Elizabeth Bragg: la ingeniera que rompió el primer techo de cristal

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A finales del siglo XIX la ingeniería era un terreno exclusivo de los hombres (y quizás hoy, aunque menos, también), en 1876, una joven estadounidense desafió las normas y se convirtió en la primera mujer en la historia en obtener un título de ingeniería civil. Su nombre era Elizabeth Bragg, y aunque su hazaña fue pionera, su historia ha quedado en las sombras del tiempo.

TEXTO POR QUIQUE ROYUELA
ILUSTRADO POR SABRINA
ARTÍCULOS | MUJERES DE CIENCIA | EFEMÉRIDES
INGENIERÍA | MUJERES DE CIENCIA
23 de Abril de 2025

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Nacida en 1858 en San Francisco, Bragg creció en una época en la que las mujeres apenas tenían acceso a la educación superior, y mucho menos a disciplinas técnicas. Sin embargo, su familia no compartía los prejuicios de la época y la alentó a perseguir una educación universitaria. Así, ingresó a la Universidad de California en Berkeley cuando todavía era un proyecto joven de institución académica. Allí se enfrentó a un entorno dominado por hombres, en aulas donde su presencia era una rareza y, en muchos casos, una incomodidad para sus compañeros y profesores.

Pero Bragg no se dejó intimidar. Su pasión por la ingeniería civil, un campo fundamental en la construcción de infraestructuras como puentes, carreteras y edificios, la llevó a graduarse en 1876, convirtiéndose en la primera mujer en el mundo en obtener un título de este tipo. Con ello, rompió una barrera que abriría el camino a generaciones de ingenieras.

Sin embargo, el reconocimiento no vino acompañado de una carrera fácil. A diferencia de sus colegas varones, su acceso a oportunidades laborales en la industria fue extremadamente limitado. Tras casarse con otro ingeniero, George Cumming, se centró en la enseñanza y en el hogar, una elección que probablemente no fue solo personal, sino el reflejo de una sociedad que aún no estaba preparada para aceptar a las mujeres en roles técnicos.

A pesar de las dificultades, Elizabeth Bragg dejó un legado inmenso. No solo fue la primera, sino que demostró que las mujeres tenían la capacidad de destacar en disciplinas científicas y técnicas. Su paso por Berkeley abrió la puerta para que, en las décadas siguientes, otras mujeres como Nora Stanton Blatch y Elsie Eaves comenzaran a ocupar su lugar en la historia de la ingeniería.

Hoy, más de un siglo después, la presencia femenina en la ingeniería civil sigue en aumento, aunque aún queda camino por recorrer. El recuerdo de pioneras como Bragg nos recuerda que cada puente, cada carretera y cada estructura que desafía la gravedad tiene también una historia de lucha y perseverancia.

Porque, como ella demostró, la ingeniería no entiende de género, solo de mentes dispuestas a desafiar los límites.

 

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