Un país que arde: ciencia, sociedad y política ante los incendios
La imagen se repite verano tras verano, pero este agosto ha sido especialmente duro en relación a los incendios en España: decenas de incendios simultáneos en el noroeste peninsular, columnas convectivas que avanzan con viento propio y pueblos enteros pendientes de una orden de evacuación. En Ourense, los frentes se han ido soldando en complejos difíciles de atacar, y en León, Zamora y Cáceres el fuego ha obligado a cortar carreteras y trenes de alta velocidad. La meteorología no ha ayudado: una ola de calor de largo recorrido ha secado la biomasa vegetal que puede arder —lo que en ecología se conoce como combustible— y ha tensado al límite a los servicios de extinción.
A día 18 de agosto de 2025, este es el panorama general: más de 40 focos activos, con los principales frentes en Galicia (sobre todo Ourense), Castilla y León (León y Zamora) y Extremadura. La UME y los servicios autonómicos siguen desplegados en varios teatros a la vez.
Galicia (Ourense): continúan varios grandes incendios; las estimaciones públicas hablan ya de más de 50 000–58 000 hectáreas calcinadas en la provincia, con complejos como Chandrexa de Queixa–Vilariño de Conso y focos en Maceda, Oímbra, Xinzo y Larouco.
Castilla y León: se concentran la mayoría de focos. En León, un bombero falleció y otro resultó herido al volcar una autobomba cuando acudían al incendio de Yeres (Espinoso de Compludo). Se han ordenado evacuaciones en varias localidades de la provincia.
Extremadura: el incendio de Jarilla (Cáceres) supera las 11 000 hectáreas y su flanco norte sigue muy activo; ha habido evacuaciones y confinamientos puntuales en Gargantilla, Rebollar, Hervás, Casas del Monte y Segura de Toro.
Movilidad: la alta velocidad entre Madrid y Galicia permanece suspendida y hay más de una decena de carreteras cortadas en varias comunidades.
Investigaciones y detenidos: Interior cifra al menos 27 detenidos y 92 investigados por incendios en los últimos días.
Contexto meteorológico: seguimos en la recta final de una ola de calor con avisos de AEMET en buena parte del país, lo que agrava el riesgo y la propagación.
Pero ¿por qué arde tanto?
Cuando se pregunta «por qué» arden nuestros montes, la respuesta corta es incómoda: porque la mayoría de igniciones son humanas. Los balances más recientes de entidades de referencia coinciden: hasta el 95 % de los siniestros tienen origen humano (intencionados o por negligencia) y solo una fracción minoritaria se debe a rayos u otras causas naturales. En la desagregación, los incendios provocados rondan en torno a la mitad de los casos, y las negligencias y accidentes aportan otro cuarto.
Pero que la chispa sea humana no explica por sí sola el tamaño de los incendios. Dos factores multiplican el problema. El primero es social: décadas de despoblación rural han dejado un paisaje continuo de matorral y masas monoespecíficas, con menos pastoreo y menos gestión fina del territorio. Ese «continuo de combustible» permite que un conato se convierta en un frente kilométrico. El segundo es físico: el clima cambia. Las olas de calor son más frecuentes, largas e intensas; el aire más caliente seca vegetación y suelos, y eleva los índices de peligro. Con esas condiciones, cualquier chispa tiene más papeletas de ganar. Este verano vimos además fenómenos violentos como el «reventón térmico» en la Costa Tropical granadina: aire muy cálido descendiendo de golpe, con vientos que disparan la intensidad del fuego en minutos.
Cuando se pregunta «por qué» arden nuestros montes, la respuesta corta es incómoda: porque la mayoría de igniciones son humanas.
Qué está pasando hoy
En Ourense, los complejos de Chandrexa de Queixa–Vilariño de Conso, Maceda y otros focos cercanos han calcinado decenas de miles de hectáreas; la provincia mantiene el nivel máximo de alerta. En Castilla y León, la simultaneidad de incendios en León y Zamora ha puesto la gestión al límite y ha dejado víctimas mortales entre los equipos de extinción. En Extremadura, el incendio de Jarilla sigue desbordado por su flanco norte tras superar las 11 000 hectáreas. Con el AVE Madrid–Galicia aún cortado, la emergencia ha reconfigurado la movilidad del noroeste. La Unidad Militar de Emergencias (UME), junto a brigadas autonómicas, bomberos y voluntariado, opera bajo condiciones extremas que, según Defensa, constituyen uno de los mayores retos de sus veinte años de historia.
...décadas de despoblación rural han dejado un paisaje continuo de matorral y masas monoespecíficas, con menos pastoreo y menos gestión fina del territorio. Ese «continuo de combustible» permite que un conato se convierta en un frente kilométrico. Aemás, las olas de calor son más frecuentes, largas e intensas; el aire más caliente seca vegetación y suelos, y eleva los índices de peligro.
¿Se pueden evitar?
Evitar todos los incendios no es realista, pero sí podemos reducir drásticamente su número y, sobre todo, su tamaño y severidad.
