Mary Leakey y las huellas de Laetoli: las primeras pisadas humanas
Si el suelo pudiera hablar, contaría historias de hace millones de años. Pero a veces, el suelo no necesita palabras. A veces, deja huellas. Y esas huellas nos cuentan un relato extraordinario sobre nuestros ancestros. En 1978, la arqueóloga y paleoantropóloga Mary Leakey (6 de febrero de 1913, Londres, UK - 9 de diciembre de 1996, Nairobi, Kenia) descubrió en Laetoli, Tanzania, las huellas más antiguas conocidas de un homínido bípedo, un rastro silencioso pero elocuente de nuestros primeros pasos como especie.
Mary Leakey nació el 6 de febrero de 1913 en Londres, en una familia con inquietudes intelectuales. Su infancia estuvo marcada por los viajes y su fascinación por la arqueología surgió temprano. A pesar de que la academia no le abrió fácilmente sus puertas, Mary se formó a sí misma a través de la práctica y la observación. Se unió a su esposo, Louis Leakey, en excavaciones en el África oriental, donde juntos desenterraron algunos de los fósiles más importantes de la historia de la evolución humana.
Durante décadas, Mary fue la pieza clave en la identificación de herramientas prehistóricas y restos fósiles, descubriendo el primer cráneo de Australopithecus boisei en 1959 en la garganta de Olduvai, Tanzania. Pero su mayor hallazgo aún estaba por venir.
Un sendero en la ceniza: el descubrimiento en Laetoli
En 1976, mientras realizaba excavaciones en Laetoli, un equipo liderado por Mary Leakey encontró algo peculiar: huellas fosilizadas de animales en un lecho de ceniza volcánica solidificada. Pero entre aquellas pisadas de antílopes y rinocerontes había algo más. Algo asombroso.
Dos años después, en 1978, al retirar con delicadeza la capa de sedimentos, apareció la prueba definitiva: un rastro de huellas humanas, conservadas con una claridad impresionante. Medían unos 27 metros y pertenecían a al menos dos individuos, tal vez tres, que habían caminado sobre la ceniza volcánica hace 3,6 millones de años.
Las huellas eran inconfundibles: tenían arcos plantares, dedos alineados y un talón marcado, exactamente como las nuestras. No eran las pisadas de un primate que trepa árboles, sino de alguien que caminaba erguido, con un andar completamente bípeda.
Las huellas de nuestros ancestros
El hallazgo en Laetoli confirmó lo que los Leakey llevaban años defendiendo: la bipedestación no surgió con nuestro género, Homo, sino mucho antes, en Australopithecus afarensis, la misma especie a la que pertenece Lucy, el famoso esqueleto encontrado en Etiopía en 1974.
Las huellas de Laetoli cambiaron la historia de la paleoantropología porque demostraron que, hace 3,6 millones de años, nuestros ancestros no solo caminaban como nosotros, sino que lo hacían en grupo, dejando tras de sí un rastro imperecedero en la ceniza.
Más que huellas: la historia que cuentan
Pero las huellas de Laetoli no solo hablan de locomoción. Su disposición revela detalles íntimos de la vida de aquellos homínidos. Hay dos rastros bien definidos, uno ligeramente más grande que el otro. Algunos investigadores creen que el más pequeño pudo ser una hembra, y el más grande, un macho.
Se ha especulado incluso con la idea de que un tercer individuo más pequeño pudo haber pisado sobre una de las huellas ya marcadas, dando la sensación de que caminaba sobre los pasos de otro. ¿Era una cría siguiendo a su madre? Nunca lo sabremos con certeza, pero la posibilidad añade una capa de humanidad a este hallazgo.
Mary Leakey: la dama de la paleoantropología
Mary Leakey nunca buscó el reconocimiento. A menudo se mantenía alejada de los focos, enfocada en su trabajo meticuloso. Mientras Louis era elocuente y mediático, Mary prefería la precisión científica. Su legado, sin embargo, es monumental.
Además de Laetoli, contribuyó significativamente al estudio de herramientas líticas y estableció con firmeza la idea de que África era la cuna de la humanidad. Tras la muerte de Louis en 1972, Mary continuó trabajando hasta su retiro en los años 90, consolidando su reputación como una de las figuras más influyentes en el estudio de la evolución humana.
La trascendencia de Laetoli
Desde su descubrimiento, las huellas de Laetoli han sido motivo de estudio, debate y fascinación. Nos recuerdan que hace millones de años, en un paisaje de sabanas y volcanes, unos seres que no eran ni simios ni humanos como los conocemos hoy dejaron su marca en el tiempo.
A día de hoy, estas huellas siguen siendo una de las evidencias más claras de la evolución humana. Son una cápsula del tiempo impresa en ceniza endurecida, un testimonio de los primeros pasos de nuestros ancestros en su largo camino hacia la humanidad.
Mary Leakey nos dejó en 1996, pero su trabajo sigue vivo en cada huella de Laetoli. Un recordatorio de que la historia de la humanidad no se mide solo en fósiles y herramientas, sino también en los rastros que dejamos en nuestro paso por el mundo.
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