Este texto corresponde al tercer premio del X concurso científico-literario dirigido a estudiantes de 3º y 4º de ESO y de Bachillerato, organizado por la Escuela de Máster y Doctorado de la Universidad de La Rioja.
Escrito por Meriem Khrissi Aleza,de 4º E.S.O., del CPI Castillo Qadrit, de Cadrete, Zaragoza.
Hoy, 3 de agosto de 2023, Abu Hipólito hubiera cumplido 78 años. No lo llegué a conocer, pero cada año en este día, y coincidiendo con las fiestas del pueblo, nos reunimos toda la familia para celebrar su cumpleaños.
Nos cuentan nuestros padres y tíos que era una persona muy risueña, alegre, honesta, buen vecino y mejor amigo. Un enamorado de su pueblo, Palomares, de donde nunca salió, pero como él decía “hasta pudo aprender algo de inglés con el mejor acento “.
Y es que Abu presumía de su amistad con los militares estadounidenses. Bien pensado no era ni siquiera algo de lo que presumir, mejor dicho, no lo eran las circunstancias en las que se empezaron a tejer estas amistades. Hubiera sido mejor poder haber escogido otro escenario, pero como ya sabemos no todo ocurre como nos gustaría.
Este año ha venido conmigo a pasar las vacaciones de verano Alba, mi amiga de toda la vida se puede decir. Nos conocimos en la guardería, en Granada, y aunque ella se fue a Valencia a estudiar Ingeniería, y yo me quedé en Granada estudiando Derecho, siempre hemos mantenido la amistad. Somos muy diferentes, de familias con ideas muy dispares, pero siempre hemos sabido encontrar el punto justo que nos ha unido, y la una hemos podido aprender siempre de la otra. Como dice Abu Rocío, refiriéndose a la postguerra, “entonces eran otros tiempos, unos nos comíamos a los otros”, así se refería cuando quería hablar de intolerancia y de ideas políticas.
La abuela Rocío es una mujer fuerte, muy sensata, ha sufrido mucho en esta vida, pasó necesidades, la Guerra le arrebató a su padre y a un hermano, y quedó viuda muy joven, con dos hijos, el tío Rafael y mi madre, Esperanza, a los cuales consiguió sacar adelante con todo su esfuerzo y amor. Había conseguido formar una familia muy unida y feliz, y es por ello que hoy estábamos todos sentados alrededor suyo en honor al abuelo.
Este año a Abu le ha empezado a fallar mucho la memoria, y sus capacidades físicas se han visto muy mermadas, pero sabe que estamos todos aquí “celebrando la vida”, como a ella le gusta decir, y eso nos basta. Sin embargo, nos ha sorprendido esta mañana cuando ha visto que llegábamos con Alba, ella también la conoce mucho, ya que ha pasado largas temporadas en nuestra casa de Granada y ha coincidido con ella siempre. Le ha saludado y sin ningún tipo de tacto, le ha preguntado por su familia, qué tal estaban su padre, tío y abuelo, todos militares del ejército, muy conservadores todos. El tono ha sido muy desconcertante y agresivo, y hemos podido apreciar toda la ira que guarda mi abuela desde que tuvo lugar en 1966 el famoso suceso de Palomares y las bombas nucleares perdidas. Ciertamente mi abuela va perdiendo la compostura.
Por la tarde, en el patio trasero de la casa, hemos hablado de lo sucedido Alba y yo, y nos han dado las nueve de la noche intentando arreglar el mundo, pero creo que me ha entendido, y lo más importante, ha sabido disculpar a mi abuela.
Le he explicado la situación, nuestra historia familiar y en definitiva, aunque ya la conocía en su mayor parte por influencia también de su familia, la historia que Palomares carga sobre sus espaldas. Nunca he escrito sobre ello, pero hoy tengo la necesidad de hacerlo, al ver a mi abuela así y con todas la historias que todavía sigo escuchando cada vez que vengo, quiero dedicarle estas líneas y reflexiones.
Empezaré por Alba, me ha sorprendido que no conociera con detalle cómo se desenvolvió la enfermedad de Abu Hipólito. Como ya sabía, él era campesino, se encargaba de cuidar los campos y regarlos. Nuestra familia tenía varias tierras cerca de la playa de Palomares y cuando cayeron las bombas y los militares estadounidenses vinieron a “limpiar la zona” ,él y muchos otros del pueblo, trabajaron y sirvieron al campamento que se instaló en la localidad.
Me cuenta mi padre, y como luego se ha encargado de describir la Historia de España, los primeros días se recorrió toda la zona sin ninguna protección y estuvieron sometidos a rachas fuertes de viento extendiéndose así toda la radioactividad, mientras que la recogida de cosechas comenzó también sin ningún tipo de medidas. EE.UU. se comprometió a llevarse a su país las tierras contaminadas en bidones, pero se sabe que no transportaron todos y sólo se trató de un lavado de imagen con la máxima publicidad, y es que todos tenemos grabado el famoso baño que se dieron el embajador de EE.UU en España y el ministro de Información y Turismo del régimen franquista, Manuel Fraga, ante las cámaras de TVE.
Todos conocemos en Palomares la zona cercada y contaminada todavía después de todos estos años y aún controlada por el CIEMAT. Lo bueno de todo ello, nos explicaba mi abuela, es que toda esta situación logró que el Turismo no se apoderara de Palomares y mantuvo siempre su tranquilidad, pero a qué precio...
Y es aquí donde quiero centrarme y hacerle ver a Alba la enfermedad de mi abuelo. A los ocho años de aquel accidente, Abu acabó muriendo de leucemia, tras largos y penosos tratamientos, al igual que otras personas del pueblo que también desarrollaron diversas enfermedades y diferentes tipos de cáncer. Mi abuela nunca quiso ahondar más , nunca pidió responsabilidades, era una forma, según ella, de dejar pasar el tiempo y aliviar la pena.
