Dian Fossey: la guardiana de los gorilas de montaña

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En los espesos bosques de Ruanda, donde la niebla acaricia las copas de los árboles y el silencio se interrumpe con el eco de hojas que crujen bajo patas pesadas, una figura solitaria se convirtió en la voz de aquellos que no podían hablar: los gorilas de montaña. Dian Fossey, una de las primatólogas más influyentes del siglo XX, dedicó su vida a la protección y estudio de estos majestuosos animales, enfrentándose a los peligros del medio salvaje y a la crueldad de la actividad humana.

TEXTO POR ARIADNA DEL MAR
ILUSTRADO POR ANA CARDIEL
ARTÍCULOS | MUJERES DE CIENCIA | EFEMÉRIDES
MUJERES DE CIENCIA | PRIMATES
16 de Enero de 2025

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Fossey no llegó a los gorilas por accidente. Inspirada por el libro «El reino de Gorilas» de George Schaller y alentada por el arqueólogo Louis Leakey —el mismo mentor que había guiado a Jane Goodall y Birutė Galdikas—, Dian se aventuró en 1966 a las montañas Virunga. Allí, en uno de los ecosistemas más ricos y frágiles de África, comenzó una investigación que cambiaría no solo su vida, sino también el destino de una especie al borde de la extinción.

Las Trimates: una revolución en la primatología

Dian Fossey fue una de las integrantes de las llamadas Trimates, un trío de mujeres pioneras en el estudio de primates: Jane Goodall con sus observaciones de los chimpancés en Tanzania, Birutė Galdikas desentrañando los misterios de los orangutanes en Borneo, y Fossey, cuya pasión y determinación hicieron de los gorilas de montaña su familia adoptiva. Bajo el impulso de Louis Leakey, estas tres mujeres redefinieron la primatología, aportando un enfoque profundamente humano y una conexión empática con las especies que estudiaban.

Mientras Goodall y Galdikas estudiaron especies que habitaban climas más cálidos, Fossey se enfrentó a las duras condiciones de las montañas de África central, trabajando a altitudes superiores a los 3000 metros. Su contacto cercano con los gorilas rompió barreras: Fossey aprendió a imitarlos, a observar sus gestos y a comprender su compleja estructura social. Fue la primera en demostrar que estos primates, a menudo percibidos como bestias agresivas, eran seres pacíficos, con relaciones familiares profundas y emociones que reflejaban las nuestras.

Investigación entre la niebla

Desde su campamento base en el Parque Nacional de los Volcanes, al que llamó Karisoke, Fossey documentó la vida de los gorilas con una meticulosidad sin precedentes. A través de años de observación, descubrió que las relaciones entre los miembros de un grupo estaban cimentadas en vínculos afectivos, con machos dominantes, conocidos como espaldas plateadas, liderando con fuerza y cuidado.

Pero su trabajo no se limitó a la ciencia. Fossey se convirtió en una defensora implacable de los gorilas frente a las amenazas humanas, como la caza furtiva y la destrucción de hábitats. Enfrentándose a los cazadores que colocaban trampas en el parque, Fossey desmanteló más de mil lazos de caza y usó métodos controversiales para proteger a los gorilas, incluyendo enfrentarse directamente con los cazadores. Su postura militante generó admiración y críticas a partes iguales, pero su legado quedó marcado por un profundo compromiso con la conservación.

Un legado en peligro

El asesinato de Dian Fossey en 1985, en circunstancias aún envueltas en misterio, fue un trágico recordatorio de los riesgos que enfrentan quienes luchan por la preservación de la naturaleza. Su autobiografía, «Gorilas en la niebla», publicada poco antes de su muerte, inmortalizó su trabajo y pasión, y se convirtió en un grito de alarma sobre la difícil situación de los gorilas de montaña. Hoy, gracias en parte a su labor, esta especie ha visto un aumento en su población, aunque sigue estando en peligro de extinción.

Sigourney Weaver interpretando a Dian Fossey en la película «Gorilas en la niebla»

Inspiración para el futuro

Dian Fossey no solo cambió nuestra percepción de los gorilas de montaña, sino que también inspiró a generaciones de conservacionistas y científicos. Su vida nos recuerda que cada esfuerzo cuenta, que el amor por el conocimiento puede ir de la mano con la lucha por la justicia ambiental, y que la conexión entre humanos y animales es un vínculo que trasciende barreras y especies.

Las montañas Virunga aún resuenan con los ecos de su trabajo. Y aunque el mundo haya perdido a Dian Fossey, su legado sigue vivo cada vez que un gorila se mueve entre la niebla, protegido por los que heredaron su misión.

 

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