¿Quiénes son los supercentenarios?
Los supercentenarios son personas que han alcanzado o superado los 110 años de edad. Aunque los avances médicos y la mejora en la calidad de vida han permitido que cada vez más personas vivan hasta los 100 años, aquellos que logran llegar a los 110 o más son extremadamente raros. Según el Grupo de Investigación en Gerontología de la Universidad de Barcelona, Facultad de Psicología —grupo trabaja en temas relacionados con el envejecimiento, la salud, y la calidad de vida de las personas mayores. Desarrolla investigaciones para entender mejor el proceso de envejecimiento, buscando mejorar las políticas y prácticas en gerontología y geriatría—, se estima que hay menos de 100 supercentenarios vivos en todo el mundo.
María Branyas es un ejemplo notable de esta longevidad extrema. Nacida en 1907 en San Francisco, California, María vivió a través de dos guerras mundiales, la Guerra Civil Española, la pandemia de gripe de 1918 y la reciente pandemia de COVID-19. Su vida abarcó más de un siglo de cambios sociales, políticos y tecnológicos.
¿Qué nos dice la ciencia sobre la longevidad?
La longevidad extrema ha sido un tema de fascinación y estudio en la comunidad científica durante décadas. A pesar de los muchos estudios, aún no existe una explicación completa para por qué algunas personas viven mucho más que otras. Sin embargo, se han identificado varios factores que parecen jugar un papel crucial.
Genética
La genética es uno de los factores más estudiados en relación con la longevidad. Los estudios han demostrado que las personas que viven más de 100 años a menudo provienen de familias en las que la longevidad es común. Esto sugiere que ciertos genes pueden contribuir a una vida más larga.
Investigaciones recientes han identificado variantes genéticas asociadas con una mayor longevidad, incluidas aquellas que afectan la reparación del ADN, la respuesta al estrés y la inmunidad. Sin embargo, tener estos genes no garantiza una vida larga, lo que sugiere que otros factores también son importantes.
Estilo de vida
El estilo de vida juega un papel crucial en la longevidad. La dieta, el ejercicio, la salud mental y la exposición a factores de riesgo como el tabaco y el alcohol son determinantes clave. Los supercentenarios, como María Branyas, a menudo tienen hábitos de vida que incluyen una dieta equilibrada, actividad física regular y una actitud positiva hacia la vida.
Por ejemplo, en las llamadas «Zonas Azules» del mundo, donde la gente tiende a vivir más tiempo, se observan patrones de comportamiento similares. Estas regiones incluyen Okinawa en Japón, Cerdeña en Italia, Loma Linda en California, Nicoya en Costa Rica e Icaria en Grecia. Los habitantes de estas áreas tienen dietas ricas en frutas, verduras, legumbres y pescado, y suelen tener fuertes lazos comunitarios y familiares.
Factores ambientales
El entorno en el que vivimos también puede afectar nuestra longevidad. Las personas que viven en áreas con bajos niveles de contaminación, acceso a atención médica de calidad y un fuerte apoyo social tienden a vivir más tiempo. Además, la exposición a un estrés crónico y severo puede tener efectos negativos en la salud y acortar la vida útil.
María Branyas, por ejemplo, vivió la mayor parte de su vida en España, país reconocido por su calidad de vida y su sistema de salud eficiente. Su acceso a cuidados médicos adecuados y su entorno familiar positivo podrían haber contribuido a su longevidad.
Resiliencia y salud mental
La capacidad de adaptarse y resistir las adversidades es otro factor crucial en la longevidad. Los supercentenarios a menudo muestran una notable resiliencia emocional y mental, lo que les permite sobrellevar las dificultades de la vida de manera más efectiva que otros.
María Branyas vivió a través de varios eventos traumáticos, incluidas guerras y pandemias, pero mantuvo una actitud positiva hacia la vida. Esto podría haber jugado un papel importante en su capacidad para superar las dificultades y alcanzar una edad tan avanzada.
El debate científico: ¿es posible extender la longevidad? ¿Existe la fórmula de la eterna juventud?
La pregunta de si podemos o deberíamos intentar extender la vida humana ha sido un tema de debate en la comunidad científica. Algunos investigadores creen que es posible aumentar la longevidad mediante intervenciones médicas y cambios en el estilo de vida, mientras que otros advierten sobre los posibles riesgos y las implicaciones éticas.
Investigación genética y farmacológica
En la actualidad, hay numerosos estudios en curso que buscan descubrir cómo podemos extender la vida útil humana. Algunas investigaciones se centran en la manipulación genética, mientras que otras están explorando el uso de fármacos como la rapamicina y la metformina, que han mostrado potencial para aumentar la longevidad en modelos animales.
En relación a la manipulación genética, existen varias investigaciones punteas como la que está llevando a cabo el Instituto de Investigación sobre el Envejecimiento de la Universidad de Stanford (EE. UU.). Este equipo investiga cómo los genes implicados en la reparación del ADN y la protección celular podrían modificarse para extender la vida humana. Se centran en genes como el FOXO3, conocido por su relación con la longevidad en humanos y otros organismos. También el del Instituto Buck para la Investigación sobre el Envejecimiento (California, EE.UU.): Este centro también está investigando el uso de la ingeniería genética para modificar rutas celulares relacionadas con la longevidad. Están interesados en rutas como la mTOR y AMPK, que son cruciales en el metabolismo y la respuesta al estrés celular.