Tomás, nuestro vecino guardia civil, también falleció de cáncer un año más tarde que mi abuelo. Recuerdo que su hija siempre achacaba su muerte a que cuando se emplearon a fondo en la búsqueda de la cuarta bomba, nadie tomó las protecciones adecuadas. Esta familia luchó por que se reconociera este hecho causal, pero tampoco obtuvieron compensación alguna. Al revés, decía su hija Pilar que su madre acabó también muriendo, aunque de pena, por la muerte de su padre.
Modestamente, y gracias a mi trabajo de la asignatura de Derecho Político acerca de la responsabilidad política y gubernamental del Gobierno, he conseguido convertirme en toda una experta en el accidente de Palomares. Como le he comentado a Alba, ella conoce mejor toda la parte técnica y científica, como ingeniera, pero yo la jurídica, política e internacional que se puede aplicar al caso.
Franco quería ganarse el respeto internacional y comenzó la carrera por construir una bomba atómica, y dar a conocer sus buenas relaciones con EEUU permitiendo instalar varias bases militares por toda España, mientras que aquellos ganaban terreno estratégicamente. Franco dió luz verde también al Proyecto Islero, y más tarde su responsable, Guillermo Velarde, en 2016 en su libro autobiográfico, y que tuve que leerme en segundo curso, describiría todo aquello vivido desvelando mucha más información.
Además se veía peligrar la pertenencia de los territorios españoles del Norte de África y el régimen franquista apostó por ello. Marruecos empezaba a ser una amenaza. Comenzó así el proyecto para crear una bomba de plutonio formado por varias etapas y en las instalaciones de la JEN (Junta de Energía Nuclear), en Madrid.
Alba conocía parte de todo esto,como nieta e hija de militar, siempre había oído el respeto que Muñoz Grandes se había ganado en la Guerra Civil española y la confianza que había depositado en él Franco y que entonces como jefe del Alto Estado Mayor de las Fuerzas Armadas y vicepresidente del gobierno ,daba luz verde al Proyecto Islero abogando por la dotación de un armamento nuclear.
Sin embargo, el 17 de enero de 1966, un bombardero B-52 de la Fuerza Aérea de EE.UU cargado con cuatro bombas termonucleares choca con un avión cisterna KC-130 que le suministraba combustible en vuelo sobre Palomares, muriendo siete militares estadounidenses. De las bombas, dos chocaron contra el suelo y causaron una fuga de plutonio. Velarde acudiría a la zona para estudiar su composición a pesar de las trabas que le imponen los responsables estadounidenses para no descubrir su composición.
Tras todo ello, Francia negocia con España la importación de un reactor nuclear que se ubicaría en Vandellós, Tarragona. Este produciría el plutonio necesario para la fabricación de bombas atómicas, con lo que su puesta en marcha era imprescindible, pero parte influyente del Gobierno, como el Ministro de Industria Gregorio López Bravo, ve con buenos ojos la participación de empresas privadas en su instalación perdiéndose así el secretismo del proyecto. Franco es disuadido por aquel al exagerar su coste, además de poseer el pleno convencimiento de que EE.UU. acabará sabiendo de la intención de España y le sancionará.
Alba dice que recuerda que su abuelo siempre se quejaba de la postura que guardaba dicho Ministro luchando por la integración de España en el bloque occidental en vez de mantener la unidad y garantizar la defensa, esto era inadmisible según su opinión, la de su abuelo. Ella se limitaba a observar el fervor de su abuelo sin más.
Pasados unos años, en 1974, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, firma una directiva para reanudar el Proyecto Islero. Se elabora un plan que prevé la producción de hasta treinta y seis bombas de plutonio. Pero Franco enferma y crea una gran incertidumbre para el futuro de España. En 1980 Adolfo Suárez anima a Velarde a abandonar un tanto el proyecto, y será en 1981 con su dimisión , y ya con Leopoldo Calvo Sotelo, su sucesor, y su afán de ingresar en la OTAN, cuando se firme la adhesión de España a la salvaguardias del Organismo Internacional de la Energía Atómica, tornándose ya imposible el Proyecto Islero.
En 1987, con el presidente Felipe González, España se adhiere al Tratado de No Proliferación .
Por otro lado, y como le he desvelado a Alba, el otro día siguiendo con mi inquietud de todo lo relacionado con el accidente de nuestro pueblo, vi en Internet un artículo donde se venía a recoger que varios veteranos militares estadounidenses que vivieron todo esto, también habían desarrollado varias enfermedades debido a su exposición a la radiación al limpiar el desastre aquel. Precisamente, Víctor Skaar, un militar del cual siempre hablaba mi abuelo ( y decía que además de una persona honesta, era el que tenía el nombre más fácil de pronunciar) y que había desarrollado leucemia, y anteriormente, cáncer de piel , era el promotor de una demanda colectiva que se estaba cursando en EEUU.
Sólo espero que todos esos veteranos, tengan la valentía, coraje y suficientes fuerzas como para conseguir que se haga justicia y se reconozca todo el mal causado.
Ese día, las víctimas, como mi abuelo Hipólito y la Abu Rocío que se quedó desamparada, habrán sido reconocidos en su sufrimiento y recordados para no volver a repetir de este modo, en nuestra Historia los mismos errores del pasado.
Mientras, nosotros seguiremos celebrando el cumple del abuelo, y la vida, en definitiva, y Alba, sin rencores, seguirá siendo mi amiga de siempre, tolerante, flexible y respetuosa, como quiero llegar a serlo yo algún día sin las inquietudes e impotencia que me reconcome hoy por dentro.
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