La ciencia y la gestión comparada señalan un conjunto coherente de medidas entre las que podemos destacar la prevención durantetodo el año, no solo en campaña. La ventana de riesgo se ha estirado: si la prevención se concentra en unos meses, llegamos tarde. La estabilización del personal —retener experiencia, evitar rotaciones cortas, formación continua— es tan preventiva como una franja cortafuegos.
Otra de las medidas interesantes es lo que se conoce como paisajes en mosaico. Menos continuidad de combustible (recordemos que el combustible es la biomasa disponible que puede arder) significa menos incendios a gran escala. Esto implica recuperar usos tradicionales como el pastoreo extensivo o el silvopastoreo, así como diversificar especies vegetales y las edades en masas forestales y hacer tratamientos selvícolas que prioricen discontinuidades estratégicas cerca de pueblos y ejes de comunicación.
Aunque pueda parecer una paradoja, otra de las medidas son las quemas controladas. Estas han de ser prescritas, planificadas y ejecutadas con rigor técnico, y servirían para reducir el combustible y devolver al sistema un proceso ecológico que el propio clima ya está imponiendo en forma de incendios incontrolados. Por el contrario, debemos evitar y denunciar todas aquellas quemas sin permiso que vemos cada verano y que ponen en riesgo no solo el patrimonio natural de nuestros pueblos y ciudades, sino las vidas de quienes tratan de protegernos.
Otra de las medidas a tener en cuenta es la que puede aportar la planificación en la interfaz urbano-forestal. Casas con «espacio defendible», materiales menos vulnerables al ember attack —bombardeo de chispas y brasas que transporta el viento a kilómetros de distancia durante un incendio, capaces de encender nuevos focos incluso en zonas aparentemente seguras—, redes de hidrantes y planes de evacuación realistas. Sin esto, los servicios de extinción quedan atados a la defensa de viviendas y pierden capacidad de maniobra en el monte.
Por supuesto, no podemos dejar de lado la vigilancia, investigación y sanción. Si el 90-95 % de las igniciones son humanas, la disuasión importa: investigación de causas, control de prácticas de riesgo (quemas agrícolas, maquinaria en horas críticas), dispositivos de vigilancia y persecución del delito ambiental.
Además, el avance de la tecnología nos permite usarla a nuestro favor como medida de prevención de incendios. Satélites de alta frecuencia de paso, cámaras térmicas, detección automática de columnas, drones para reconocimiento y modelización operativa del fuego en tiempo real. La tecnología no sustituye a la gestión del combustible, pero gana minutos decisivos.
Y por último, algo vital: acuerdos políticos básicos. Las olas de calor y los «incendios de sexta generación» no distinguen siglas ni comunidades autónomas. Un pacto operativo que blinde presupuestos de prevención, empleo estable y coordinación interadministrativa es más eficaz que la disputa sobre quién despliega antes a quién.
Evitar todos los incendios no es realista, pero sí podemos reducir drásticamente su número y, sobre todo, su tamaño y severidad.
Cómo contarlo sin mitos
Conviene desterrar dos ideas. La primera: «todo es culpa del clima». El clima importa —mucho—, pero sin combustible continuo y sin ignición humana no hay incendio que prospere. La segunda: «más personal y más aviones y ya». Los medios de extinción son esenciales, pero su eficacia depende del terreno que pisan: un paisaje con discontinuidades y un urbanismo que no sitúe casas entre mechas vegetales pesan más que un hidroavión extra. La prevención que no se ve en agosto es, precisamente, la que hace de cortafuegos en agosto.
Un país que decide arder menos
Hoy la prioridad es salvar vidas y contener frentes para tratar de salvar la mayor cantidad de patrimonio vegetal posible. Mañana —pasada la emergencia— toca hacer balance y decidir en qué país queremos vivir. En uno que asume la nueva realidad climática, invierte todo el año en prevención, reconoce el valor del mundo rural como aliado y acuerda un mínimo común de política pública; o en uno que se resigna a que cada verano sea una ruleta rusa.
La ciencia, la experiencia y, por desgracia, la hemeroteca apuntan en la misma dirección: «los incendios no se apagan en agosto, se apagan en invierno». El calendario es tan importante como el agua.
Referencias
—Agencia Estatal de Meteorología. (2025, agosto). Avisos meteorológicos por ola de calor. AEMET. https://www.aemet.es/es/serviciosclimaticos/vigilancia —Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. (2024). Estadísticas generales de incendios forestales (EGIF). MITECO. https://www.miteco.gob.es/es/biodiversidad/temas/incendios-forestales —La Voz de Galicia. (2025, 18 de agosto). Los grandes incendios de Ourense superan las 58.000 hectáreas quemadas. https://www.lavozdegalicia.es —El País. (2025, 18 de agosto). Fallece un bombero en León al volcar su autobomba mientras acudía a un incendio forestal. https://elpais.com —El Periódico de España. (2025, 18 de agosto). El incendio de Jarilla arrasa más de 11.000 hectáreas y obliga a nuevas evacuaciones. https://www.elperiodico.com —El Mundo. (2025, 18 de agosto). Interior eleva a 27 los detenidos por provocar incendios y a 92 los investigados. https://www.elmundo.es
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