Sobre los fármacos rapamicina y la metformina, son interesantes los estudios llevados a cabo en la Universidad de Washington en St. Louis (EE.UU.): El Dr. Matt Kaeberlein lidera estudios sobre la rapamicina, un inmunosupresor que ha demostrado extender la vida útil en modelos animales, incluidos ratones. La investigación se centra en cómo la rapamicina puede inhibir la vía mTOR, que está involucrada en el envejecimiento celular; así como en el Centro de Investigación sobre el Envejecimiento de Novato (California, EE.UU.): Aquí también se investiga la rapamicina en un proyecto llamado «Dog Aging Project», donde se estudia su efecto en la longevidad de los perros, con la esperanza de extrapolar los resultados a los humanos.
Por otro lado, en el Centro Nacional de Investigación sobre el Envejecimiento (EE.UU.), el equipo dirigido por el Dr. Nir Barzilai está investigando los efectos de la metformina, un medicamento comúnmente utilizado para tratar la diabetes tipo 2. La metformina ha mostrado la capacidad de extender la vida útil en modelos animales al mejorar la sensibilidad a la insulina y reducir el daño celular. Y en la Universidad de Cardiff (Reino Unido) se lleva a cabo el estudio «TAME» (Targeting Aging with Metformin), que es uno de los primeros ensayos clínicos en humanos para evaluar si la metformina puede ralentizar el envejecimiento y reducir la incidencia de enfermedades relacionadas con la edad.
Intervención dietética y restricción calórica
Uno de los enfoques más estudiados para extender la vida útil es la restricción calórica, que implica reducir la ingesta calórica sin malnutrición. Los estudios en animales han demostrado que la restricción calórica puede aumentar la longevidad, pero aún se están investigando sus efectos a largo plazo en los humanos.
Ejemplos de los estudios más punteros en este ámbito son los del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento (NIA) de EE.UU., donde se ha estado realizando estudios de larga duración sobre los efectos de la restricción calórica en primates y su potencial para aumentar la longevidad. Estos estudios muestran que la restricción calórica puede retrasar el inicio de enfermedades relacionadas con la edad y extender la vida útil.
También en el Centro Charles Perkins de la Universidad de Sídney (Australia), centro que lidera investigaciones sobre cómo las dietas basadas en la restricción calórica y el ayuno intermitente pueden influir en los procesos de envejecimiento y promover una vida más larga y saludable.
Terapias Antienvejecimiento
También están en el foco algunas terapias antienvejecimiento que han ganado popularidad en los últimos años, de las cuales, la inmensa mayoría, carecen de pruebas científicas sólidas y sus efectos a largo plazo son desconocidos. Estas incluyen desde suplementos que prometen beneficios antienvejecimiento, como antioxidantes, vitaminas y minerales —cuyo único (o al menos el principal) objetivo parece ser el de sacar el dinero a la gente— y hormonas, como la hormona del crecimiento (GH), la testosterona y los estrógenos, que han sido promovidos para combatir los signos del envejecimiento. Sin embargo, la terapia hormonal puede conllevar serios riesgos, como un aumento en la incidencia de cáncer, enfermedades cardiovasculares, y otros problemas de salud. Además, no hay suficiente evidencia que respalde la eficacia de estas hormonas para prolongar la vida.
Dentro de este apartado también se pueden incluir los tratamientos como la transfusión de sangre joven —al más puro estilo condesa húngara Erzsébet Báthory, la «condesa sangrienta»—, como la Parabiosis y transfusión de plasma joven: La idea de que la sangre joven puede rejuvenecer el cuerpo ha ganado atención gracias a estudios en animales, particularmente en ratones, donde se ha demostrado que compartir el sistema circulatorio entre un ratón joven y uno viejo (un proceso llamado parabiosis) puede rejuvenecer ciertos tejidos en el ratón viejo. Sin embargo, este tipo de investigación está en una etapa muy preliminar y no se ha demostrado que los resultados sean aplicables a los humanos.
En la práctica clínica, algunas empresas han ofrecido transfusiones de plasma joven con la promesa de beneficios rejuvenecedores. Sin embargo, la FDA (Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU.) ha advertido contra este tipo de tratamientos, señalando que no hay evidencia científica que respalde su eficacia y que podrían tener efectos adversos.
El legado de María Branyas y la inspiración para el futuro
El fallecimiento de María Branyas nos recuerda que la longevidad es un tema complejo y multifacético, que no se puede explicar solo con un factor. Su vida es un testimonio de la combinación de genética, estilo de vida, entorno y resiliencia emocional.
Mientras la ciencia continúa buscando respuestas sobre cómo y por qué algunas personas logran vivir más allá de los 100 años, la historia de María Branyas nos ofrece una valiosa lección. Su longevidad no solo es un milagro biológico, sino también un reflejo de la importancia de vivir una vida plena y significativa, rodeada de familia y comunidad.
¿Qué nos depara el futuro?
El estudio de la longevidad sigue siendo un campo de investigación en evolución, con nuevas tecnologías y descubrimientos que prometen cambiar nuestra comprensión de la vida y la muerte. A medida que avanzamos en la exploración de los secretos de los supercentenarios, es importante recordar que la longevidad no es solo cuestión de cuántos años vivimos, sino de cómo los vivimos.
La historia de María Branyas nos inspira a cuidar nuestra salud, mantenernos activos y nutrir nuestras relaciones personales. Si bien no todos podemos alcanzar los 117 años, podemos aspirar a vivir de manera que, independientemente de cuántos años tengamos, cada día cuente.
En un mundo donde la esperanza de vida sigue aumentando, el legado de María Branyas Morera es un recordatorio de que la longevidad es un viaje lleno de desafíos y recompensas. Y aunque la ciencia sigue buscando respuestas, la verdadera clave para una vida larga y satisfactoria puede estar en cómo elegimos enfrentar cada día.
+ INFORMACIÓN:
—«La fórmula de la inmortalidad».
—«¿Por qué las ardillas viven tres veces más que los hámsteres?»
Deja tu comentario!