La humanidad, el eco de una edad de oro de vida inteligente en el universo

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El universo es inmenso, y no es tan poco probable que surja vida en él. Ya no solo civilizaciones como la nuestra, otras mucho más avanzadas hubieran podido solucionar el problema de las largas distancias entre sí y haber llegado a comunicarse. ¿Por qué aún no nos ha llegado nada? Aquí se trata de despejar un poco esa duda, dando a entender que quizá seamos de las últimas civilizaciones inteligentes del universo.

TEXTO POR DIEGO SOTO SAN JUAN
ILUSTRADO POR DIEGO SOTO SAN JUAN
ARTÍCULOS
ASTROFÍSICA
7 de Enero de 2025

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Un estudio publicado en ArXiv y en la revista Galaxies proporciona una hipótesis sobre el surgimiento de civilizaciones inteligentes en el universo. Su autor David Garofalo, científico de la Universidad Estatal de Kennesaw en Georgia, afirma que la vida alcanzó su máximo apogeo hace seis mil millones de años, cuando las condiciones eran óptimas para su desarrollo.

La ecuación de Drake intenta explicar nuestras reflexiones sobre otras civilizaciones inteligentes. Esta es una ecuación probabilística que trata de calcular el número de civilizaciones inteligentes y comunicativas que hay en la Vía Láctea, nuestra galaxia.

Estudios más recientes estiman que solo en nuestra galaxia podría haber unas treinta civilizaciones inteligentes, teniendo en cuenta la humanidad como referencia y sus más de cuatro mil millones de años de evolución tras la formación de la Tierra. Pero el estudio de Garofalo va más allá.

Esta investigación analiza agujeros negros supermasivos y su poderoso efecto en formación de galaxias, estrellas y planetas. Ya que, a más planetas se formen en una galaxia, mayor es la probabilidad de que albergue vida.

Garofalo se plantea dos cuestiones: si hay galaxias donde es más probable que haya vida avanzada que en otras y si los agujeros negros en estas galaxias afectan a la probabilidad de vida en las mismas. Teniendo en cuenta que, para la formación de estrellas, el caldo de cultivo que necesita la galaxia es la cantidad de materia en estado de gas que esta tenga. A más estrellas, más planetas, y a más planetas, más probabilidad de vida inteligente.

El investigador estudió cómo un agujero negro supermasivo puede impulsar o suprimir la formación de estrellas. Estos cuerpos celestes se pueden formar por la fusión de otros agujeros negros, lo que genera un «núcleo galáctico activo». Habrá diferencias en la materia que rodee a este agujero supermasivo, dependiendo de la galaxia habrá diferentes entornos gaseosos alrededor de este.

Esta materia interactuará con el resto de la galaxia a través del chorro que algunos agujeros negros emiten hacia el exterior, la cual es bombeada desde el disco de acreción que rodea al agujero negro generado por la materia que este absorbe.

La retroalimentación es toda esta materia expulsada del agujero negro hacia la galaxia, y juega pues un papel importante. Cada agujero negro impulsa una retroalimentación diferente, y esta puede aumentar la tasa de formación de estrellas de sus galaxias (o cumulo de galaxias).

Incluso puede llegar a inyectar demasiada energía de manera que ahoga la formación de estrellas, calentando el medio demasiado y no dejando que el gas primigenio se enfríe para formarlas. Parte del trabajo de Garofalo es encontrar el intervalo que diferencia cuando la retroalimentación impulsa y cuando sofoca la formación de estrellas.

Puede darse el caso de que el disco de acreción que lo rodea gire en el sentido contrario al propio agujero negro supermasivo a causa de una fusión de dos agujeros negros. Este fenómeno maximiza la potencia del chorro, el cual empuja a estados de mayor densidad al gas del medio en la galaxia, desencadenando una mayor formación de estrellas.

Esta contrarotación puede ralentizar, e incluso, detener el giro del propio agujero negro, y eventualmente acelerarlo en el sentido del mismo disco de acreción. Cuando el propio agujero negro deja de girar durante largos periodos de tiempo (ocho millones de años según Garofalo), el chorro de materia, y por ende la retroalimentación del mismo, acaba deteniéndose.

