la demencia. Si bien la progresión de la enfermedad es irremediable, la música puede conseguir estimularlos, calmar la ansiedad y la depresión que generalmente sufren y darles el sentimiento de identidad que solo pueden devolverle los recuerdos perdidos. Solo hay que encontrar la playlist adecuada que se ajuste a la banda sonora de sus vidas.

 

Referencias:

Grady C. 2012. The cognitive neuroscience of ageing. Nature Reviews Neuroscience. 491–505 p.

Jacobsen JH, et al. 2015. Why musical memory can be preserved in advanced Alzheimer’s disease. Brain. 138(8):2438–50.

Jäncke L. 2008. Music, memory and emotion. Journal of Biology.

Levitin DJ. 2019. Medicine ’ s Melodies : Music , Health and Well-Being. 11(4):236–44.

 

 

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