Sarah Elizabeth Stewart: la científica que desveló el rostro viral del cáncer

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El 27 de noviembre de 1976, la comunidad científica perdió a una de sus mentes más brillantes y pioneras: Sarah Elizabeth Stewart. Aunque su nombre no resuena tanto como otros gigantes de la ciencia, sus descubrimientos han moldeado nuestra comprensión de la relación entre los virus y el cáncer. Stewart no solo abrió las puertas de la investigación en oncología viral, sino que lo hizo desafiando prejuicios de género, culturales y científicos en una época en la que ser mujer en un laboratorio era una anomalía. Este es un homenaje a su vida, su legado y su impacto transformador en la ciencia moderna.

TEXTO POR ARIADNA DEL MAR
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27 de Noviembre de 2024

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Una mujer entre mundos

Sarah Elizabeth Stewart nació el 16 de agosto de 1905 en Tecalitlán, México, en el seno de una familia estadounidense. Su infancia fue un crisol de culturas, dividida entre su tierra natal y los Estados Unidos, donde su familia se mudó más tarde. Este trasfondo multicultural moldeó su carácter resiliente y adaptable, cualidades esenciales para navegar en un mundo científico dominado por hombres.

Después de obtener su licenciatura en 1927 en el Instituto para Mujeres de Nuevo México, Stewart enfrentó múltiples rechazos por parte de escuelas de medicina debido a su género. Sin rendirse, optó por estudiar bacteriología, obteniendo su maestría en 1930 en la Universidad de Chicago y, posteriormente, un doctorado en microbiología en la Universidad de Iowa en 1939. Su persistencia la llevó finalmente a completar su grado en medicina en 1949 en la Universidad de Georgetown, siendo la primera mujer en hacerlo.

La ciencia en tiempos de resistencia

En los años 40 y 50, la comunidad científica aún consideraba los virus y el cáncer como fenómenos desconectados. La idea de que un microorganismo pudiera desencadenar un crecimiento celular maligno era, en el mejor de los casos, radical y, en el peor, pseudocientífica. Sarah Elizabeth Stewart fue una de las primeras en cuestionar esta ortodoxia.

Junto con su colega y amiga Bernice Eddy, Stewart inició investigaciones en el Laboratorio Nacional de Salud de Bethesda, Maryland. Las dos científicas demostraron en 1953 la existencia del virus del polioma, un agente que podía causar múltiples tipos de tumores malignos en diferentes tejidos y que podía transmitirse de un animal a otro. Este fue un hallazgo revolucionario: por primera vez, se comprobó que los virus no solo podían desencadenar cáncer, sino que también podían propagarse entre organismos.

El virus Stewart-Eddy y su importancia

El descubrimiento del virus del polioma, conocido también como virus Stewart-Eddy, marcó un antes y un después en la virología y la oncología. Este microorganismo no solo era capaz de causar cáncer en ratones de laboratorio, sino que también proporcionaba un modelo para estudiar cómo los virus podían interactuar con las células humanas.

El virus del polioma abrió una ventana a un mundo previamente desconocido: los mecanismos moleculares detrás de la transformación celular maligna. Gracias a este descubrimiento, se comenzaron a desentrañar las bases genéticas y virales del cáncer, allanando el camino para investigaciones futuras sobre virus oncogénicos como el virus del papiloma humano (VPH) y el virus de Epstein-Barr, ambos responsables de millones de casos de cáncer en humanos.

Ciencia en equipo: una amistad forjada en el laboratorio

El trabajo conjunto de Sarah Stewart y Bernice Eddy no fue solo una colaboración científica; fue un ejemplo de cómo las mujeres en la ciencia podían unirse para superar barreras y cambiar paradigmas. Ambas enfrentaron discriminación en un entorno dominado por hombres, pero su persistencia y camaradería las impulsaron a desafiar el statu quo.

Aunque sus contribuciones individuales fueron significativas, juntas demostraron que el trabajo en equipo puede lograr avances transformadores. Su descubrimiento del virus del polioma no fue solo un logro técnico; fue un testimonio de la importancia de la colaboración científica.

Legado científico y humano

El impacto de Sarah Elizabeth Stewart va más allá de sus descubrimientos. Como pionera en un campo inexplorado, inspiró a generaciones de científicas a desafiar las normas establecidas y a perseguir investigaciones que rompan fronteras. Sus hallazgos sentaron las bases para avances en la inmunoterapia, el desarrollo de vacunas contra el cáncer y nuestra comprensión del envejecimiento celular.

Además, su vida es un recordatorio de la importancia de la persistencia frente a la adversidad. En un mundo donde las mujeres científicas enfrentaban obstáculos significativos, Stewart demostró que la determinación y la pasión por el conocimiento podían superar cualquier barrera.

El impacto en la actualidad

Hoy, el legado de Stewart resuena en laboratorios de todo el mundo. La investigación sobre oncología viral ha llevado al desarrollo de vacunas como la del VPH, que ha reducido drásticamente la incidencia de cáncer de cuello uterino. Además, los estudios sobre el virus del polioma han influido en áreas tan diversas como la terapia génica y el diseño de tratamientos personalizados para el cáncer.

En 1976, cuando Stewart falleció, el campo de la oncología viral estaba en sus primeras etapas. Sin embargo, gracias a su trabajo, hoy sabemos que aproximadamente el 15% de los cánceres humanos están relacionados con infecciones virales. Este conocimiento ha transformado no solo cómo entendemos el cáncer, sino también cómo lo prevenimos y tratamos.

La vida y el trabajo de Sarah Elizabeth Stewart son un testimonio del poder de la ciencia para cambiar el mundo. En una época de escepticismo y prejuicio, tuvo el coraje de desafiar las normas y de explorar lo desconocido, dejando un legado que sigue vivo en cada avance médico y científico relacionado con el cáncer.

Su historia no solo celebra los descubrimientos científicos, sino también la resiliencia humana y el impacto de las voces que, aunque inicialmente ignoradas, tienen el poder de transformar nuestra comprensión de la vida. Gracias a Sarah Elizabeth Stewart, sabemos que los virus pueden ser tanto enemigos como aliados en nuestra lucha por comprender y combatir las enfermedades. Y, en última instancia, su legado nos recuerda que la ciencia, en su esencia, es una búsqueda incesante de la verdad, sin importar cuán improbable parezca.

 

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