Otro factor importante es el medio donde se encuentre el agujero negro y como interactua con el gas de la galaxia.

En entornos más densos y ricos en gas donde la masa del agujero negro es mayor, aunque la rotación del agujero llegue a cero y desaparezcan los chorros, el disco de acreción vuelve a acumularse, esta vez de forma inclinada respecto a la galaxia, y por ello el chorro y la retroalimentación vuelven a emerger. Entonces, los chorros también resurgen de manera inclinada, apuntando más directamente al gas de galaxias que portan estos agujeros, calentando mucho el medio y sofocando la generación de estrellas.

En resumen, el resultado es menos estrellas, lo que significa menos planetas, y eso afecta negativamente a la posibilidad de vida avanzada. Y no solo la retroalimentación afecta de esta manera, que el gas de la galaxia se caliente significa mayor emisión de rayos X, lo que acaba afectando a la química de los planetas inhibiendo su habitabilidad.

Es curioso como en galaxias con menor densidad de gas la retroalimentación siempre es positiva, ya que es más estable y continua a lo largo del tiempo hasta que la rotación del agujero es cero sin reaparición de chorros a posteriori.

Estas son las mejores condiciones para la formación de estrellas en una galaxia: que el disco de acreción gire en sentido contrario al agujero negro y que la densidad de gas de la galaxia sea reducida.

Vale, ahora sabemos en qué partes del universo es más probable la aparición de vida, pero Garofalo también incide en el cuándo es más probable la aparición de esta. Su estudio revela que la mayor formación de galaxias de este tipo, coincidiendo con fusiones de agujeros negros formando estos agujeros con discos de acreción en contrarotación en galaxias de baja densidad, es hace once mil millones de años, cuando el universo solo tenía menos de tres mil millones de años de edad.

Tomándonos a nosotros como referencia, desde la formación de la tierra hasta la aparición de vida inteligente han pasado más de cuatro o cinco mil millones.

Teniendo en cuenta cuando aparecieron las galaxias más óptimas para la vida y sumándole lo que tarda en evolucionar la vida en un planeta hasta una civilización inteligente, nos queda que estas civilizaciones deberían haber surgido hace unos seis mil millones de años, cinco mil millones después de la aparición de estas galaxias, por lo que llegamos un poco tarde.

Y aunque la metalicidad (cantidad de elementos metálicos) hace seis millones de años era más baja por lo general y esto afecta a la composición de los planetas y su habitabilidad, las galaxias de las que habla Garofalo son diferentes por su formación, por lo que no necesariamente sería un factor limitante en la aparición de planetas habitables.

Es por ello que Garofalo propone un cambio en la forma de búsqueda de vida inteligente. Teniendo en cuenta todo esto, las señales que recibamos deberían de ser de civilizaciones Kardashev tipo III, las civilizaciones más avanzadas.

Estas se dividen en tres tipos, siendo estas la última. Las de tipo I, son civilizaciones capaces de aprovechar toda la energía de su planeta, nosotros aun no llegamos del todo a este tipo. Las de tipo II, son capaces de aprovechar la energía de la estrella de su sistema. Se teoriza que esto se podría lograr con esferas de Dyson, construcciones formadas por paneles solares inmensos rodeando la estrella de un sistema. Y las de tipo III, que aprovechan toda la energía de su galaxia.

Por todo esto es posible que la mayoría de civilizaciones desarrolladas en el cosmos ya se hayan extinguido, dejando a la humanidad como un eco de este apogeo de vida inteligente en el universo.

Esto no descarta que exista presencia de otras civilizaciones «eco» como la nuestra a lo largo de todo el extenso universo. De esta manera podríamos no estar solos y compartiendo esta etapa «post apogeo» con otras civilizaciones rezagadas o que hayan iniciado su desarrollo recientemente.

Pese a que lleguemos tarde, aquí estamos. Somos la demostración de que sigue surgiendo vida después de todo, por lo que nada asegura que no haya más como nosotros ahí fuera. Habrá que seguir buscando. 

 

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