Si fuéramos ballenas, en la oscuridad, nosotros también tendríamos miedo.

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Si fueras una ballena, pasarías mucho mucho tiempo bajo el mar. Estarías bajo el mar cuando buscas comida, cuando hablas con tu familia, cuando juegas con tus amigos. Las ballenas se parecen a nosotros. Necesitan comer y necesitan relacionarse con otras ballenas.

TEXTO POR BEATRIZ SÁNCHEZ LUEJE
ILUSTRADO POR IVAN YATSKIV YABLINCHUK
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BALLENAS
1 de Abril de 2025

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Las ballenas se parecen a nosotros. Necesitan comer, y necesitan relacionarse con otras ballenas. Pero son muy distintas en una cosa: ellas hacen todo esto en la oscuridad.

El océano es grande y está oscuro. La luz del sol no llega a las zonas más profundas y, por eso, la vista no es tan importante para las ballenas. En esta oscuridad, lo importante es el sonido. Lo importante es escuchar.

Las ballenas hablan. Las palabras de las ballenas se llaman codas, y suenan como el sonido de las teclas del ordenador: clic, clic, clic. Además, cada ballena tiene su propio nombre. Pueden llamarse unas a otras y hablar con los miembros de su grupo, su familia y sus amigos. Incluso cuando están lejos, las voces de las ballenas pueden recorrer largas distancias. Esto les permite organizarse, por ejemplo, si necesitan cuidar de las crías o viajar juntas.

Además, muchas ballenas pueden hacerse una idea de lo que hay a su alrededor utilizando la ecolocalización. “Lanzan” un sonido, que viaja por el océano como si fuera una pelota. Cuando el sonido choca con algo, como otro animal, rebota y vuelve a la ballena. Así, la ballena sabe que había algo en el sitio en el que el sonido rebotó, lo que le permite encontrar comida y saber si hay otros animales cerca.

Si fueras una ballena, nadando en las profundidades del océano, solo verías oscuridad. Pero no deberías tener miedo, porque podrías escuchar las voces de otras ballenas, las de los delfines, el sonido de los peces nadando...

O al menos, así era antes. Antes de que los humanos llenáramos el océano con nuestros propios sonidos. Pero las cosas han cambiado. Si ahora mismo, en este momento, fueras una ballena, todo lo que oirías sería ruido. Oirías los motores de los barcos como si fueran truenos. Oirías los pitidos del sónar de los submarinos, el rugido de los taladros excavando en el fondo del océano, los cañonazos de las pruebas militares. Oirías, pero no escucharías nada. En la oscuridad, sola, no podrías escuchar a ninguna otra ballena. Ni siquiera podrías escuchar tu propia voz.

Por culpa de todos estos ruidos, que llamamos contaminación acústica, las ballenas tienen problemas para usar la ecolocalización y encontrar comida. También hace muy difícil comunicarse con otras ballenas, y algunas, cansadas de llamar y no recibir respuesta, incluso dejan de hablar.

El océano es grande y está oscuro. Y, si no puedes escuchar a las demás ballenas, seguro que también da miedo. Por eso tenemos que controlar la contaminación acústica. Tenemos que devolverles a las ballenas un océano donde puedan escucharse.

Porque si fuéramos ballenas, en la oscuridad, nosotros también tendríamos miedo.

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